* Nota publicada originalmente en la Revista Miura.
BMW dejó boquiabierto a todo el mundillo de los autos con un concept car que incursiona de lleno en el terreno de la inteligencia artificial. Pero más allá de la espuma que generó, el i Vision DEE deja abierta la puerta para plantearse muchas cosas acerca del futuro de los automóviles. Este ensayo explora algunos de esos temas que, como todo lo que respecta al futuro de la movilidad, deja más preguntas que certezas.

Estamos en lo que pareciera ser un estudio de Hollywood. Aparece en escena Arnold Schwarzenegger (¿hace falta aclarar quién es?) y entra a uno de esos típicos galpones que albergan sets de filmación. Es para protagonizar un corto publicitario que –ya nos avisaron con una voz en off– es para un nuevo producto de BMW. La cosa pareciera que va por el lado de “los autos, el amor y la amistad”. Al bueno de Arnold lo recibe una agradable voz femenina que no sabemos bien de dónde proviene (y tampoco el fortachón). Rápidamente se arma entre ellos una amena discusión acerca del tono que tiene que tener la pieza que van a filmar: Arnold defiende la línea de los “buenos viejos tiempos”, los de las emociones “reales”, y vemos como apoyo a su argumento imágenes de una linda parejita “conociendo el amor” en un divino Serie 3 E21 de la década de 1980, mientras suena un tema de esa misma época de la banda A-Ha. La voz femenina se burla un poco de su “sentimentalismo pasado de moda” y lo acusa de no comprender la complejidad del mundo actual. Finalmente –incluso con una inesperado cameo de K.I.T.T., “El Auto Fantástico”–, Arnold admite que está un poco desactualizado y deja que la voz misteriosa le cuente su visión del futuro.
Entonces el misterio se devela: la voz femenina proviene de un nuevo sedán BMW, que entra en escena haciendo guiños con las ópticas delanteras (o sea, sus “ojos”) y se presenta como “Dee, un alma digital que piensa, habla, y es realmente útil”. Pasada la sorpresa inicial que le generó el auto parlante, Arnold finalmente se convence de que tal vez no todo era mejor en el pasado, y abrazar el futuro puede ser positivo. Condescendiente, Dee responde que tal vez ella (?) también pueda aprender de él un poco más acerca de las emociones humanas. La secuencia finaliza con este diálogo:
—¡Si pudiera, te abrazaría ahora mismo! —expresa Dee, emotiva.
—¡No seas tonta, eres un coche! No puedes abrazarme. —insiste Arnold.
—¡Puedo abrazarte digitalmente!... Soy Dee, la compañía definitiva (“the ultimate companion”, en inglés).
Al final, en los títulos, no enteramos de que el nombre “Dee” es por “Digital Emotional Experience”.
El video
Reconozco que tuve que levantar la mandíbula del piso cuando terminé de ver en el video (miralo acá arriba), y no necesariamente por buenas razones. Al principio dudé si no era una de esas parodias de Saturday Night Live, el famoso programa de sketchs humorísticos de la televisión estadounidense. Pero no, era verdaderamente un clip de presentación de un nuevo concept car de BMW. No es que estuviese mal hecho, para nada; Schwarzenegger siempre es simpatiquísimo con su inglés con acento teutón, las imágenes son agradables y hasta resulta divertido en ciertos pasajes.
Lo que me sigue causando sorpresa –casi al punto de la incredulidad– es que provenga de BMW, una marca que durante décadas construyó su narrativa en base a la conexión mecánica entre el auto y su conductor, con la promesa de generar la más “definitiva experiencia de manejo”; de ahí lo de “The Ultimate Driving Machine”, uno de los slogans más icónicos del universo automotor. Y de pretender ser la “mejor máquina para manejar”, a ser la “mejor compañía” hay una larga, pero larga distancia.
Es cierto que marca de Bavaria venía teniendo decisiones controversiales, con una deriva particularmente errática a nivel diseño. Y es un hecho que el famoso slogan de la “Máquina de Manejo Definitiva” ya se había dejado de usar desde hace algunos años. Y hay que decir también que el i Vision Dee propone otro montón de características novedosas, más allá de sus “habilidades lingüísticas”. Pero con ese corto bastante cursi parece que se pasaron un par de pueblos, ¿no?
