Esta no es una crítica convencional de Motor1 Argentina. Es una "crítica de larga duración". El objetivo es que el vehículo de pruebas permanezca en nuestras manos durante mucho más que la crítica tradicional de una semana. La idea es probarlo durante varios meses, para aplicar usos (y abusos), encontrar virtudes (y defectos) que no afloran en una prueba tradicional. A todo esto se suma el hecho de que el vehículo en esta prueba de largo aliento pasará por las manos de todos los integrantes de la redacción de Motor1 Argentina.

La Jeep Compass es la SUV del Segmento C (compacto) que el Grupo Stellantis fabrica en Brasil. Este restyling se vende en la Argentina desde septiembre de 2021 y en Motor1 Argentina ya la probamos en dos versiones: T270 Limited AT6 4x2 (leer crítica) y TD350 Trailhawk 4x4 (leer crítica).

Ya vimos el reporte sobre el primer mes en nuestras manos en esta nota y el segundo se publicó acá. Este tercer mes la manejaron (y la despidieron) "Los Tres Carlos": Carlos Alfredo "Freddy" Pereyra, Carlos "Charly" Sueldo y Carlos "C.C." Cristófalo.


Semanas 1 y 2 - Freddy Pereyra

Una vez más en el camino, en familia, y esta vez con otra SUV. Me encontré con la Jeep Compass luego de una internación, reponiéndome de los efectos alérgicos de un medicamento que me dejó fuera unos tres días. No estaba al 100%, pero la promesa de un viaje a Sierra de la Ventana por un finde largo fueron suficiente incentivo como para disponerme de la mejor manera posible.

Tras un breve ensayo de uso urbano, en la noche de una jornada de trabajo intensa, y luego un día intenso llevando el vehículo al microcentro en las inmediaciones de UADE (una de las universidades donde trabajo). El gran espacio y la insonorización del habitáculo, más su correcto sonido de su radio y música a bordo anticiparon los efectos del confort a bordo que se iban a apreciar mejor en el viaje de más de 500 km que realizaríamos en familia.

Al ser pocos días y con la sana costumbre de preparar solo el equipaje necesario, nuestros bultos no ocuparían gran volumen dentro del espacioso baúl del Compass, al que se accede por medio del portón trasero de accionamiento motorizado, tanto en su apertura como cierre.

Por estar bajo efectos de antialérgicos todavía, dejé que estos atenuaran su aletargamiento nocturno, y nos dispusimos a viajar con luz día, por lo que emprendimos la ruta más o menos a las ocho de la mañana. Solemos ir non stop en distancias como esta, pero decidimos parar en la primera estación de las inmediaciones de la ciudad de Azul. Tantos días con suero me habían dejado ganas de orinar en forma permanente, y la ocasión se prestaba para tomar un café y seguir.

Dentro de una Ruta 3 supertransitada en viernes, con camiones que van y que vienen, las cualidades de aceleración y buena visibilidad posibilitan sobrepasos a los trenes de camiones que se juntan rodando de a dos o de a tres (a veces cuatro), algo que este vehículo puede resolver con total solvencia. Se agradece la seguridad que brinda el contar con un turbo que entrega cantidades de aire extra cuando se pasan las 2000 rpm. Bajo el pie derecho esto se siente muy seguro, y en poco tiempo uno domina las distancias y los tiempos en que se debe viajar sobre el carril de vuelta. La acompañante (mi esposa) no logró acostumbrarse, especialmente por su relativamente limitada visión (optó por llevar el asiento regulado en posición baja) además de no tener un panorama completo. Así que ella se tomaba de la agarradera sobre el marco de ventanilla, y con eso (y una plegaria para adentro) lograba sobrepasar el temible momento del sobrepaso. Atrás nuestros hijos relajaban, viendo el campo o durmiendo.

EL ritmo y las velocidades medias mejoraron en el tramo Azul-Sierra de la Ventana, ya que la ruta se vuelve paulatinamente más tranquila, poco transitada y levemente ondulada. Los camiones y pick-ups se ven esporádicamente, y muy raramente nos cruzamos con alguna máquina agrícola transitando a baja velocidad, ocupando todo el ancho (y un poco más) de la vía.

