Desde Puerto Natales (Chile) - Si bien hace unos cuantos años que estoy por aquí, y casi diez (¡guau!) que escribo en el blogcito, hay mucha gente que no sabe a qué me dedico (ver primera nota). Esa duda también incluye a mi esposa y mis padres. Algunos piensan que me dedico a la política (por suerte, no), otros que tengo una fábrica de cosas para la electromovilidad (que me hace ganar muchísimo dinero, me encantaría, pero tampoco) y otros que gano dinero hablando bien de los autos eléctricos (lo cual tampoco ocurre).

Allá por el 2005 me recibí de Economista, una profesión en la que parece que todo el mundo alguna vez hizo encuestas. Yo prometí nunca dedicarme a hacer encuestas y obviamente: hoy hago encuestas. Las realizo a través de una aplicación móvil, le pregunto a personas de todo el mundo qué opinan de ciertos medios, marcas o productos. Y rara vez pregunto sobre personas o políticos.

¿Y qué tiene que ver todo eso con un Porsche Panamera? Bueno, resulta que cuando me contaron que la experiencia de los combustibles sintéticos e-Fuel en Chile consistiría en un recorrido por las zonas más australes del país vecino, manejando distintas versiones del sedán de Porsche, lo primero que se me vino a la cabeza fue: "Si hago una encuesta sobre los Porsche favoritos de la gente, este sale último, sin dudas".

Piénsenlo: ya sea por su planteo de cuatro puertas, por el lugar icónico que ocupa el 911, o por el atractivo de otros modelos de la marca, probablemente para la mayoría de nosotros nuestra última opción -en el hipotético caso en que el dinero no sea inconveniente- sería un Panamera.

A la hora de ordenar preferencias, la gama Porsche tiene muchas tentaciones. Mi orden probablemente sería: Taycan, 911, Macan, Boxster/Cayman, Cayenne… y Panamera. ¡Pobre Panamera!

¿Pobre? ¿Es para tanto? A lo largo de tres días tuve la oportunidad de comprobar si realmente merecía ese lugar de “tapado” o descubrir lo contrario. Durante todo el recorrido  -y fiel a mis convicciones- la única pauta que me impuse fue probar sólo versiones híbridas, y por eso este contacto se refiere a la gama e-Hybrid del Panamera.


Primer día: Llegada y visita a Haru Oni

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Al aterrizar en Punta Arenas, y como era presumible, nos esperaba una fila de siete Panamera prolijamente estacionados, prístinos de limpieza en un lugar donde es bastante complicado mantener esa prolijidad. Tras los saludos iniciales -breves por el frío y la llovizna, más algunas fotos ansiosas- nos ubicamos de a pares en los distintos vehículos.

No pude haber tenido mejor suerte con mi compañero: Walter Toapanta de Acelerando, una revista con muchos años de trayectoria en Ecuador, no solo es un tipo muy agradable, sino que venía armado hasta los dientes de equipamiento de fotografía y video. Walter tenía más ganas de registrar la experiencia que de manejar, por lo que me obsequió muchos kilómetros de ese tácito 50/50 para disfrutar entre conducción y aceleración (y también algunas fotos).

El primer Panamera que probamos fue el  más “accesible” de los cuatro híbridos disponibles, el 4S e-Hybrid (394 dólares en Argentina), con motor V6 biturbo de 2.9 litros sumado a un eléctrico de 100 Kw, para una potencia combinada de 560 caballos y 750 Nm de torque, que en los papeles promete 0-100kmh de 3,7 segundos y una máxima de 298 kmh. Nada mal, para ser el más sencillo. Tiene tracción integral y venía calzado con neumáticos especiales “All Weather”, para poder llevar con solvencia los desafíos de la travesía.

A pesar de que iba a manejar unidades -mucho- más potentes, ninguna pudo igualar las sensaciones de la primera vez: con milimétrica preparación alemana, Porsche había conectado en cada auto un iPhone con todos los mapas y wayponts ya establecidos, para facilitar la navegación, y una playlist con música “rutera”. Salí a la Carretera 9 -que une el Aeropuerto con la planta Haru Oni- y la primer acelerada para acomodar el auto en la calzada me demostró que esto era cosa seria, pero que a su vez era extremadamente fácil de manejar, haciendo sentir a cualquier principiante un "volante experto".

