Desde Bahía Blanca (Buenos Aires) – Son las nueve de la noche de un viernes y en las tribunas del Club Midgistas del Sur hay unas 4.000 personas. Las luces, la música, el ruido de los motores y el humo de las parrillas completan el ambiente de esta remake bonaerense de “Days of Thunder”. En los bóxes hay 140 autos de Midget, listos para salir a correr.

Pero antes, los organizadores hacen un pedido especial: “Por favor, reciban con un gran aplauso a los autos del Turismo Regional, que este fin de semana comienzan su campeonato en el vecino Autódromo Ezequiel Crisol!” Entonces sale a la pista de tierra un colorido grupo de VW Gol, Chevrolet Corsa y Ford Fiesta. Es la clase de autos que integran cualquier categoría local en la Argentina, pero al público de las tribunas no les gustan para nada. Comienzan los abucheos. Los chiflidos. Y empiezan a volar objetos a la pista. Nada grave: en su mayoría son bollos de papel, con los que se envuelven los enormes choripanes que venden los puestos del club.

El locutor pide calma por los altoparlantes: “Por favor, no arrojen objetos a la pista. Pueden ser peligrosos para los autos cuando se largue la carrera”. Habla de los Midgets, claro. Ya nadie piensa en los Turismo Regional, que se fueron por un portón (acompañados por Nitro, la insólita mascota del Midget, que salta sobre la caja de carga de una Amarok).

Los Midgets, por fin, entran a la pista. Y ya no importa nada más.

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Nitro: la mascota del Club Midgistas de Bahía Blanca.


Los números

Si hablamos de números, el Club Midgistas del Sur cuenta con el parque de vehículos más numeroso del automovilismo argentino. En una noche de carreras, con todas las series combinadas, pueden llegar a participar hasta un máximo de 104 autos. Sin embargo, en la temporada alta del verano, pueden quedar en bóxes otros 40 más, a la espera de que se genere alguna "vacante". Esa vacante se puede dar por problemas mecánicos o accidentes. En una noche de carreras no es raro ver más de diez choques y media docena de vuelcos. Es parte del atractivo que busca el público: con tribunas repletas todos los viernes, el Midget es el deporte más popular de Bahía Blanca (incluso más que el básquet, que tantas figuras le dio a la ciudad).

El otro atractivo es la actividad incesante en la pista. Cada carrera dura apenas tres vueltas al circuito de 300 metros. En sólo un minuto y medio tenés una largada con las ruedas delanteras en el aire, muchos derrapes, un par de toques, varios sorpassos y un ganador (siempre y cuando no haya volcado alguien o no haya quedado un auto cruzado en la pista, porque ahí se anula la serie y se vuelve a largar). Los que logran los mejores tiempos en pista son los que clasifican para la final. Por eso, no alcanza con terminar primero en tu serie: el gran rival a vencer es el cronómetro.

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Corren hasta 104 autos por noche. Y a veces quedan 40 más esperando una vacante en la pista.


El Club

Dalmi Kees es la jefa de prensa de Show Midget: “Es que, además de una categoría de automovilismo, esto es un show”. Dalma promete presentarme a algunos de los referentes históricos del Midgistas del Sur, pero me aclara de entrada: “El Club está intervenido judicialmente, por una denuncia contra la última Comisión Directiva. Cada uno puede hablar por su cuenta, pero nadie puede hablar a nombre del club, excepto el interventor”.

Como no me interesa hablar con el interventor, me pongo a charlar con Carlos Saldamando, quien a lo largo de su vida ocupó varios cargos en el club. Me invita a charlar a una tribuna elevada, donde se refugian los mecánicos cuando los autos salen a la pista. Refugiarse es una forma de decir. A pesar del alambrado que nos separa de la pista, durante toda la carrera vuelan cascotazos de tierra. Te pegan en la frente, en la boca y en el pecho. “Sí, cuando vuelvo a casa siempre sacudo la ropa antes de entrar: la tierra se te mete hasta en los bolsillos”, me cuenta Saldamando.