Pasando Olavarría ya uno se interna en el sistema de Sierra de la Ventana, y las alturas de la serranía circundante se vuelva mayor y más abundante. Mencionaba el ritmo de marcha, algo que sería muy bien acompañado por el control de crucero con el que cuenta este vehículo, sin embargo, decidí prescindir de esta ayuda, puesto que en el tramo de Ruta 3 fue innecesario debido a los constantes adelantamientos. En este segundo tramo del camino (Ruta 51 y Ruta 76) se presta perfectamente para crucerear, pero, debido a las leves pendientes de ascenso y descenso, el sistema regula la marcha sin hacer aprovechamiento de la inercia, por lo que el vehículo restringe su velocidad en el ascenso, así como desaprovecha la aceleración natural que provee una pendiente en descenso. Por otro lado, tras superar un vehículo lento como un camión, uno debe desconectar la velocidad de crucero, y cuando se dispone a recuperarla, si el vehículo lo hace por sí mismo el sistema imprime una gran aceleración, perjudicando los consumos medios, instalando picos que afectan la cifra final. Rondamos los 8,1 litros cada 100 km a una media de 120 km/h. El placer y entretenimiento a bordo fue obtener estos valores observando con la visión periférica el tablero con datos, donde se muestra el consumo absoluto y el consumo instantáneo, gracias a una gráfica donde se superponen dos cuadrantes. Uno azul y otro verde, respectivamente. Llevar paralelos ambos consumos parece algo estúpido como pasatiempo, pero ayuda a la conciencia sobre el consumo y a la forma en la que el motor se comporta, además de brindar una inocente forma de pasar el rato.

El tablero digital es algo anodino, con cuadrantes bastante pequeños que muestran las rpm, y la velocidad, además de cifras digitales y otros datos. Nada del otro mundo. Nada llamativo, pero eficiente al fin.

El techo solar de gran amplitud no fue de mucha utilidad, abriéndolo en contadas ocasiones para hacer ingresar algo más de luz al habitáculo. El clima se tornó lluvioso y el paisaje serrano tomo un color grisáceo, donde predominaban las pasturas quemadas después de tanta seca, además de las ramas desnudas de los árboles que perdieron su follaje por la estación invernal. Un paisaje algo nostálgico, más si uno lo conoció con la exuberancia del verano. Pero es una imagen que invita a la distensión y a gozar de cada segundo, sea viajando por él o contemplándolo, con los dos pies sobre la tierra. Si además uno permite que el aire de la sierra ingrese directo al aparato respiratorio, se asegura un knock-out en breve.

La lluvia llegó y suspendió todas las actividades de caminata y escaladas o trekking. Pero ese no era el plan original ya que mi reciente convalecencia podía incluir conducir para restablecerme, más no esfuerzos físicos desmedidos. Además, la familia no suele incursionar en estos menesteres, así que no echamos en falta el senderismo serrano. Ya volveremos en estaciones más cálidas y con mejor disposición. La alternativa fueron los paseos a las cercanas Villa Ventana y a la residencia en la misma Sierra de la Ventana y Villa Arcadia concretamente, donde se puede oir al pasto crecer. La lluvia no hizo sino acentuar este efecto narcotizante, tan necesario para poner un punto y seguido, después de días tan complicados en la Capital.

Este fue un prolegómeno de las vacaciones de invierno escolares, por lo que cayeron en el momento justo. El vehículo se comportó como debía, sin someterlo a exigencias extra como sacarlo del asfalto. Las pocas veces que lo hicimos fue para transitar calles de tierra, perfectamente compactada si bien húmeda o con leve barro, sin charcos ni anegamientos desafiantes. Esta 4x2 con rodado de perfil bajo no invita a aventuras extremas, y estas no estaban en nuestros planes. Sin embargo, la última noche, previa a nuestra partida, solo nos quedaba cenar en un restaurante, y emprender un regreso de unos minutos de ruta en la oscuridad de la noche, con leves lloviznas, nada del otro mundo. Quiso la suerte y la racha que últimamente trae Motor1 en sus pruebas, que la Compass sufriera la pinchadura de su rueda delantera derecha, justo antes de salir a la oscura ruta. Transitando la última zona iluminada nocturna, se confundieron los sonidos de advertencia por desprendimiento del cinturón de seguridad de mi esposa (debía acomodar algo); y también sonó y mostró el tablero la total pérdida de presión del mencionado neumático. El vehículo de prueba ya traía un defecto de funcionamiento: un dato faltante en el display de información sobre el neumático trasero izquierdo, así que íbamos atentos. Solo fue llevarlo a un lugar seguro e iluminado que no obstruya el tránsito y proceder al cambio de rodado. La providencia nos trajo a un ángel venezolano que pasaba por ahí manejando un Chevrolet Corsa algo avejentado. Su buena voluntad y conocimiento, además de una actitud servicial, nos facilitó el cambio además de proporcionarnos su crique cocodrilo, más pesado y apto para alzar al SUV.