El hype de la Inteligencia Artificial

Bueno, partamos de la base de que la función misma de un concept car es tantear límites, generar revuelo y –por qué no–, controversia. En un entorno como el del CES de Las Vegas, donde todas las empresas compiten por ofrecer las visiones más tecno optimistas posibles del futuro (habría que definir “optimista”, eso sí), el i Vision Dee no desentona. Y donde BMW acierta, creo que con mucho tino, es en el timing de subirse al tema en boga del momento: la inteligencia artificial. La “IA” no es algo nuevo, claro, pero en los últimos meses el asunto explotó para el gran público, sobre todo de la mano de la tecnología de procesamiento lingüístico GPT3 –que dio lugar al famoso ChatGPT–, y también de Dall E2 y ese tipo de softwares avanzados que permiten crear imágenes realistas a partir de indicaciones verbales. Ambos sistemas están haciendo furor en las redes sociales y da toda la sensación de que las máquinas que escriben, crean y “diseñan” por sí solas ya son una realidad.
Y si bien es cierto que la industria automotriz viene coqueteando con el tema de la inteligencia artificial desde hace tiempo (empezando por los asistentes virtuales, hasta el controversial “manejo autónomo”), hasta ahora ninguna marca había llevado las cosas tan lejos. Porque ya no se trata un sistema súper eficiente de comandos por voz con respuestas amenas (al estilo Siri, Alexa o el “Hola, Mercedes”), o de la capacidad tecnológica para autonomizar el manejo; lo que BMW propone (al menos en el corto protagonizado por Schwarzenegger) es un vehículo que manifiesta su “inteligencia” en forma de una determinada “personalidad”. Un auto que no solo habla, sino que piensa y –atención– pretende tener emociones.
Es difícil entender la profundidad de las intenciones del BMW con el mensaje que propone Dee. Quiero decir, si realmente están hablando de un cambio de paradigma, o si es simplemente un corto risueño y algo superficial, como nos tiene acostumbrados la lógica publicitaria. Mi corazonada es que, como tantos otros concepts con propuestas provocadoras, pasará al olvido rápidamente. Pero más allá de lo efímera que pueda ser su “vida útil”, lo cierto es que “Dee” abre un montón de preguntas interesantes, pensando ya en el futuro mismo de nuestros queridos automóviles.
Máquinas que cobran (o simulan) vida

En la cultura automovilística occidental, los autos siempre han estado subordinados a los humanos. Son tanto herramientas para satisfacer nuestra voluntad de desplazarnos, como expresiones de nuestra individualidad. Y si solemos atribuirles “personalidades” es por su diseño, o en todo caso por sus particularidades y curiosidades. Y aunque es cierto que ya estamos un poco resignados (en mi opinión en forma algo prematura) a que en un futuro más o menos cercano, “se van a manejar solos”… ¿acaso vamos a querer también sean nuestros “amigos”? ¿Desearemos interactuar con ellos como si fuesen “otra persona”? ¿Querríamos que expresen algo así como “sentimientos y emociones”? O, más aún, ¿qué realmente los tengan?
Muchas de esas preguntas con respecto a las “cosas inteligentes” vienen siendo planteadas desde hace bastante en la literatura y el cine. Pero ya desde el Frankenstein de Mary Shelley hasta las novelas de Philip K. Dick, o desde la supercomputadora HAL 9000 hasta los autómatas de Terminator, pasando por la Matrix, las visiones en las que las máquinas adquieren consciencia propia tienden a terminar mal. Y es razonable, porque los humanos creemos que lo que nos hace especiales es nuestra capacidad única de pensar y sentir, y cualquier pieza de tecnología que amenace esa creencia se convierte inmediatamente en objeto de temor, una pérdida de confianza en el control de nuestro destino, e incluso una amenaza misma a nuestra supervivencia.
En el plano estético, existe la teoría del “Valle Inquietante” (del inglés uncanny valley), que afirma que a medida que la apariencia y comportamiento de un robot es más parecida a la humana, la respuesta emocional de un observador se irá haciendo cada vez más positiva y empática pero hasta cierto límite, porque hay un punto a partir del cual la sensación se vuelve incómoda, al punto del rechazo. Nos sentimos tranquilos en la medida que podemos identificar claramente que algo es artificial, pero no tanto cuando ya no estamos seguros. Son esos pequeños detalles que nos disparan señales de alarma y nos avisan que algo no está bien, que no es lo que parece ser. De alguna manera, es una sensación de que estamos siendo engañados con algo falso. Esa depresión en la curva de respuesta es el “Valle Inquietante”, que vuelve a subir en la medida que el robot se vuelve tan parecido a un humano, que ya resulta indistinguible.
