Por Jacinto Campos
Al fin C.C. abrió el juego y nos prestó la nueva Volkwagen Amarok V6. Aunque sea por un ratito (no la quiere soltar).
Como no podemos con nuestro genio, la sacamos a tomar tierra y a embarrarse, como los chicos.
La Amarok V6 me hace recordar al cuento del “Patito Lindo”, ese que no era muy popular.
En el país de las chatas, siempre se consideró a la Amarok como la más cómoda, la más armoniosa e incluso la más linda de las pick-ups medianas. Pero –siempre hay uno- le “faltaba motor”. Bueno, eso ya no es más cierto: VW le dio al mercado para que tenga y guarde en materia de motorización.
Los 224 caballos se hacen sentir especialmente en el empuje: acelera de 0 a 100 km/h en 7,9 segundos. Agarrate fuerte. Y la velocidad máxima es de 190 km/h. La máxima está autolimitada, ya que hay motor de reserva para algo más.
Las levas del volante en la opción automática son un plus extraordinario, ya que a esa potencia, prenderte bien al volante es más que recomendable, especialmente si el piso es de tierra, ya que la cola te tira siempre. Ni hablar si te caés en un huellón, tapado superficialmente por una rastra pasada como una lamida –lo que no es inusual en el campo, ¿no?-.
Mis amigos de “p’ajuera” (el “ajuera” era después de la frontera o línea de fortines, donde los riesgos de la pampa salvaje eran bastantes) lo saben bien, ya que todos puntiamos como beduinos –con perdón del islamismo- cuando llueve y los caminos son una odisea.
Volviendo a la Amarok V6, destaco la visión que te ofrece el interior cuando se abre la puerta –casi un portón por lo amplia que es-. Más allá de los chiches, impresionan los asientos, por lejos los mejores del sector chatas. Ya tuvimos ocasión de hablar de esto en otras notas, ya que el cinturón no corrige ni por asomo un asiento que no te contiene. Soy temático: salgan p´ajuera y verán.
Ustedes dirán, ¿para qué sirve la velocidad en una pick-up? Bueno, hoy los campos están más interconectados, este benemérito Estado nos obliga a trabajar para él y hacer cada vez más trámites y ni te cuento cuando te llama el gerente del banco y te avisa que te entró un cheque y aún no te acreditaron el de la feria, la fábrica de leche o el cerealista. Ahí vas a ver qué buena es la velocidad –con prudencia, claro está-, rogando que no se te cruce un chancho (es de lo peor que te podés llevar puesto, es una roca y de media altura, ni lo pasas por abajo, como a un canino, ni lo tirás para arriba como a un caballo, te lo comés justo al medio de la chata y te hace pelota desde el paragolpe hasta el techo).
Las llantas de 20 pulgadas le quedan muy bien porque es una chata importante, pero las cubiertas de perfil bajo no son lo mejor para el off road. Y menos aún para el barro (viene equipada con Bridgestone Dueler 255/50R20).
La caja de carga, con la pintura especial de protección, te evita el cobertor plástico, el que siempre se mueve, deja entrar la tierra y cuando se filtra el agua es una permanente fuente de agresión a la chapa.
La caja de carga es bien amplia, ya que los guardabarros no ocupan mucho espacio. Yo pediría más ganchos para amarrar la carga. Algunos en la parte superior permitirían un mejor anclaje para llevar alguna carga con volumen y altura que, si la atás de abajo, se bambolea toda.
Lo que sí es fantástico es el “amortiguador” en el portón de la caja: ya no tendrás que ser el único que la puede abrir y así evitar el molesto “querido, me sacás las bolsas del súper de la caja, que la puerta es muy pesada…”. Amigos de la competencia: cópiense de VW.
Créase o no, la chata la prestaron con gancho de remolque y tiro: bocha y perno. No soy muy presuntuoso, pero acá en Autoblog he roto bastante la paciencia por el hecho de que vendan o presten chatas sin gancho de remolque. ¡Bien, VW!
Donde la oca retrocede un casillero es en el protector del cárter. Cuando elogiamos el de “flejes” que traían los modelos anteriores, dijimos que permitían una fácil limpieza de una pieza que se traga todo el barro y la tierra. El comentario no era sólo de “prolijo” o “limpito”, ya que nosotros somos algo reacios a la “limpieza amorosa” del tutú - cuando lo lavamos, al minuto lo ensuciamos, porque vivimos sobre caminos de tierra-.
Ese cubrecárter lo que hacía era evitar la acumulación de barro. Además, se lo veía más fortachón que la chapa que le pusieron ahora. Será una cuestión de ahorrar costos.
El barro acumulado en una pick-up puede complicar las cosas. Acelera el avance de la corrosión, desconecta cables y afecta el balanceo de las ruedas, sobre todo cuando tenemos llantas tan elegantes y vistosas, que acumulan un lodazal en su interior. El desbalanceo recién lo notás cuando salís a la ruta y ya es tarde: saliste apurado a buscar repuestos, te cierra el concesionario de maquinarias y andás por todos lados con el volante temblando como en terremoto.
Lo que no entiendo es la electrónica que trabaja con el control de estabilidad. Es como una computadora que no se puede desacoplar completamente. Es rarísimo, porque en el barro no te permite levantar velocidad ni tener el coleo, que es esencial para no caerte en una zanja. Es como que lo programaron unos ingenieros en Alemania que nunca pisaron los caminos rurales de Argentina. Quizás algún entendido nos pueda explicar esto o indicarnos si hay forma de desconectar totalmente esta “electrónica tenaz”, sin desguazar la chata, claro. Todas las veces que preguntamos nos dijeron que no se puede.
En definitiva, el V6 es una muy honrosa modificación para la Amarok, que está haciendo un esfuerzo que se nota para ganarse al público argentino. Ahora tiene un motorazo. En la ruta y viajando sobre asfalto debe ser un verdadero placer, pero si me disculpan, Jacinto vive en el campo. Prefiero una chata todo terreno.
J.C.
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