-¿Querés probar el nuevo Ford Ka durante una semana para Autoblog?
-Claro que sí.
-¿Y te gustaría llevártelo esta misma noche?
-¡Claro que sí!
-Pero, mirá, recién te lo vamos a poder dar cuando termine el evento.
-¿Y a qué hora termina el evento?
-¡Bienvenido a Tequila!
Así arrancó en Costanera Norte, el viernes a las 19, la fiesta de presentación del nuevo Ka (ver equipamiento y precios). Fue un evento descontracturado, ruidoso, ecléctico y bien de comienzo del fin de semana.
Pero el diálogo de arriba fue mucho más que una propuesta sorpresiva. Fue una manera elegante de nombrarme “conductor designado”.
Así que, mientras corrían los tragos, la cerveza, el vino y el champagne –regados con generosidad, como suele ocurrir en estas fiestas- yo miraba de reojo la hora en mi teléfono, con mi peor cara de mormón abstemio. No veía el momento de llevarme el pequeño Ka.
Mi vieja me enseñó a comerme y a tomarme siempre todo lo que me ofrecen, sin chistar. Así estoy. Al menos mi vieja –hoy de 86- está convencida de que el nene –hoy de 42- le salió “derechito”.
Así que ya te imaginarás el esfuerzo titánico que implicó rechazar una y otra vez las botellas y copas que pasaban a mi lado.
Eran de buena cosecha. Estaban a la temperatura justa. Y corrían por cuenta de alguien que no era mi billetera. Sólo a mí se me ocurre ser conductor designado en un lugar llamado “Tequila”.
Por suerte, me lo encontré a Jerónimo Chemes, el fundador de La Chata Solidaria, que fue invitado al evento por Ford Argentina. La gente de Comunicación de la marca quería conocerlo.
“Era hora”, pensé para mis adentros, recordando la tarea titánica de ayuda humanitaria que realizan desde hace años en el Impenetrable chaqueño, siempre sobre pick-ups viejas de Ford, siempre sin pedirle nada a las empresas. Siempre con el aporte de otras almas solidarias, muchas veces anónimas, iguales a Jero.
Y digo que “por suerte” me lo encontré, porque Chemes es un abstemio convencido. De hecho, creo que debe ser mi único amigo que no toma alcohol. Fue mi tabla de salvación de esa noche. La única persona con la que pude mantener un diálogo fresco.
Al verlo deambular por el boliche, con su modesto vaso de soda, sentí lo mismo que quien está encajado en medio del barro del Impenetrable, y ve acercarse -ruidosa, pero imparable- a la ya famosa F-250 Azul: “¡Salvado! ¡Alguien sobrio con quien charlar!”
Hablamos de la vida, de LCS, de nuestros hijos y de qué santas que son nuestras esposas, que creyeron eso de “el viernes a la noche tengo un compromiso en Tequila, no me esperes despierta, ¡besis!”.
Por fin, llegó la hora de destapar los autos y con rapidez identifiqué a la unidad que me habían prometido. Un nuevo Ka SEL (versión full-full, como diría un vendedor ochentoso), en inmaculado color blanco.
Pero todavía faltaban unas horas para que me dieran la llave. Todavía faltaban los discursos.
Enrique Alemañy, presidente de Ford Argentina: “Con este producto completamos la gama global de Ford en la Argentina. El nuevo Ka nos permitirá ganar prestigio en el segmento con un nivel de potencia y seguridad que no tienen nuestros competidores”.
Después llegó la hora de comida. Entre albóndigas de cordero en vasitos de helado, anécdotas del Macá Tobiano y del Oso Hormiguero, con Jero Chemes pasamos una velada tan agradable como sobria.
En la vereda de Tequila, una pequeña legión de modelos y modelitos posaban junto al auto que me iba a llevar. En plena sesión de tomas y mohínes, una niña de piernas interminables golpeó con el cierre de su campera la puerta del conductor. Me acerqué a ver si lo había marcado, pero seguía intacto.
Por fin, se hizo la hora. Y me entregaron las llaves de mi Ka. Es un SEL de color blanco, tal como me prometieron. Me despedí de Jero y arranqué por la noche porteña. Él se fue en una de sus chatas.
No me pidas que a esta hora te cuente algo del Ka. Estoy borracho, pero de sueño.
La crítica completa se publicará la semana que viene.
C.C.
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