Fotos de Charlie Mainardi
Backstage: Renato Tarditti y Orly Cristófalo
* Nota publicada originalmente en la Revista Miura #18
Un cafecito con Roland Barthes
Más que una crítica, esta nota es un ensayo (ver definición). El nuevo modelo de DS apunta al segmento de los hatchbacks premium. ¿Pero qué es un DS? Lo charlamos con el autor de “Mitologías”.

Texto de Carlos Cristófalo
Son las cinco de la mañana de un domingo de agosto y estamos en el barrio más francés de Buenos Aires. El director Renato Tarditti y el fotógrafo Charlie Mainardi eligieron la Plaza Pellegrini de Recoleta para retratar al nuevo DS 4. En esta madrugada fría los asisten Noelia Otero (iluminación) y Orly Cristófalo (logística y backstage).
El flamante hatchback para el Segmento C (compacto) de la marca con posicionamiento premium del Grupo Stellantis se siente a sus anchas en este ambiente afrancesado.
Al fondo se aprecia el Palacio Ortiz Basualdo, donde hoy funciona la Embajada de Francia en Buenos Aires. A su izquierda, el Palacio Pereda: está inspirado en el Museo Jacquemart Andrè de París, aunque hoy es la sede de la Embajada de Brasil. El escenario de la producción de fotos para esta tapa de MiuraMag lo completan edificios de departamentos con influencias galas. Hay un poco de todo: desde racionalismo de fines de los años '30 hasta un par de fachadas de 1950.
Esta producción de imágenes va a tomar unas cuántas horas y mi único trabajo en esta madrugada es mover el auto de acá para allá, a las órdenes de Renato y Charlie.
En los tiempos muertos, me traje un librito para leer. Es una edición de bolsillo de “Mitologías”, el famoso compilado de artículos periodísticos escritos entre 1954 y 1956 por el crítico francés Roland Barthes. Es una serie de entretenidos ensayos que analizan la cultura, usos, costumbres y pensamientos dominantes de los años de la postguerra en Europa.
Entre ellos, se encuentra el texto llamado “El nuevo Citroën”. Resulta que, en octubre de 1955, Barthes asistió como periodista al Salón de París, donde cubrió el lanzamiento de uno de los autos más revolucionarios de todos los tiempos: el Citroën DS 19. Es el padre de la ahora independiente marca DS Automobiles, que ya ofrece en la Argentina varios modelos, incluyendo al DS 4 que estoy manejando en esta madrugada porteña.
No es la primera vez que leo “Mitologías”. De hecho, la edición de bolsillo que tengo es un ejemplar que compró en 1997 la mujer de mi vida, Dolores Bulit: “Fue el libro más divertido que leí en mis cinco años en la Facultad de Comunicaciones. Lo estudié completo en las fotocopias horribles de la UBA y siempre quise tener un original en la biblioteca”. Fue gracias a Barthes que nos enteramos del significado de la sigla DS. En una nota al pie del libro, el traductor al castellano, Héctor Schmucler, escribió: “El modelo de Citroën DS es designado por la unión fonética de las dos letras que, en francés, coincide con la palabra ‘diosa’ (‘déesse’). El juego de palabras resulta posible si se tiene en cuenta que, en la lengua original, ‘automóvil’ (‘voiture’) es un sustantivo femenino”.
Por eso, mientras espero las órdenes del fotógrafo, me tomo un cafecito a la distancia del tiempo con Roland Barthes y releo (con algunos apuntes propios) su crónica del Salón de París de 1955. El diálogo imaginario se reproduce a continuación.
Roland Barthes: "Se me ocurre que el automóvil es, en nuestros días, el equivalente bastante exacto de las grandes catedrales góticas. Quiero decir que constituye una gran creación de la época, concebido apasionadamente por artistas desconocidos y consumido a través de su imagen, si no de su uso, por un pueblo entero que se apropia, en él, de un objeto absolutamente mágico".
