La pick-up Jeep Gladiator no es un vehículo normal. Y, por eso, todos en el staff de Autoblog la quisieron manejar. La crítica completa de Orly Cristófalo (nuestro Jeepólogo de cabecera, ya se publicó acá).

Y ahora completamos el análisis con los textos de Jerónimo Chemes (crítico de vehículos comerciales), Jacinto Campos (crítico rural) y Carlos Cristófalo (editor del blogcito).

Sus opiniones se publican a continuación

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OPINA JERÓNIMO CHEMES


Más allá de su innegable estilo disruptivo y look cool, mis expectativas con la Jeep Gladiator Rubicon (285 cv, 99 mil dólares) eran tan altas como su precio. Pensé: “Estos pibes hacen el Wrangler. Estos pibes hacen la Compass Trail Rated. Estos pibes ponen un V6 naftero grande. Estos pibes ponen Sway Bar y bloqueo de diferencial en los dos ejes".

Cuando me enteré lo que costaba pensé que era una barbaridad, pero que había que esperar porque al manejarlo realmente podría ser otra cosa que justifique ese precio. Vos manejás una Ford F-150 Raptor (456 cv, 90 mil dólares) y realmente es otra cosa. No es mejor que la F-150 Lariat: es directamente “otra cosa”.

Bueno, mi decepción fue tan grande como el precio. Esperaba tanto que me defraudó fuerte. Veamos porqué.

Más allá de tener la onda rústica del Wrangler, con todo desmontable y preparado para que entre agua polvo y barro, los materiales me parecieron que no están a la altura de su valor. Probé chatas argentinas, brasileñas, mexicanas, tailandesas y esta es la primera mediana origen USA que manejé.

La terminación apenas cumple, lo cual habla muy bien de nuestra industria nacional de pick-ups. No es mejor que las medianas tope de gama argentinas. El equipamiento de confort no descolla. El habitáculo es chico, especialmente atrás. La pantalla es muy parecida a la de la Compass. Los asientos son manuales (como se sacan las puertas y se va a llenar de agua, es lógico que no tengan ajustes eléctricos), la manija para reclinar el respaldo es una cuerdita y los levantavidrios ni siquiera tienen one-touch para subir. Más allá del diseño y lo cool que sea este Jeep, no es nada del otro mundo.

El motor es un demonio: un amor de progresividad y carácter. Empuja todo y todo el tiempo. Es simple, no tiene turbo y va a durar muchos años. Tiene potencia (mucha) y torque (menos, pero igual mucho), pero el torque está muy arriba, por ser naftero. Eso sí: los consumos son monstruosos y funcionando a bajas vueltas cualquier turbodiesel con más de 2.8 litros lo supera.

Por último, la gran desazón: en off-road esperaba un infierno total. Y me encontré con un vehículo con muy poco torque en baja y que no desconecta el ESP por completo si no está conectada la reductora. Por Dios, Jeep: ¿qué les pasó?

Lo bueno es que viene de serie con tacos de barro, lo que le brinda un plus total de tracción fuera de camino, aunque el andar en asfalto se sufre bastante más. El bloqueo de diferencial delantero y la Sway Bar (exclusivos en su segmento, muy bien) es de enorme ayuda en caminos de trepada, tipo trial (como pueden ser el Rubicon Trail o el Mohab).

El precio de la Gladiator no resiste análisis. Vale lo mismo que tres pick-ups medianas tope de gama nacionales. Es la pick-up mediana más linda y cool, pero no es mejor compra que una mediana nacional.

No me malinterpreten: si los tuviera, pagaría 100 mil dólares por un Wrangler Rubicon. Eso sí es otra cosa. Pero esta pick-up Gladiator no me convenció.

J.Ch.

Jerónimo Chemes y la Gladiator.

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OPINA JACINTO CAMPOS


En el invierno del año pasado, cuando pasaba la Cuarentena en soledad en el campo, sin nadie de Autoblog que viniera a ralear mi población de corderos ni a saquear mi stock de leña, le escribí con nostalgia a C.C. y su troupe: “Nunca manejé un Wrangler, si alguna vez les prestan uno, no se olviden de venir a visitarme”.

Pasó el tiempo y Autoblog cumplió, aunque en parte. No trajeron un Wrangler, sino que vinieron con la nueva Jeep Gladiator. Hace muchos años, cuando ustedes no habían nacido, la Jeep Gladiator era una pick-up fabricada por IKA en Córdoba. Era un vehículo de trabajo, accesible, confiable y con soluciones de modernidad que dejaron su huella en el mercado de chatas. Aún hoy se ven muchas andando por el campo.

Les recomiendo la historia que contó Norberto Lema en esta nota.

Hoy la nueva Gladiator es otra cosa: una pick-up basada en el Wrangler, que en esta versión Rubicon cuesta 99 mil dólares. ¡Son más de 160 toneladas de soja! Por eso, la Gladiator ya no es un vehículo de trabajo. Ya no es un herramienta accesible. Es un juguete para divertirse en el campo y eso es lo que hicimos.

“¿A que no te animás a cruzar el Arroyo de las Nutrias?”, lo desafié a C.C. Es un tipo que acepta toda clase de challenges, sobre todo cuando maneja un auto que no es propio. De prestado, todos son valientes. Y se mandó, nomás.