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Media familia dentro del SUV, en marcha y con calefacción encendida; mientras la otra mitad toma fotos y dispuso todo para un cambio de ruedas lento pero seguro.

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Lo más pesado que tenía planeado instantes antes de esta foto era hacer una digestión. El kit de recambio de ruedas original de fábrica de la mayoría de los vehículos, por no decir todos, es mínimo en sus prestaciones. 

Con el crique pantógrafo original de la Compass y el otro que acercó este noble hermano sudamericano, más dos piedras que estaban a mano, logramos apuntalar correctamente a la Jeep y proceder. Realmente necesitaba que así sucediera, ya que hacían solo dos días que había estado en una cama de hospital.

El regreso fue tranquilo, habiendo calibrado a 35 libras las cuatro ruedas, y rogando encontrar una gomería. No fue posible pues el viaje transcurrió en domingo y en feriado del Nueve de Julio. Al pasar la localidad de Las Flores comprendimos que los últimos 178 km transcurrirían como los otros 369; sin ver a ningún tipo de reparación de neumáticos. Los primeros km fueron con precaución, pero luego de restablecida la confianza, pudimos tomar ritmo y no detenernos hasta llegar a casa.

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Días grises de bajo contraste en un paisaje que invita a la calma y reflexión. Un rincón mágico de la provincia de Buenos Aires.

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Un poco de barro y nada más. Los neumáticos de perfil bajo y una defectuosa información sobre la presión de las ruedas en el tablero de instrumentos pueden alterar los planes de un viaje familiar. Por suerte hay auxilio de igual medida.

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Buen consejo: apartarse solo unos metros del asfalto

Con la bici se puede ir mejor por las pendientes y el ripio

Semana 3 - Carlos Sueldo

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Recibí la Compass T270 de manos del propio Paul “Coloflow” Szebezta, que ya la había manejado en su largo periplo por Termas de Río Hondo que ya contó en el segundo mes y en formato de video (ver acá). Abusándome un poco de su generosidad y buena predisposición, propuse como punto de encuentro el Aeropuerto de Ezeiza, adonde yo llegaba de madrugada de regreso de un viaje al exterior. Así que antes que nada hago público mi agradecimiento al Colo, que aceptó sin ninguna queja hacer de Uber muy temprano a la mañana, en un día gris y lluvioso.

No lo veía en persona desde hacía largo tiempo, mucho antes de convertirse en la estrella del Ranking Motor1. Sin embargo recordaba su estilo de manejo “potente” (por así decirlo), que lo incitaba a llevar al límite aquella Kangoo Furgón que tenían para el negocio familiar.

Con ese recuerdo y algo de prejuicio, se me dio por imaginar que recibiría a una Compass “con la lengua afuera”, o al menos con algunos signos de desgaste después de cientos de kilómetros bajo el pie pesado y las manos afiladas de un piloto profesional, acostumbrado a llevar las máquinas al límite.

Evidentemente fue sólo sugestión mía: no noté nada fuera de lo común en la actitud de la Compass, salvo que estaban desconectados el asistente de control de carril y los sensores de estacionamiento, que para el Colo eran muy “invasivos”. El ESP en cambio estaba conectado, pero sospecho que también lo habrá probado en Off en varias ocasiones.

En el pase, el Colo me hizo un rápido checklist de la unidad: el defecto en el sensor de presión de neumáticos de la rueda trasera izquierda (que ya señalara Orly en el primer mes); una aparente pérdida de aire en la rueda delantera del mismo lado y una aclaración: “Ah, y está muy sucia, porque la Compass recién vuelve de viaje”.

“No hace falta que lo digas, Colo”, pensé, pero claro que no dije nada por cortesía (encima que me van a buscar al aeropuerto, ¿me iba a quejar?). Lo cierto es que la mugre (al menos por fuera) no era barro pesado ni alguna otra cosa similar, si no que era producto de varios días de ruta y de la persistente llovizna que aún caía esa madrugada. Y no sé usted, querido lector, pero yo estoy convencido de que los autos funcionan mejor cuando están limpios.