La segunda canción que se le ocurrió reproducir a Spotify fue Danger Zone, el tema de Kenny Loggins con el que arranca mi película favorita: "Top Gun" (las dos). O sea que yo estaba en una ruta despejada, con 462 burros abajo del pie, y un señalero imaginario que me movía la mano como diciendo “En 2 minutos salís, Maverick”. Y así fue: pedal a fondo, y todo se empieza a mover más rápido con una patada brutal a la espalda, cambios que entran tan fuerte e inmediatos como en una bicicleta y una perfección que asusta. Así hasta los 100 km/h permitidos en ese tramo (no hace falta violar ninguna norma para pasarla bien arriba de este auto). No se cómo es ser catapultado en un F-18, pero debe ser bastante parecido a esto.

Esta primera unidad tenía un detalle de equipamiento que me gustó mucho y no volví a ver en otras unidades: la cámara de visión nocturna, que también brinda una imagen infrarroja de día, esa característica sumada al resto de indicadores, la posición de todos los mandos y la butaca no hacían más que acentuar la sensación de estar en un avión de caza.

Hablando de butacas, confieso que fue bastante complicado acomodarme al principio, por el abrigo, los efectos personales y sobre todo el desconocimiento: la cantidad de ajustes -todos eléctricos- es impresionante, incluso en lugares o formas que no sabía que podrían ajustarse, con unos minutos de dedicación la posición de manejo es impecable, y las memorias ayudan a alternar rápidamente con otro conductor. Además, el auto colabora desplazando la butaca hacia atrás para facilitar el ingreso y salida, e incluso tensiona los cinturones de seguridad al arrancar.

Ahora, ¿desplazar la butaca no sería algo más de coupé? Aquí llegamos a un punto importantísimo para tratar de entender al Panamera: los clientes de este vehículo no compran un sedán superdeportivo, compran un Porsche y su experiencia de manejo. Todo en este auto está pensado para que sólo recordemos que tenemos plazas y puertas traseras si nos volteamos a ver, o si llevamos algún pasajero en la parte trasera.

Esto incluye al sonido: si bien todo el conjunto motor se encuentra en la parte delantera, tanto la insonorización impecable como los ajustes del sistema de escape hacen que lo sintamos rugir a mitad del tren trasero, como si tuviéramos un motor en esa posición empujando, ¿les suena a algo? Las prestaciones y esta concepción del auto realmente nos hacen olvidar el planteo limousine o familiar que en los papeles ofrece este auto.

Luego de esta presentación, y mientras tratábamos de digerir las primeras sensaciones llegó el momento de cargar eFuel en la planta Haru Oni (ver nota) y hacer el primer cambio de unidad. En este caso, y hasta mitad del día siguiente nos apropiamos de un 4S Platinum Edition (472 mil dólares en Argentina), un vehículo similar al anterior, pero con una serie de “chiches” que eran opcionales frecuentemente pedidos y que Porsche empaquetó en una nueva versión: techo panorámico, detalles en aluminio, y una serie de gadgets que se disputan la atención del conductor. Esta versión también incluye llantas diferenciales, pero se habían cambiado para este viaje de manera de dar lugar a los neumáticos de todo tiempo, más adecuados para los terrenos a recorrer.

La noche de esta primera jornada la pasamos en el Hotel Cabo de Hornos, que tiene una vista espectacular al Estrecho de Magallanes, sobre todo porque permite comprender el enorme movimiento de cargueros, cruceros, yates privados e incluso buques de guerra que circulan en él. Para el momento de la cena nos dirigimos al exclusivo restaurant patagónico “La Yegua Loca” (me llamó mucho la atención el nombre), donde tuve la oportunidad de compartir mesa con el Dr. Stefan Utsch, director de ventas de Panamera.

Mi duda principal con este producto tenía que ver con la introducción de la nota: si Panamera es tal vez el menos deseado de los Porsches, ¿cuál es su posicionamiento y sobre todo contra quién compite? Mi intuición me dice que los rivales más fuertes están en el salón de ventas: la Cayenne (con su versatilidad) y por supuesto el 911 (como ícono e imán de deportividad). Sin embargo, la respuesta de Stefan fue siempre firme por el lado de los grandes sedanes deportivos premium, la Clase S de Mercedes-Benz, la Serie 7 de BMW y también productos de estirpe inglesa como Bentley o Aston Martin en sus versiones de cuatro puertas son alternativas que consideran los clientes.


Día 2: Panameras en la Panamericana

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La travesía se reanudó al día siguiente, retomando el camino arriba del 4S Platinum, recorriendo la llamada “Ruta del Fin del Mundo” rumbo a Punta Natales, con una parada a mitad de camino para almorzar. Manejé durante todo el trayecto y con la novedad de que el equipo de Porsche había recargado la batería del sistema híbrido la noche anterior. El mejor adjetivo que puedo darle a este equipo es que son invisibles: estaban en todo y en todos lados, entregando las unidades limpias cada mañana, cargando las baterías (no el combustible, que era el e-Fuel), organizando los tramos y apareciendo en el medio de la ruta para darnos indicaciones, incluso siguiendo por detrás la caravana con dos vehículos de soporte que incluían reemplazos de las enormes cubiertas de 20 y 21 pulgadas (todo hace a una experiencia impecable).