Dice que los primeros en llevar los Midgets a Bahía Blanca fueron Enrique y Manuel Benamo. Habían traído algunos autos importados de Estados Unidos y los hicieron correr en Buenos Aires, pero no lograron un gran impacto. En Bahía Blanca la gente los adoptó enseguida: “Son autos fáciles de armar y relativamente baratos. Hoy con poco más de cinco millones de pesos te armás un equipo completo, listo para correr. El público siempre acompañó a la categoría y eso hizo que también fuera fácil conseguir sponsors”, dice Saldamando mientras se limpia -como si nada- la tierra de un cascotazo que le acaba de pegar en la cabeza.

-Pero los Midget también corren en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, aunque sin tanto furor. ¿Por qué la gente se enganchó tanto en Bahía Blanca?

-La verdad es que no lo sé. Es un show familiar y divertido. Además, al haber tantos autos en pista, todos tienen a un conocido que está corriendo. Y se arman las hinchadas, los cantitos. Pero no sé por qué pegó más acá que en otros lados.

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Carlos Saldamando, integrante del Club Midgistas del Sur.


El Chasis Medina

La charla se interrumpe. Las carreras también. El locutor del parlante lo está llamando a Saldamando. Le van a hacer un homenaje a Eduardo Medina. Este ingeniero, que falleció 28 de febrero a los 84 años, es un verdadero héroe en Bahía Blanca. En 1977, el ingeniero Medina cambió para siempre el mundo del Midget. Pateó el tablero de los diseños originales de los autos yankis (basados en chasis de Ford T, que se usaron casi sin cambios desde 1930). El llamado Chasis Medina es una estructura más refinada y moderna: un chasis tubular con suspensiones y dirección derivadas de los autos de Fórmula.

Fue una revolución para la categoría. Le abrió el camino a ingenieros más jóvenes, para que experimentaran con la puesta a punto y mejoraran el comportamiento dinámico de un auto que casi todo el tiempo viaja de costado. Los Chasis Medina aún hoy son los más numerosos y codiciados en el Midget de Bahía. Son fáciles de identificar: llevan el logo “Medina” en un acrílico, junto al número del chasis.

“Lo que hizo el ingeniero Medina fue una genialidad, al punto de que sigue siendo la base de los autos que están compitiendo hoy en día”, dijo Alberto “Bety” Palma, cuatro veces campeón de Midget. “Fue un ingeniero genial, pero también un gran docente”, recordó Palma en el homenaje. Medina fue el maestro de un ingeniero bahiense que se haría famoso en la Fórmula 1: Sergio Rinland, diseñador de Williams, Brabham, Benetton y Sauber. Como todos sus colegas, Rinland aprendió sobre puesta a punto a los cascotazos, en las pistas de tierra del Club (leer más).

El ingeniero Eduardo Medina (1938-2023) - Foto: Archivo Guillermo Blanco.

La técnica

El Midget parece un auto de carreras básico, pero tantos años de desarrollo lo convirtieron en una máquina bastante sofisticada. Aunque la categoría pone muchos límites al desarrollo, para mantener los costos accesibles, es normal que en los bóxes se vea a los técnicos usando computadoras, para adquirir datos sobre el comportamiento en pista.

Uno de ellos es el ingeniero Franco Diaco. Me lo presentó Leonardo Valente, especialista en movilidad eléctrica, sommelier de cubanitos (la golosina oficial de Bahía Blanca) y fanático defensor de la cultura bahiense. Valente es de esos que sabe identificar a “alguien del pueblo cunacampeonista” detrás de cada proyecto exitoso.

“La gran mayoría de los Midgets actuales usan motores Audi AP, el famoso del VW Gacel, cuenta el ingeniero Diaco. “Aunque también hay algunos que insisten con los motores de Fiat 125, Chevrolet Corsa y Peugeot 206. Pero el que anda es el Gacel”, recalca. Los autos tienen un peso mínimo de 525 kilos. Los motores entregan alrededor de 180 caballos de potencia y 186 Nm de torque.

No tienen cajas de cambios: apenas usan una reductora, con un solo cambio y sin punto muerto. Tampoco tienen frenos. Se conducen a base de volante y acelerador. La suspensión delantera es independiente (con paralelogramo deformable), mientras que el eje trasero es rígido (con tensores y Barra Panhard). Aceleran de 0 a 100 km/h en 4 segundos y alcanzan una velocidad máxima de 110 km/h.