Por eso, lo primero que hice ese día fue llevarla a lavar. Y luego volví a prestar atención a las otras dos advertencias del Colo: tuve que poner aire en dos oportunidades a la rueda delantera y convivir con el aviso de falla del sensor de la trasera.

Pero además, a la lista de fallas comprobé luego un malfuncionamiento (probablemente por falta de pilas del control) de la llave de apertura remota, más un aviso en el tablero que alertaba de la necesidad de cambio de aceite del motor. En los últimos dos días de pruebas noté también que emitía demasiado humo por el escape, con lo cual deberá ir directo al service para revisión total.

Más allá de esos percances circunstanciales, me dispuse a hacer una lista de las falencias que notaría en la Compass, o mejor dicho, de las cosas que a mi gusto no me convencían.

En rigor, los registros fueron muy pocos. En primer lugar, una cierta sequedad en el andar, especialmente en pavimentos ásperos o rugosos como los de algunas zonas del conurbano bonaerense por donde anduve. Esto sin dudas es atribuible a los neumáticos de perfil bajo (235/45) rodado 19” que lleva; y es algo que ya había advertido Jero Chemes en su crítica de fines de 2021. Sin embargo no recuerdo haber notado la misma aspereza en la versión 2.0 Limited Plus Turbodiesel (leer nota). 

De todos modos, el confort de marcha en general me pareció excelente, con suspensiones de buena calibración que compensan en parte la dureza de las gomas, y que incluso en algunos trayectos de ripio y terreno irregular me hacían olvidar que tenía que andar con cuidado de no pisar nada muy filoso o con puntas.

En segundo lugar, algo que sí es un reclamo: la falta de iluminación de la botonera que se encuentra abajo de la pantalla de la consola central.

Son botones para diferentes comandos como desconectar el auto start-stop, el asistente de carril, sensores de estacionamiento, accionar balizas o el Park Assist. Y si bien me parece muy buena la ubicación en ese lugar (que fue parte del restyling con el que llegó esta versión T270 en septiembre de 2021) cuesta identificarlos de noche, ya que sólo tienen luces testigo que indican si están activados pero no se puede ver cual es cual. Incluso tardé bastante en acostumbrarme a ubicar el botón de las balizas, que es el que más uso se le da.

Por último, un punto que no es del todo una crítica, tiene que ver con el comportamiento a baja velocidad. Y es que la respuesta del motor a bajo régimen parece haber sido modificada desde aquella prueba que hizo Jero. Me dio la sensación de que el turbo se activaba apenas pasaban las 1200 vueltas, por lo que se me hacía algo difícil moverme entre 20 a 10 km/h o menos. Es que en autos con caja automática yo acostumbro a dejar que avance “sólo” a la velocidad del motor regulando, por ejemplo si estoy buscando un lugar para estacionar o en medio de tráfico pesado.

También me pasaba en algunas maniobras de estacionamiento donde la fuerza del motor en ralentí no alcanzaba para salir de la inercia desde detenido: presionaba levemente el acelerador, pero si me pasaba un poquito se iba a muchas vueltas y hacía pequeños “respingos”.

Lo mismo en situaciones de detenciones frecuentes. A mí me gusta combinar la función “Hold”, para no tener que mantener apretado el freno en las paradas momentáneas, con el sistema Start-Stop. De ese modo, al ponerse en verde el semáforo sólo un pequeño toque al acelerador basta para que se encienda el motor y comience a avanzar en ralentí, muy despacito.

Pero en varias ocasiones me pasaba que el motor se volvía a encender con apenas tocar el volante mientras seguía detenido, así que cuando ya quería empezar a avanzar debía apretar de más el acelerador, produciendo de nuevo ese pequeño respingo.

Otra cosa que me costó acostumbrarme fue a sacar el freno de mano electrónico antes de salir. Este se activa automáticamente al poner la palanca en P, pero para desactivarlo hay que pisar el freno como lógica medida de seguridad. El problema es que a veces uno se olvida y presiona el acelerador pensando que necesita un poco más de revoluciones para avanzar, pero entonces se produce un momento de confusión mental hasta que atinamos a primero pisar el freno de pedal y luego sacar el de mano.

Por otro parte, me sorprendió gratamente que tiene dos botones distintos para el control de velocidad crucero y el crucero adaptativo. Es decir, se puede optar por el primero, que mantiene convencionalmente la velocidad que uno indica; o bien activar desde otro botón el crucero adaptativo que tiene a su vez cuatro niveles de distancia respecto al auto delantero, que se setea desde otro botón.