El trayecto se cumplió sin novedades, con absoluta comodidad y respetando los límites de velocidad, aunque también aprovechando los sobrepasos para experimentar el reprise descomunal que proveen la combinación de los motores y el impulsor eléctrico. En el tramo de acceso a la Estancia Río Penitente tuvimos que recurrir a la suspensión neumática para subir el auto y el primer contacto con caminos sin pavimentar. Sorprende y para bien, aunque no hay que descuidar el escaso perfil de las llantas, muestra solvencia y suavidad para lugares que no sean rutas europeas perfectas.

El almuerzo se realizó allí, en un enclave histórico de colonos escoceses, hoy convertido en hotel y restaurante de primer nivel. Nos esperaban con un cordero patagónico entre otras delicias, y la posibilidad de seguir compartiendo con el equipo y el resto de los colegas. Al finalizar el almuerzo fue el momento de las fotos, con un paisaje que acompaña, y sobre todo de escoger otra unidad para terminar el día.

Y ahí aprovechamos para elegir al más grande: el Panamera Turbo S e-Hybrid, una bestia de 700 caballos de fuerza y 860 nm de torque disponibles a sólo 1.960 rpm, que en los papeles puede acelerar de 0 a 100 en 3.2 segundos y alcanzar los 315 kilómetros por hora, con un precio en Argentina de 572.500 dólares.

Y si bien veníamos de manejar un par de vehículos formidables, les pido que por favor vuelvan al párrafo anterior y revisen los números que acabo de pasar. Si bien he tenido la oportunidad de manejar algunos vehículos potentes en mi vida -en formatos desde coupé hasta la F150 Hybrid- lo que tenía a mi disposición de allí en adelante era absolutamente descomunal, comparen los números con los de cualquier superdeportivo y verán por qué mis adjetivos se quedan cortos, y ni siquiera alcanzan los de mi amigo Jero (leer crítica).

Acababa de manejar un automóvil asombroso y me encontré con algo fuera de mis parámetros. OK, mis parámetros son muy básicos, el Corolla Cross que compré el año pasado también es híbrido y lleva a cinco adultos, pero digamos que es un auto Fome, como me enseñaron mis amigos chilenos: aAburrido, desangelado, pero eficiente, y con 578 caballos menos.

Esto es otra cosa, en un apartado del volante todos los Panamera permiten seleccionar entre cuatro modos: Eléctrico (si hay carga), Híbrido Automático, Sport y Sport Plus, con distintos ajustes de motor, amortiguación y sonido de escape. Pero en el medio, sin indicaciones, está el botón Sport Response, o Mágico como me gusta decirle: todos los ajustes se vuelcan al máximo rendimiento y se habilitan funciones como el Launch Control.

Por suerte la ruta y las distancias entre vehículos permitieron probarlo en un par de oportunidades, sin exceder ningún límite, solo con la precaución de detenerse sin nadie a la vista delante (y sobre todo detrás): la magia es total, aún con las cubiertas especiales el auto salta con absoluta brutalidad y perfección, cada cambio es un golpe renovado en la espalda, el velocímetro parece que tuviera un multiplicador por diez.

Este auto es como esos juegos que hacemos con los chicos, hacerlos volar un poco, con extremo cuidado pero desafiando la gravedad, que inevitablemente terminan en un pedido de “otra vez” y muchísimo júbilo: Después del primer Launch permanecimos en silencio unos tres o cuatro segundos… y estallamos en risas, como si fuéramos Beavis and Butt-Head. Volver a nuestra infancia más ingenua, o a la adolescencia más visceral, ¿cuánto vale eso? Con el adicional de que, a diferencia de otras marcas, este Panamera no pone un límite ni se fatiga con cada intento, y con la sensación absolutamente artificial, pero inevitablemente placentera de sentir que uno es un buen piloto.

En Puerto Natales (Puerto Baries, en realidad) nos esperaban en el fabuloso The Singular, un hotel camuflado bajo la fachada de un viejo frigorífico, escondiendo habitaciones de lujo con vistas a la entrada del mar entre las montañas y un restaurante de primerísimo nivel donde nuevamente compartimos estas sensaciones con los colegas y charlamos sobre la heterogénea realidad de los distintos mercados. Por supuesto, explicar las particularidades del nuestro lleva unos cuantos minutos en cada encuentro.