Carlos Cristófalo: No podría estar más de acuerdo, Don Roland. Siempre digo que el automóvil es el mejor invento de la Humanidad. De chicos lo usamos como un juguete y en la edad adulta lo consumimos como un medio de transporte, pero lo seguimos disfrutando -con desfachatez infantil- como el mejor de los chiches. ¿Mágico? Sin dudas.
R.B.: "El nuevo DS 19 cae manifiestamente del cielo por el hecho de que se presenta, antes que nada, como un objeto superlativo. No hay que olvidar que el objeto es el mejor mensajero de lo sobrenatural, ya que en él se encuentra fácilmente, a la vez, perfección y ausencia de origen, conclusión y brillantez, transformación de la vida en materia (la materia es mucho más mágica que la vida), y -para decirlo en una palabra. un silencio que pertenece al orden de lo maravilloso".
C.C.: Yo también me hubiese quedado estupefacto al ver el primer DS 19 en la París de 1955. Nació como el reemplazante del Traction Avant y tenía un diseño futurista, casi galáctico. Aún hoy es uno de los autos más elegantes y carismáticos del mundo. Además, era un perfecto compendio de tecnologías revolucionarias: los sistemas hidráulicos no sólo operaban la dirección y los frenos, también permitían el suave funcionamiento de la suspensión, el embrague y la transmisión. Tenía una suspensión autonivelante e independiente en las cuatro ruedas, que permitía algo impensado para su época: combinar un suave confort de marcha a velocidades tranquilas, con una puesta a punto más firme cuando se lo manejaba de manera aguerrida. Pauli Toivonen ganó el Rally de los 1000 Lagos de Finlandia con un DS19 en 1962 y dijo: “Saltar con un auto de rally nunca fue tan cómodo y relajado”.
R.B.: "La ‘Déese’ posee todos los caracteres (al menos el público se los otorga unánimemente) de uno de esos objetos descendidos de otro universo, que alimentaron la neomanía del Siglo XVIII y de nuestra ciencia ficción: el DS es ante todo un nuevo Nautilus. Por esta razón la gente se interesa más por sus líneas que por su sustancia. Como se sabe, lo liso es un atributo permanente de la perfección, porque lo contrario revela una operación técnica y profundamente humana de ajuste: la túnica de Cristo no tenía costura, así como las aeronaves de la ciencia ficción son de un metal sin junturas".
C.C.: Acá es donde el nuevo DS 4 se separa de la filosofía “lisa” del primer DS. Su silueta es una sucesión de pliegues, músculos y nervaduras. Fue desarrollado sobre la Plataforma EMP2 que usan los nuevos Peugeot 308 III y 408 Crossover, además del Opel Astra de nueva generación. De hecho, el “Cuatro” es el primer DS fabricado en Alemania (¿qué diría el francés Roland?). Se produce en la misma planta de Opel en Rüsselsheim am Main, donde comparte línea de montaje con el Astra. El DS 4 mide 4.4 metros de largo y tiene dimensiones más generosas que sus rivales en el segmento premium. Acá hay que mencionar a otros competidores, cuyas carrocerías tampoco se parecen en nada a la “Túnica de Cristo”: Audi A3, BMW Serie 1 y Mercedes-Benz Clase A.
R.B.: "El DS 19 no aspira a ser pura envoltura, aunque su forma general sea muy envolvente. Con todo, lo que más interesa al público son sus ajustes: se palpa con furia la juntura de los vidrios, se pasa la mano por las anchas canaletas de caucho que ajustan el vidrio trasero a los bordes niquelados. Existe en el DS la insinuación de una nueva fenomenología del ajuste, como si se pasara de un mundo de elementos soldados a un mundo de elementos yuxtapuestos, que se sostienen en virtud de su forma maravillosa, lo que, por supuesto, introduce la idea de una naturaleza más sencilla".