En cierta medida, esta teoría aplica a Dee, que podría estar entrando a esa zona “inquietante”. No por la similitud física a los humanos, claro, pero sí por su “comportamiento”, que pretende acercarse demasiado al nuestro. No puedo dejar de pensar en la película Her, de 2013, cuyo planteo se parece bastante al del corto de Dee, aunque con una profundidad en el tratamiento del tema que resulta abrumador (recomiendo enfáticamente la película, para mí de lo mejor que se puede ver sobre el tema inteligencia artificial).
En definitiva, ya sea por la sensación de incomodidad que produce su falsa humanidad, o por el inquietante panorama que se abre si efectivamente se hiciera realidad la existencia de autos con voluntad autónoma, la propuesta de BMW resulta definitivamente border. ¿O tal vez sea que Dee no nos esté “hablando” (guiño) a nosotros los occidentales?
Todos los caminos conducen a China

Hay dos cuestiones que podrían explicar que el target principal del i Vision Dee es el hemisferio oriental, y más precisamente China.
Un primer dato a tener en cuenta, es que la relación de las culturas orientales con las “cosas que cobran vida” parece ser bastante distinta de la nuestra. Por ejemplo, el sintoísmo –la religión originaria de Japón– tiene marcadas características animistas, esto es, la creencia de que hay una suerte de alma en todos los seres y en todas las cosas, no solo en los humanos. La presencia de este animismo ha sido fundamental en la cultura japonesa desde el año 300 antes de Cristo, y por eso no es de extrañar la facilidad que los nipones tienen para entusiasmarse con esas “cosas con vida”, que van desde Tamagotchis (¿alguien se acuerda?) hasta robots antropomórficos. Aún con toda su complejidad cultural, no es tan aventurado extender este tipo de entendimiento a China. Y ahí ya estamos hablando del mayor mercado del mundo.
La otra gran cuestión es que los chinos se saltearon toda la parte “romántica” de la historia del automóvil; esa que cimentó la relación hombre-máquina-ruta como generadora de emociones, y sobre la que construyeron su mitología las marcas más tradicionales, BMW incluida. La imagen idílica de una coupé de gran turismo tirando rebajes en un camino montañoso de la Costa Azul, o la de un muscle car atravesando a gran velocidad planicies en el Medio Oeste americano, esas que aún prevalecen en la fantasía de miles (¿millones?) de entusiastas occidentales, les son ajenas a todos los consumidores chinos, simplemente porque no las vivenciaron. Y por supuesto sería presuntuoso pretender una comprensión acabada de la relación de los chinos con los autos (es la gran quimera para todas las marcas del mundo), pero es evidente que hay una marcada inclinación hacia el confort, el lujo y –atención–, la tecnología, mucho más que hacia la “excelencia mecánica”.
La avidez de China por las nuevas tecnologías es altísima. Por el lado de la electrificación, es por lejos el país donde está más avanzada (el 70% del mercado mundial). La demanda de asistentes virtuales (VPA) es muy superior a Europa o EE.UU: hoy ya son un equipamiento casi imprescindible en los autos de gama media y alta, y las marcas chinas están avanzadísimas al respecto (al parecer el sistema de Nio es excelente). Incluso Ford ofrece un VPA para el Mustang Mach-E que se vende en China, que no está disponible en ningún otro mercado. Y por el lado del manejo autónomo, la mayoría de los fabricantes chinos están ofreciendo vehículos con capacidad L3 (capaces de conducir por sí solos, pero que requieren la intervención del conductor en caso de emergencia), y el Gobierno pretende que para 2025 ya haya vehículos con capacidad L4 (capaces de conducir por sí solos, aunque en un número limitado de situaciones).
Es evidente entonces que este mercado es mucho más receptivo a los “chiches” tecnológicos que los grandes mercados occidentales, cuya masa crítica de compradores de autos sigue perteneciendo a “viejas” generaciones (boomers, gen X y milenials tempraneros), más apegadas a la nociones tradicionales del automóvil.