Dia 3: Un paseo entre las Torres

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El último día de la travesía prometía ser el más espectacular en términos paisajísticos: la visita al Parque Nacional Torres del Paine. A media mañana tuvimos un brief muy enfocado en las dificultades del camino a recorrer, nos esperaban asfaltos más detonados que los del conurbano y ripios muy agresivos típicos de la Patagonia. Mientras circuláramos por allí, suspensiones levantadas y nada de kick-downs.

Para este último tramo pudimos contar nuevamente con un Turbo S, pero esta vez en la versión Sport Turismo, con idénticas especificaciones de potencia pero una parte trasera tipo rural, mayor espacio para el equipaje, y un poco menos de equipamiento para las butacas traseras, lo que diferencia el concepto de limousine de un virtual super-familiar. Esta versión no se vende en nuestro país, por lo tanto no puedo dar un precio cierto.

A pesar de sus enormes llantas de 21” y para nuestra sorpresa, el trayecto se desarrolló con enorme solvencia. En las rutas hasta llegar al parque a ritmo rutero, y a paso de hombre llegando al lugar y en su interior, compartiendo caminos con una importante cantidad de turistas que vienen a disfrutar de las vistas exuberantes. Un detalle interesante: tanto por la velocidad utilizada, como por tener nuevamente las baterías completamente cargadas, una gran parte del trayecto dentro del parque lo pudimos hacer en modo 100% eléctrico, elegido por el mismo vehículo, en completo silencio o escuchando los escapes de las variantes totalmente nafteras, concentrados en esquivar algunos pozos (ayuda mucho la vista 360, que revela un paisaje casi lunar) y en disfrutar del paisaje.

Es más, en el uso mixto en ruta, y a velocidades legales los consumos del Panamera son muy acotados, permitiendo el uso puramente eléctrico hasta los 130 kmh, y con pocas dificultades para mantener el consumo por debajo de los 10 litros cada 100 kilómetros.

A esta altura de la crónica, verán que no mencioné en ningún momento al e-Fuel: el combustible que cargamos en Haru Oni no da lugar a muchos comentarios simplemente porque no tuvo diferencia alguna en prestaciones, ni dio lugar a ningún comportamiento extraño. Anda y punto, lo cual apuntala aún más su carácter de gran idea, y oportunidad para valorizar nuestros vientos (ver nota técnica).

Tras un breve lunch en el café Explora Patagonia, con vista directa a las torres y bienvenidas bebidas calientes en un día inhóspito, encaramos rumbo al almuerzo en la Estancia Cerro Guido, donde un restaurante también gourmet comparte el paisaje con majadas de ovejas y llegó la hora de volver. Pero nos perdimos.

A pesar de los GPS, y con una falsa confirmación de la caravana que nos seguía, hicimos unos 25 kilómetros en la dirección contraria, para encontrarnos con una rotonda que Google Maps nos sugería simplemente recorrer completa y volver. Sin señal de celular ni vehículos viniendo, sabiendo que estábamos contrarreloj, y con un ripio bastante decente, no tuvimos alternativa que encarar un pequeño prime de rally en los caminos patagónicos.

No se confundan, no es que queríamos ir fuerte en el suelto, estábamos muy rezagados y teníamos que encontrarnos con el resto de la comitiva. Y el Panamera no defraudó: con los ajustes adecuados es una excelente máquina de devorar caminos de cualquier tipo, en especial los que ya habíamos recorrido en la dirección incorrecta.

Luego de encontrar al resto del grupo, aún nos quedaban unos 40 kilómetros en ripio paralelos a una ruta flamante pero aún en construcción y negada a la circulación, y otros tanto hasta el aeropuerto, con los últimos minutos de alegría y potencia. La despedida fue dura, pero inevitable. Habíamos vivido un sueño para muchos difícil de alcanzar y para otros directamente imposible. Por tres días tuve -de prestado- el mejor trabajo del mundo (una vez más).


Conclusión

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¿Sirvieron entonces esos días, para cambiar mi imagen sobre el Porsche Panamera? Sin dudas, casi que me dieron ganas de pedirle perdón a este sedán maravilloso, un verdadero underdog del olimpo de los superautos, tesoro de los que saben, que no necesitan resignar deportividad para disfrutar de un vehículo para cuatro. Una joya versátil y poderosa, que puede entregar alegrías muy primitivas y un confort muy seguro para las familias que estén en condiciones de adquirirlo. Un sueño que para los que no podemos, que está bueno vivir cada tanto.

L.V.

Galería: Crítica: Porsche Panamera Hybrid e-Fuel

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