C.C.: Si lo sorprendió la calidad de fabricación del DS 19 francés, tal vez Roland debería ver los detalles de terminación del DS 4. No es que tenga nada contra los franceses, pero la calidad alemana de esta ‘Déese’ moderna es superior que en otros modelos de la marca. Todo eso se combina con un interior típico de DS, donde se ofrece mucha tecnología (hay tres pantallas que rodean al conductor, de las cuales dos son táctiles), en combinación con detalles de diseño bien barrocos. Como en el Nautilus que menciona Barthes, hay tantos controles, botones y perillas de diseño variado que hay que hacer un Curso de Submarinista para aprender la ubicación y función de cada comando. Sin embargo, diferencia del batiscafo de Jules Verne, abunda el espacio interior y la cabina es muy luminosa (sobre todo en esta versión Trocadero, con techo panorámico).
R.B.: "Es posible que el DS marque un cambio en la mitología automovilística. Hasta ahora el coche superlativo se vinculaba más bien con el bestiario de la potencia. Con el DS se vuelve a la vez más espiritual y más objetivo; y pese a algunas concesiones neomaníacas (como el volante hueco) se nos muestra más familiar, más acorde con la sublimación de los utensilios que se encuentran en las artes domésticas contemporáneas. El tablero de mandos se parece más a la mesa de trabajo de una cocina moderna que a la central de una fábrica, las delgadas aletas de chapa opaca, ondulada, las palancas pequeñas con bolas blancas, los indicadores luminosos tan sencillos, incluso la discreción del niquelado, todo revela una especie de control que se ejerce sobre el movimiento, concebido ahora en función de la comodidad más que de los resultados".
C.C.: Transcurrieron casi 70 años, pero la filosofía del DS 4 es la misma de la ‘Déese’ que describe Barthes. Bajo el capot tiene un motor 1.6 turbonaftero (215 cv y 300 Nm), pero nadie que lo maneje podría definir a este auto como “deportivo”. De hecho, la caja automática de ocho velocidades podría ser descripta incluso como “agabachada”. Acelera de 0 a 100 km/h en 8.7 segundos y alcanza los 220 km/h, pero las altas prestaciones no son lo suyo. Su planteo más bien es urbano y rutero: puede viajar a buen ritmo y con consumos razonables (gasta una media de 8.5 litros cada 100 kilómetros), pero no es ningún “bestiario de potencia”.
R.B.: "Pasamos a todas luces de la alquimia de la velocidad al deleite de la conducción. Da la impresión de que el público hubiera adivinado de manera admirable la novedad de los temas que se le proponen: en primer lugar, sensible al neologismo (una adecuada campaña de prensa lo mantenía alerta desde hace años), se esfuerza rápidamente por incorporar una conducta de adaptación y utilitarismo ("Hay que habituarse a la novedad"). En las salas de exposición, se visita el coche con aplicación intensa y amorosa: es la importante fase del descubrimiento táctil, el momento en que la maravilla visual va a sufrir el asalto razonador del tacto (porque el tacto es el más desmitificador de los sentidos, al contrario de la vista, que es el más mágico). Se tocan las chapas y las junturas, se palpan los tapizados, se prueban los asientos, se acarician las puertas, se manosean los almohadones; frente al volante, se simula conducir con todo el cuerpo. Ahora el objeto ha quedado totalmente prostituido, apropiado: venido del cielo de Metrópolis, en un cuarto de hora el DS ha sido mediatizado y cumple, en este exorcismo, el gesto específico de la promoción pequeño burguesa".
Termino de leer a Barthes y veo que ya está amaneciendo. Tarditti y Mainardi siguen inmersos en la tarea de encuadrar, fotografiar, chequear el resultado en la compu, ajustar luces y volver a gatillar. Es el preciso instante cuando el DS 4, como dice Barthes, está siendo “mediatizado”.
La mañana está fresca. Me acomodo en la butaca, enciendo la calefacción del asiento y me sumerjo en mi deseo pequeño burgués: “Qué bien me vendrían un cafecito y un croissant…”
C.C.
Fotos: Ch.M, R.T. y O.C.
* El texto de Roland Barthes se reproduce por gentileza de Siglo Veintuno Editores.
** Este ensayo se completará en breve con una crítica en pista del Ranking Motor1.
Galería: DS 4 - Producción para MiuraMag
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