Por eso, el piloto es fundamental. Queda en manos de cada uno el “saber hacerlo andar”: “En el Midget se maneja diferente que en cualquier otra categoría. Las series son muy cortas y hay que saber largar bien. Después es cuestión de saber dosificar bien el acelerador, sin perder potencia, pero también sin pasarse de rosca, eligiendo siempre el sector de la pista con mejor capacidad de tracción. Con el tiempo aprendí que los pilotos manejan acorde a su personalidad. El que es bocón y agrandado cuando camina por bóxes es muy probable que no tenga la sutileza necesaria para dosificar el acelerador. El más medido y tranquilo suele ser el más parejo y veloz en la pista”, cuenta Diaco, que a veces es más psicólogo que ingeniero.

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Los Midgets parecen rústicos, pero detrás de ellos hay mucha tecnología e ingenio bahiense puestos al servicio del derrape controlado.


El Pistero

“Sí, es cierto: el auto y el piloto son importantes, pero si el Pistero no es amigo tuyo, no hay manera de que te salgan los tiempos”, me cuenta un corredor veterano, que pidió no revelar su nombre. Se le dice Pistero al encargado de realizar el mantenimiento del circuito. A diferencia de un autódromo pavimentado, en una pista de tierra hay que trabajar todo el tiempo para mantener el trazado liso, parejo y sin surcos ni huellones. Cualquier irregularidad se puede volver peligrosa para un tándem de ocho autos lanzados a 100 km/h, en derrape controlado.

Cuando pregunté acerca del compuesto que se usa para el piso de las pistas de Midget me encontré con versiones de todo tipo. Algunos dijeron que se usa ceniza y polvo de ladrillo. Otros me hablaron de una tierra especial que se trae “desde Sierra de la Ventana. Y hasta me contaron la historia de una casa -entera, de dos pisos- que compraron los pioneros del Midget para derribarla, reducirla a escombros y triturarla por completo hasta hacer la base de la pista actual del Club Midgistas del Sur.

“Ese que va ahí es Polenta”, me señaló un piloto con el dedo. Estábamos en un intervalo de las series, que es cuando ingresa a la pista la enorme Champion, una clásica maquinaria vial con la que se barre la tierra desparramada y se alisa la superficie, antes de largar la siguiente tanda de la noche. “Polenta es tremendo. Sabe darle a la pista la dureza y humedad justas, para que se luzcan los autos de sus amigos. Pero hay que reconocerle una cosa: es el que más sabe de esto. Es la persona más importante de la categoría. Hace unos meses, Polenta tuvo un problemita de salud. Se quedó en su casa unos meses y la Champion la manejó un suplente. Fue un desastre. La pista quedaba llena de zurcos y hubo varios vuelcos. Fuimos todos a buscarlo a Polenta a la casa, para pedirle que volviera”, agregó el piloto, quien siente un temor reverencial por el hombre de la Champion.

Esperé a que la máquina terminara su trabajo y entrara a bóxes. Daniel “Polenta” Vicente apagó el motor, se prendió un pucho y bajó por la escalerita de su alisadora. “¡Son todas macanas! Es cierto, tuve un problemita de salud. Pero me fui del club un tiempo porque me harté de que los pilotos mediocres me usaran de excusa cuando tenían una mala noche. ¿Cómo voy a trabajar la pista para que favorezca a un piloto y perjudique a 103? ¡Es imposible! Acá no hay secretos ni trucos. Tampoco hay fórmulas ni compuestos: esto es toda tierra negra: ¡humus!. ¿Sabés cuál es el secreto? El secreto son las horas de trabajo que le pongo encima. Ayer llovió y esta mañana esto era un barrial. Arranqué a las siete de la mañana, pasando la máquina, remojando y volviendo a alisar. ¿Y ahora qué hora es?”, me preguntó. Eran las once de la noche.

“¿Viste? Ese es el secreto: laburo. Por eso mi reemplazante no funcionó y dejaba huellones. Hizo un desastre. La gente hoy no quiere laburar, viejo”, sentenció Polenta.

Se nota que el hombre de la Champion tiene años de experiencia en los Midgets. Por eso, le hice la misma pregunta que le formulé más temprano a Saldamando:

-¿Por qué la gente se enganchó tanto con los Midgets en Bahía Blanca? Es algo que no ocurre en el resto del país.

