Texto y fotos de Jerónimo Chemes

La increíble saga de “La Guerra de las Galaxias”, que nació cuando yo era chiquito, nos llevó de paseo por lugares inimaginables. Desde los gloriosos tres primeros episodios hasta las ridiculeces de los spin-off recientes (producto de la necesidad de facturar de Disney donde todo es pantalla verde y desconocidos), la historia nos paseó por miles de aventuras que trascienden las generaciones. A mis casi 50 las veo con mi pequeño hijo de 11 y ambos nos transportamos con los personajes, en algunos casos muy entrañables.

En esta locura de capítulos, sagas y demás han aparecido y desaparecido cientos de personajes. Algunos muy fuertes y eternos, como Han Solo, y otros bastante insulsos como el imbancable Jar Jar Binks, que tuvo la misma efectividad que Ginés tratando de controlar el virus.

Dentro de la historia hay dos personajes que trascienden el tiempo. Uno es Chewacca -el noble y peludo Wookie que se ganó el corazón de todos y quien se le entiende más que a mi cuando hablo- y el otro no es un “ser viviente”. Es una nave: el Halcón Milenario.

A lo largo de la historia, el Millenium Falcon estuvo siempre presente. Peleó todas las batallas. Se enfrentó a los más malos de los malos (y ganó), saltó al hiperespacio cientos de veces y salvó a la Princesa otras tantas. El mejor dúo de Star Wars (Han Solo y Chewacca) viajaban en una nave que no era de vanguardia ni la última tecnología (pero sí muy noble y confiable), la cual les permitió vencer a los malos y al tiempo.

El Halcón Milenario trasciende las épocas.

Bueno, las pick-ups full-size son un poco como el Millenium Falcon. Son “naves espaciales” que sobrevivieron a las modas y trascienden al tiempo. Las monstruosas cifras de venta de las Tres Grandes de Detroit (las marcas japonesas no mueven el amperímetro en este segmento) son tan pavorosas que se necesitan a todas las medianas juntas de todas las marcas vendidas en todos los mercados del mundo para emparejar las cifras.

El nivel de perfección y eficiencia al que han llegado es sencillamente inimaginable. Pensar que vehículos tan simples y grandes puedan ser tan eficientes, cómodos, emocionantes y seguros era impensado hace 10 años. Los avances son tantos y tan grandes que las full-size definitivamente son, a pesar de sus años, la vanguardia del mercado de chatas. Por años luz de distancia.

A pesar de que las pick-ups medianas hoy son extraordinarias, están a varios hiperspacios de distancia de las full-size.

¿El V6 de Amarok acelera? ¡Claro que sí! Pero al lado de los V8 de las full-size pasa vergüenza. ¿Las Hilux y Ranger son robustas? Por supuesto, pero parecen de papel cuando se las estaciona al lado de una full-size.

En la Argentina, después de haber quedado desierto el segmento durante años, Ram lo revivió y se ganó con justicia su lugar en el mercado. Hace un año y medio Ford Argentina revivió el mito de la Serie F y los clientes tienen que esperar meses para conseguir una unidad. Y esas ventas no se lograron a costa de Ram: la chata de Stellantis sigue vendiendo muy bien. No se están disputando el mercado: lo están agrandando.

Es que las full-size, dónde llegan, aplastan. Vencen al tiempo. Y siguen siendo la absoluta vanguardia de la industria: en nuestro mercado hay nafteras y diesel, pero en otros países también hay híbridas y 100% eléctricas. Algunas son fabricadas con chapa y otras con aluminio. Todas montan tecnologías que son de ciencia ficción.

En el pasado tuve la oportunidad de poder manejar la monstruosa F-150 Raptor (leer nota), la confortable F150 Lariat (leer nota) y la titánica Ram 2500 Laramie (leer nota). Las tres chatas me dejaron marcas imborrables en el alma.

Cada nueva generación de estas pick-ups trae mejoras, nuevas tecnologías y más soluciones para seguir siendo la vanguardia en materia de chatas. Pero en algo ya no pueden mejorar las full size.

Al igual que el Halcón Milenario, ya vencieron al tiempo. Ganaron todas las batallas.

Por eso, cada vez que me subo a una full-size siento que no voy a escribir una simple crítica. Voy a volver a saltar al hiperespacio en las naves de mis sueños.

La crítica completa se publicará la semana que viene.

J.Ch.

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