¿Qué nos lleva a elegir a un piloto por sobre otro? Esa es una charla larga, que debería de mantenerse en un café o sobremesa, y que seguramente nunca llegaría a una conclusión (o al menos a ponernos de acuerdo). Esa elección personal es una de las tantas cosas que hacen interesante adoptar un ídolo y seguirlo en su ascenso, gloria y (a veces) desgracia.
Y si ese ídolo es de la infancia, la admiración, pasión y aguante son mayores, por eso en el equipo de Motor1 Argentina elegimos nuestros pilotos argentinos favoritos durante época más inocente de la vida. Ya sea que hayan corrido acá, afuera, en categorías locales o internacionales (en la mayoría de los casos pasaron por todas), lo importante es como apasionaron a nuestras versiones más jóvenes.
P.D.: Fangio no está en nuestro listado solo porque no llegamos a verlo de pibes, pero está en la foto de portada porque fue nada más ni nada menos que EL ídolo de la infancia de Ayrton Senna.
Carlos Alfredo Pereyra - Yoyo Maldonado

Mi piloto ídolo fue Carlos Reutemann, ya que vi (siempre por televisión) toda su campaña y me fanaticé con el automovilismo de alto nivel; pero en el equipo Motor1 Orly cantó primero, y se lo reservó; así que vamos por otro que me ha despertado mucha, mucha admiración, por combinar buenas dotes de piloto y por ser un exquisito, si hablamos de tecnología y desarrollo de sus autos. Ese es Yoyo Maldonado. A este si lo vi en vivo y directo.
Tanto en autos con techo como en fórmula dos y luego Fórmula 3 Sudamericana, su equipo y su talento marcaron la diferencia; claro, atrás tenía a un monstruo como Oreste Berta pero; por sí solo, su equipo de Nueve de Julio ha demostrado lo que es conducta, dedicación, ensayos de todo tipo de soluciones, y mucha constancia. Cuenta Yoyo que apenas finalizado el campeonato llegaban los días de pruebas, y que recién ahí se relajaban; cuando ya tenían perfectamente planificada la siguiente temporada, con lo nuevo a instalar en los coches. Su organización y su forma de conducir, arriba y abajo del auto, han sido dignos de imitar. Un señor que hoy da gusto escuchar cuando lo entrevistan.
Carlos Cristófalo - Juan María Traverso

En mi casa siempre se habló de autos. Por ejemplo, desde muy chico tuve en claro que Mamá Martha era fanática de Fangio. Y que Orlando Padre era hincha de los Gálvez. Así que "Ford vs. Chevrolet" era un clásico que se discutía en la mesa y se mezclaba con los ravioles. Sin embargo, por mi edad, nunca llegué a ver corriendo a ninguno de ellos. Al que sí vi correr -muchas veces, en todo tipo de autos, circuitos y hasta rallyes- fue a Juan María Traverso. No es nada original decir que uno es fan del Flaco, pero esto sí que es curioso: mis padres lo detestaban.
¿Por qué? Resulta que eso del “Flaco de Ramallo” es puro marketing. Juan María nació, creció y vivió con su familia en Béccar, a sólo cinco cuadras de mi casa. Mis padres recordaban que, cuando era adolescente, el Flaco le robaba una vieja Estanciera a Don Traverso (que sí era de Ramallo) y salía a derrapar por las calles. Era el terror del barrio. “¡Chicos, métanse pa’dentro! ¡Otra vez salió el loco Traverso!”, era una frase muy común de escuchar en Béccar.
A mí todo eso no me importaba. Lo que sí me encantaba era ir a tocarle timbre a la casa y pedirle calcomanías y autógrafos de regalo. En ese sentido, el Flaco nunca me pareció ni un piloto temerario, ni peligroso, ni pendenciero. Ante mis ojos, Traverso siempre se comportó como lo que mucha gente tardó en comprender lo que en realidad es: un verdadero ídolo.
Lucisno Salseduc – Cocho López

Cuando recibí la consigna para esta nota pensé inmediatamente en Cocho López. Primero obviamente por su historia como piloto. No había nacido cuando fue campeón de TC 2000 en 1979 manejando un Peugeot 504, pero sí lo agarré en la década del 90. En ese entonces corría con Fiat Regatta y la conexión se dio también porque había uno “parecido al de las carreras” en la familia.
También estaba el Cocho personaje. En esa época de un automovilismo, ganaba el que tenía el mejor auto y el que mejor manejaba. Recuerdo también los duelos con el Flaco Traverso y esas rivalidades que sumaban emoción fuera de la pista. Miles de historias y anécdotas que tuve la suerte de escucharlas de primera mano. Hace unos años, Cocho decidió volcarse al “periodismo de autos” y pude compartir algunos viajes, cenas y hasta pruebas de manejo. Fue espectacular haber podido conocerlo en ese ámbito y de esa manera. Con Cocho cerca, siempre había una risa asegurada.
Juan Pablo Estevez - Néstor Gabriel Furlán