-Ni idea. Acá a veces nos peleamos, discutimos y nos enojamos. Pero llega el viernes y estamos todos metidos acá, tapándonos de tierra y viendo correr a los muchachos. El que se debe acordar cómo empezó todo es el “Memo” Pisani.

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Daniel “Polenta” Vicente y su Champion.


Carreras contra el tren

Guillermo “Memo” Pisani tiene 72 años y es tercera generación de corredores de Midget. Su abuelo corría, su tío corría y él mismo -aún con siete décadas encima- se sube cada tanto a su auto y sale a girar en alguna serie: la tribuna lo reconoce a la distancia y delira con su presencia en la pista.

“El tema es que Bahía Blanca siempre estuvo muy aislada de otras grandes ciudades. Tenemos el puerto y no mucho más. Así que acá las influencias siempre llegaron en los barcos y no tanto de Buenos Aires u otras ciudades. Por eso acá a veces pegan algunas modas con las que no se engancha el resto del país”. Pisani dice eso y yo pienso en los cubanitos de Leo Valente.

Ahí nomás hace memoria y empieza a contar historias de la “Pista Roja”. Así se llamaba el primer circuito de Midget de Bahía Blanca. Estaba en pleno centro, donde hoy se encuentra la Avenida Alem. Recuerda a Pancho Palma, el primer ganador de una carrera de esta categoría en la ciudad. Y tuvo un recuerdo respetuoso por Sweedich, el único piloto de Midget que se mató en un accidente en carrera: “Era de Punta Alta, se mató en 1956”. Después, el Memo Pisani enumera a los grandes pioneros de la especialidad: Manuel Benamo, Enrique Benamo, el Tono Reale, Manuel Cano y Oreste Berta (leer más).

-¿Oreste Berta?

-Sí, yo corrí con uno de los Ratones Escandalosos de Berta y después Oreste me fabricó un motor para el Midget. Todavía lo tengo. ¡Es un motorazo!

-¿Y Berta fabricó motores para otros Midget?

-No, sólo hizo el mío. Es que el Midget es muy bahiense.

-Eso es lo que no termino de entender. Es un fenómeno fuertísimo, pero muy local. ¿Por qué?

-Bahía Blanca es una ciudad muy áspera. El clima es áspero. La gente también. Pero además somos muy fierreros. Juan Pisani, mi abuelo, era fanático de los autos, pero no tenía dónde correr. Entonces, en 1944, empezó a correrle al tren con su Ford A.

-¿Al tren?

-Sí, corría desde la estación de Tres Arroyos hasta la de Bahía Blanca: 200 kilómetros a campo traviesa, siguiendo el tendido de la vía. Y le ganaba al tren. Eduardo, mi tío, era un excelente piloto. José Froilán González se lo llevó para correr Fórmula Limitada en Santa Fe y era muy bueno, pero él quería correr en Bahía. Y acá en Bahía no había nada, salvo aquellos Midget que habían traído los Benamo. Entonces empezó a correr en Midget. Es una categoría que te permite correr en cualquier lugar. Sólo necesitás un óvalo de tierra apisonada, no hace falta ni siquiera un Autódromo. Y la gente se enganchó, porque no había otra cosa. Corríamos sin jaula de protección y sin cinturones de seguridad. Sólo nos protegíamos con un casco. Acá hay choques y vuelcos todo el tiempo. Y a la gente de Bahía eso le encanta. Es una categoría para pilotos ásperos, en una ciudad de gente áspera. Aunque ahora se está suavizando un poco.

-¿Por qué?

-Porque ahora, si volcás, no te dejan seguir corriendo. Viene la ambulancia y te llevan para hacerte chequeos médicos. Antes volcabas, enderezabas el auto y seguías corriendo. Ahora ya no es lo mismo. Lo único que sigue igual es que, cuando corremos en invierno, nos cagamos de frío igual que en los primeros tiempos.

-¿Es muy duro correr de noche y en invierno en Bahía?

-Y sí: se pone muy áspero...

C.C.
Fotos: Orly Cristófalo

Agradecimientos: Leonardo Valente y Club Midgistas del Sur

Galería: Midget en Bahía Blanca


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