Coincido con Jero y con el Colo en que el control de mantenimiento de carril es algo molesto, pero la verdad es que funciona bien, y en todo caso se puede desactivar fácilmente con un botón físico, debajo de la pantalla. (Aunque como ya dije, no tiene luz, así que si es de noche tendrás que acordarte qué tecla del “piano” es la que corresponde).

Finalmente, después de varios días de uso y varias situaciones similares en que sentí lo mismo, me siento en autoridad para un último reclamo: harían falta unos portavasos extraíbles en los dos extremos de la consola. Estos resultarían mucho más útiles que los que están en el centro abajo del apoyabrazos, que son chicos e incómodos y suelen estar ocupados con llaves, golosinas, billetera, celular, etc.

Luego de tres meses de convivencia con el equipo de Motor1, fui el encargado de devolver a Stellantis la Compass T270, con el odómetro en 73.700 kilómetros. Fueron poco más de 500 kilómetros los que recorrí desde que me la pasó el Colo; la mayoría en calles o tramos cortos de autopista. El consumo promedio en todo ese tiempo no superó los 9,6 litros cada 100 km. En ese sentido me pareció muy útil la información de consumo instantáneo, que se puede configurar para ver como un reloj con varios indicadores gráficos en el centro del tablero digital.

No pude evitar sentir que iba a extrañarla. Ya me había acostumbrado a moverme en mis circuitos habituales con un vehículo que cuando lo necesitaba podía comportarse ya sea como un auto compacto, como una SUV con buen despeje y suspensiones bien calibradas; o a tener a disposición una excelente aceleración cuando necesitaba agilidad y entrega de torque, o en general a la enorme comodidad de contar con un nivel de equipamiento de confort y seguridad de lo más completo.

Según me informaron, esta unidad próximamente sería desvinculada de la flota de Stellantis, así que supuse que el test de larga duración de Motor1 sería el último test drive que sufriría. Entonces volví a imaginarla cansada después de tantos kilómetros con periodistas poniendo las manos en su volante. Me alegré por ella y le deseé un merecido descanso y una feliz adopción por parte de su futuro propietario.


Semana 4 - Carlos Cristófalo

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Antes de que "Charly Suelto" devolviera la Compass de manera nostálgica, pude pasar unos días con ella para poder cumplir con el clásico que cierra todas las críticas de larga duración: ¿sale un Análisis F.O.D.A.?

* Fortalezas: Es un Jeep y, como todos los vehículos construidos en la planta de Pernambuco (Toro, Renegade, Rampage y Commander), son robustos y se adaptan muy a las realidades de nuestros caminos. Tiene aceptable calidad de terminación y el equipamiento de seguridad es muy completo.

* Oportunidades: La Compass es la única SUV en este Segmento C (compacto) que sigue apostando a motorización turbodiesel y tracción integral. La versión Trailhawk es muy cara, pero Jeep debería aprovechar esta exclusividad para lucir más su legendaria fama de "experto en off-road".

* Debilidades: La Compass ya tiene seis años en nuestro mercado, pero acumula un total de ocho a nivel global. Necesita con urgencia un relevo, sobre todo porque compite en un segmento donde todas sus competidoras ya ofrecen productos más modernos.

* Amenazas: La inflación, la devaluación, las restricciones a las importaciones y los impuestos internos colocan en una posición de amenaza constante a la disponibilidad de entrega de esta Compass importada de Brasil. Su presencia en nuestro mercado depende de manera casi exclusiva de que se mantenga el ritmo de exportaciones y compensación de divisas que permite el Fiat Cronos fabricado en Córdoba. Y también depende del humor de los funcionarios de turno.


Estadísticas

* Fecha de ingreso de la unidad: Junio 2023

* Kilómetros recorridos en el primer mes: 3.743

* Kilómetros recorridos en el segundo mes: 1.245

* Kilómetros recorridos en el tercer mes: 3.150

* Consumo promedio registrado: 9.1 l/100km

* Problemas registrados desde el inicio de la prueba: Pinchaduras en rueda delantera izquierda y trasera izquierda. El sensor de presión de neumático de la rueda trasera izquierda tira error desde que nos entregaron la unidad. Mensaje de “Solicitar cambio de aceite”.


Galería: Crítica de larga duración Jeep Compass T270 4x2 Segundo mes

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