El Arroyo de las Nutrias es un afluente del conocido Río Luján, que nace muy cerca de mi campo. Es decir que, por las mismas aguas donde los chicos de San Isidro hacen Kite-Surf, nos pusimos a navegar con la Gladiator. Es imparable en el barro. Me llamó un vecino por teléfono: el bramido del V6 peleando en el cauce del arroyo se escuchaba a media legua de distancia.

Me encantaron los neumáticos BF Goodrich con taco. Con la baja conectada, con el ESP desactivado, con el V6 tronando a fondo y esos zapatitos tan lindos, la Gladiator se mueve muy bien en el barro.

Por si pasaba cualquier cosa, ya teníamos listo el tractor y la cadena, pero no hizo falta. Acá quiero destacar que la Gladiator viene con ganchos de rescate bien robustos y muy a mano, aunque por semejante precio también debería traer de serie el gancho para remolque.

No es una pick-up lujosa. Acá la exclusividad pasa por detalles como el hecho de que se saquen las puertas y el techo. También por características importantes como el doble bloqueo de diferenciales o los ejes Dana. Son fierros para encarar cosas muy serias, no es una pick-up pensada para pasear.

A Falucho también le gustó. El cachorro se entretuvo subiendo y bajando de la caja de carga y por un rato se olvidó de la partida de su gran amigo y mentor, nuestro recordado Trotsky.

Me saqué las ganas de manejar un Jeep Rubicon. Sigo con ganas de probar un Wrangler. Es que, al final de cuentas, pareciera ser un Jeep hecho a la medida de la troupe de Autoblog: el único Wrangler que les permite volver a la República de Béccar con varios kilos de leña en la caja de carga.

J.C.

Jacinto Campos (y Falucho) en la Gladiator.

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OPINA CARLOS CRISTÓFALO


Soy un fanático confeso del Jeep Wrangler. Lo manejé en sus diferentes generaciones y hasta soy el autor de la teoría económica que indica que, comprar un Wrangler, es una inversión equivalente a adquirir un Bien de Familia. No sé si es una teoría muy rentable, pero un par de lectores de Autoblog me contaron que usaron esta nota para convencer a sus parejas de comprar uno. Bien por ellos.

Mi Wrangler favorito es el cortito, con tres puertas. Si es en la versión Rubicon, mejor aún. Por eso, me subí a manejar la enorme pick-up Gladiator con la sensación de que Jeep estaba respondiendo a una pregunta que, al menos yo, nunca había formulado: ¿por qué me interesaría una chata Rubicon?

Primera sorpresa: no tardé ni un minuto en acostumbrarme a los 5.5 metros de largo de la Gladiator. Es cierto que la mayor distancia entre ejes y los voladizos más extendidos disminuyen un poco su capacidad off-road. Y resultó frustrante descubrir que el ESP sólo se desconecta por completo al activar la reductora. La Gladiator no es tan ágil como el Wrangler 3P, pero al menos la esencia sigue intacta: motor, suspensiones, transmisiones y todos los detalles están pensados para ser castigados. En cada pieza y solución se respiran décadas de la experiencia Jeep diseñando y fabricando 4x4.

La Gladiator es una pick-up sorprendente para manejar fuera del asfalto, por eso en ruta se siente más rústica y áspera que cualquier otra chata mediana del mercado. Sin embargo, en la estancia de Don Jacinto Campos, hicimos cosas que jamás se nos hubieran ocurrido experimentar con otro vehículo, como navegar por el Arroyo de las Nutrias, escarbando en el lecho de fango con las Goodrich y los 285 caballos del Pentastar, para aumentar su calado.

Había tanta agua y barro que la primera vez que tiré la Gladiator al arroyo, instintivamente, tomé aire y lo guardé en mis pulmones (como si me estuviese zambullendo en una pileta). La Gladiator no flota, pero -con la reductora conectada- es una verdadera draga en el barro.

Además, tiene el encanto genial de ser la única pick-up descapotable (y desmontable) del mercado argentino. Sólo recordá un detalle importante: cuando salgas a navegar por el barro, no olvides colocar las puertas para evitar salpicaduras (“le pasó a un amigo”).

Su precio, desde ya, es un verdadero despropósito. Los 99 mil dólares que cuesta esta versión Rubicon la ubican incluso por encima de la otra gran pick-up-capricho del mercado argentino: la Ford F-150 Raptor, de 90 mil dólares.

Nadie va a usar ninguna de esas dos pick-ups para trabajar, pero sin dudas las tendría en mi cochera. No estoy diciendo ninguna verdad revelada: es la misma ecuación irracional que sopesaron los 100 clientes que agotaron el primer lote de Gladiator para la Argentina (algunos de los cuales seguramente se encargaron, un poco antes, de agotar también el stock de F-150 Raptor).

Eso sí, una advertencia fundamental: coleccionar pick-ups demanda mucho espacio. ¿Alguien quiere el Lamborghini Miura que ya no cabe en mi garage?

C.C.

Carlos Cristófalo y la Gladiator.

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Crítica: Jeep Gladiator Rubicon
Asfalto.

Crítica: Jeep Gladiator Rubicon
Tierra.

Crítica: Jeep Gladiator Rubicon
Barro.

Crítica: Jeep Gladiator Rubicon
Y desmontado completo.

Crítica: Jeep Gladiator Rubicon
La crítica completa de Orly Cristófalo ya se publicó acá.

Tres opiniones más sobre la pick-up Jeep Gladiator
Falucho también opinó: "¡Guauuu!"

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