Parafernalia tecnológica
Además de su simulada capacidad para comunicarse con los seres humanos, el i Vision Concept DEE, propone todo un arsenal de trucos tecnológicos para apoyar su afirmación de ser “el (o “la”) acompañante definitivo”. Ya desde el primer contacto, tiene la capacidad para “saludar” a sus usuarios con un set de guiños que se proyectan desde la parrilla, que no es otra cosa que una pantalla LED. Y si bien su diseño exterior es muy despojado (al punto de coquetear con el minimalismo), su pintura con tecnología E-ink le permite cambiar de color con infinitas tonalidades y patrones, a gusto del usuario. Y aún más: puede proyectar en las ventanillas un avatar del conductor, para reflejar su estado de ánimo. Por supuesto ofrece una modalidad de manejo autónomo, pero el conductor puede elegir hasta cinco pasos que van mezclando la realidad “real” con realidad “virtual” dentro del habitáculo, hasta llegar a una “experiencia totalmente inmersiva”, con toda la superficie vidriada interior del auto convertida en pantallas.
Insisto con la idea de que, por una cuestión cultural y generacional, la mayoría es estos “chiches” a muchos nos resultan exagerados, fantasiosos, y definitivamente innecesarios. Y en la misma medida, me cierra la hipótesis de que este tipo de características son muy bien recibidas y altamente valoradas en los mercados orientales, especialmente en China. Pero hay algo más, y muy importante: ese gigantesco mercado oriental también funciona como un anticipo de los intereses de las nuevas generaciones de consumidores occidentales, porque hay fuertes indicios de que vamos a presenciar una profunda confluencia de gustos e intereses a nivel global. El consumo masivo de Tik-Tok ofrece un buen indicio de ello.
¿Destrucción creativa y reinvención?
El caso de BMW es paradigmático del profundo cambio que enfrenta la industria automotriz “tradicional” a nivel global. Y del que estamos viendo apenas sus primeras manifestaciones. Durante mucho tiempo, la marca alemana asentó su narrativa en la promesa de ser “The Ultimate Driving Machine”, y eso le alcanzó para despertar el deseo, o al menos el respeto, de todo aquel que anhelaba tener un auto. Hoy es la marca premium que más autos vende en el mundo (desde hace tres años que viene dejando atrás a Mercedes-Benz y Audi). Es una posición de privilegio que obviamente va a intentar conservar a como de lugar.
En ese contexto, el i Vision Dee es un audaz intento de BMW de reposicionarse radicalmente ante los cambios que se vienen. Y sugiere que la marca está dispuesta a alejarse de su herencia, basada en experiencias mediadas mecánicamente, para dar el salto a un futuro mediado por realidades aumentadas y virtuales. Pero una estrategia de este tipo abre muchos interrogantes. Porque para que BMW pueda llevar a cabo tal acto de “destrucción creativa y reinvención”, se requiere una mentalidad y una capacidad de ejecución radicalmente diferentes de las que han impulsado el éxito de la marca hasta la fecha. Sí, todavía tienen que ser capaces de fabricar autos de excelencia, pero también deben convertirse en expertos en software o, como mínimo, en expertos colaboradores de quienes sí lo hacen. ¿Será la capacidad para construir mejores entornos digitales lo que destaque a BMW del resto de sus competidores en el futuro?
Por lo pronto, por lo que vimos en el corto de Dee y Schwarzenegger, la pirueta argumental se queda bastante corta en su intención de conectar narrativamente el pasado legendario con un futuro promisorio. Mientras tanto, en el presente, BMW tiene que seguir vendiendo y promocionando sus clásicas máquinas que pontifican en manejo, como todas las de la línea M, y simultáneamente modelos eléctricos de la línea i, para acomodarse a las nuevas regulaciones y a las demandas de vehículos “sustentables”.
Tal parece que tendremos que ir acostumbrándonos a este tipo de mensajes superpuestos, a veces contradictorios, que intentan conectar con distintos mercados, distintas culturas y distintas generaciones simultáneamente. Será interesante ver si con Dee, BMW está marcando una tendencia, y si el resto de las marcas la acompañarán a este Valle Incierto por donde se está metiendo.
R.T.
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