Nunca me voy a olvidar de mi infancia en al Autódromo Oscar y Juan Gálvez: mi viejo y mi tío nos llevaban a mi primo y a mí a ver carreras -y a comer patys debajo de la tribuna principal- ya desde que teníamos cinco años y la categoría que más les gustaba mirar era la Fórmula 3 Sudamericana, por la cual nos pegaron su fanatismo.
Era todo un espectáculo ir al Gálvez, porque en la previa además se podían ver competencias de todo tipo: desde Fititos hasta de camiones sin acoplado, incluso recuerdo haber mirado alguna del Club Argentino de Pilotos. En cuanto a la F-3, me fanaticé por Néstor Gabriel Furlán, un piloto que siempre me pareció muy fino y estratega para manejar. Recuerdo poco del campeonato que logró en el ’89 porque tenía cinco años, pero sí ya pude disfrutar bien los títulos del ’94, ’96 y ´98. Luego seguí mirando la categoría, pero empezó a perder importancia y fue una lástima cuando se discontinuó.
Jaime Mayo – Oscar “Popi” Larrauri

Después del retiro del Lole en la F1, al que casi no vi correr por mi edad, Larrauri fue esa chispa que encendió la esperanza argentina en la Máxima. Más tarde me enteraría que Popi consiguió el Campeonato del Mundo de Sport Prototipo y que supo brillar en las 24 Horas de Le Mans; para mi Larrauri era el genio que logró clasificar en Mónaco a esa caja de zapatos con ruedas de EuroBrum. En esa época estaba la pre clasificación en la Fórmula 1 y su monoplaza estaba entre los que no solían pasar el primer corte.
Más allá de los demás logros que cosechó a nivel internacional, mi alegría llegó cuándo se estrenó la Copa de las Naciones con autos de nivel europeo y Popi se llevó los dos primeros campeonatos sobre un Serie 3. El Campeonato Sudamericano de Superturismos duró un suspiro, pero Larrauri volvió a ganar el campeonato en 2000, esa vez con uno de los autos modernos más lindos, un Alfa 156. Ídolo.
Orlando Cristófalo – Carlos “Lole” Reutemann

No recuerdo el momento exacto, pero sé que desde muy chico miré Fórmula 1. Siempre fue la categoría que más me gustó. Era y es el summum en tecnología, velocidad, ingeniería y, claro que sí, glamour. Los primeros pilotos que tengo recuerdos eran tipos como Ronnie Peterson, Gilles Villeneuve, René Arnoux, Jacques Laffitte. Pero mi ídolo era Carlos Alberto Reutemann. Primero y principal, era nuestro, era argentino. Y además era muy veloz. Corrió en Brabham, en Ferrari, en Lotus, pero la época donde más lo recuerdo fue la de Williams.
Yo vi en vivo y en directo su desobediencia al cartel de JONES-REUT en Jacarepaguá en el comienzo de la temporada 1981. En ese momento lo festejamos, pero todos sabíamos que traería consecuencias. Que Frank Williams y Patrick Head no se lo iban a perdonar así nomás. Y digo lo “festejamos” porque tengo recuerdos de ver esas carreras casi en modo “mundial de fútbol”. Frente a la tele no estaba yo solo. También estaba mamá Martha, papá Orlando y CC, aunque era más chiquito (sí, él es más joven que yo). Incluso recuerdo haber visto carreras hasta con primos. Había cábalas, ritos, comentarios, insultos al aire. Hasta que llegó el final que nadie quería. Lole perdía el título por nada y por todo.
Siguió siendo mi ídolo aunque nunca le perdoné no haber seguido en la temporada 1982, donde el campeón terminó siendo Rosberg (padre), y aún hoy sigo diciendo que si el Lole se quedaba en Williams ese año el título era de él. Lo alenté en los Desafíos de los Valientes, en el rally de Argentina (ese Peugeot 205 T16 nunca estuvo en mejores manos locales). Nunca tuve la oportunidad de conocerlo en persona. Quizás fue y será mi asignatura pendiente con el Lole.