A los 84 años, esta madrugada falleció el inventor y constructor de helicópteros Augusto "Pirincho" Cicaré. El querido autodidacta argentino, que fabricó sus primeras aeronaves inspirado en los helicópteros que había visto en revistas, se ganó el reconocimiento de la industria aerodináutica mundial.

Cicaré se encontraba internado desde hace días en el Hospital Posadas. Sus restos serán sepultados en su ciudad natal y sede de su empresa Helicópteros Cicaré, Saladillo (provincia de Buenos Aires).


Nota de archivo - Noviembre de 2016

“Todavía sigo aprendiendo”

Texto de Carlos Cristófalo
 Desde Saladillo (Buenos Aires) - El mayor inventor de transportes viviente en la Argentina no es muy conocido en su país. Pero, al menos, no quedan dudas sobre el orgullo que sienten por él en Saladillo, su ciudad natal. La calle que lleva hasta la fábrica de Helicópteros Cicaré tiene el nombre de su genio más querido: Augusto Cicaré, el legendario “Pirincho”.

En 1958, a los 21 años, Pirincho Cicaré fabricó el primer helicóptero de Sudamérica. Pero él no lo supo hasta mucho tiempo después. Como tampoco sabía de qué manera volar esa máquina que lo obsesionaba desde chiquito.

“Cuando era chico, era loco por los aviones. Escuchaba que pasaba uno y salía corriendo a mirarlo. Mi tío tenía una tornería y compraba la revista Mecánica Popular. Yo todavía no sabía leer, entonces mi mamá me la leía. Un día apareció la foto de un helicóptero. Un Chinook norteamericano. No me lo olvido más. Le dije a mi mamá: ‘Yo voy a fabricar uno de esos’”, le contó Pirincho a Autoblog, a punto de cumplir 80 años, en su planta de Saladillo.

Cicaré fue noticia nacional días atrás, cuando el presidente Mauricio Macri lo puso como un ejemplo de las empresas más innovadoras de la Argentina. Helicópteros Cicaré hoy dejó bien atrás esa imagen del “taller del loco Pirincho” y se convirtió en una fábrica profesional.

Ya vendió más de 70 helicópteros, muchos de los cuales se exportaron a Europa y Australia. La felicitación del Gobierno fue a raíz de otra señal de crecimiento empresarial: Helicópteros Cicaré fue autorizada a comercializar sus aeronaves en Estados Unidos y China, país donde está a punto de abrirse la venta de helicópteros privados, hasta ahora prohibidos por el Estado.

 Una de las claves del crecimiento de Helicópteros Cicaré radica en otro invento de Pirincho: el Entrenador Cicaré.

“Cuando terminé mi primer helicóptero, el CH-1, yo sabía todo sobre su mecánica. Pero nunca había volado en uno. Sabía cómo funcionaba, pero no me animaba a probarlo. ¿Y si perdía el control al despegar? Por eso, en mi vuelo de bautismo, até al CH-1 a un palo, con una soga. Despegué, me elevé dos metros y aterricé. Mis amigos que vinieron a presenciar ese primer vuelo, después de acompañarme durante casi una década en el proceso de construcción, me dijeron: ‘¿Eso es todo?’ Les contesté: ‘Sí, ahora lo voy a desarmar y a hacerle unas mejoras. Calculo que en unos dos años más estará listo’ ¡Me querían matar!”, recuerda Pirincho.

La idea de aprender a volar con el helicóptero atado se convirtió en el tiempo en el Entrenador Cicaré. Es un helicóptero de verdad, pero agarrado a una estructura con un mástil vertical, que le permite elevarse hasta tres metros de altura. Una base que lo mantiene en contacto con el suelo, con ruedas para desplazarse en todas las direcciones.

El Simulador Cicaré es un invento único en el mundo. Pero un invento brillante. En Estados Unidos, donde son necesarias 40 horas de vuelo para obtener la licencia de piloto, las autoridades aeronáuticas permitieron desde este año que las primeras diez horas se realicen con el simulador exportado desde Saladillo.

“Así aprendí a volar yo y parece que resultó una buena manera de aprender. Y pensar que de chico odiaba ir a la escuela. Yo sólo quería meterme en la tornería de mi tío, a trabajar en mi helicóptero. Así fui aprendiendo. Todavía estoy aprendiendo”, cuenta Pirincho.

Ese proceso de aprendizaje llevó muchos años. Y se encontró con varias trabas burocráticas.

“Cuando tenía el CH-1 bien avanzado, quise ir a la base de helicópteros de la Fuerza Aérea, en José C. Paz. Ahí tenían el primer Chinook que adquirieron las Fuerzas Armadas. Pedí entrar para verlo, pero no me dejaron pasar. Me dijeron que era un área restringida. Me faltaba información para terminar mi helicóptero, pero con el tiempo fui encontrando el camino. Podría haberme ahorrado unos cuántos años de desarrollo. Sin embargo, apenas hice el primer vuelo, la noticia salió en varios lados. A los pocos días, el Chinook de la Fuerza Aérea aterrizó en Saladillo. Vinieron a verme a mí. Me llevaron hasta la base de José C. Paz y me dieron acceso a todo. Me fui con un camioncito y me lo llenaron con repuestos”.

Helicópteros Cicaré es hoy una empresa con 30 empleados, que incluye a su propio equipo de desarrollo, diseño, ingeniería, producción y comercialización. Tiene representantes en Europa y clientes en varios países del mundo.

El uso de los helicópteros es privado, principalmente con aplicaciones agrícolas. Los modelos se pueden adaptar de manera sencilla para cargar equipos de fumigaciones. Un Cicaré monoplaza cuesta en la Argentina entre 100 mil y 140 mil dólares, según el equipamiento y el tipo de motor Rotax que se elija. El modelo biplaza oscila entre 180 mil y 200 mil dólares.

Su precio es bastante más accesible que el de otros helicópteros pequeños, aunque hay un motivo fundamental. Los Helicópteros Cicaré se venden y matriculan como “Experimentales”. Es una categoría de homologación creada para aeronaves de fabricación casera. Esto implica un precio más accesible, pero también limitaciones para el uso. Por ejemplo, un “Experimental” no puede sobrevolar zonas urbanas.

“Estamos en proceso de homologación como helicóptero de uso civil, pero es un trámite bastante largo. Ya estamos recibiendo visitas periódicas de inspectores, que certifican cada una de las piezas del helicóptero. No tenemos apuro, porque estamos convencidos de que nuestro foco debe seguir estando en los helicópteros ultralivanos”, explicó Cicaré.

Pirincho descubrió este nicho de los ultralivianos cuando fabricó su tercer helicóptero. El CH-1 de 1958 y el CH-2 de 1964 pesaban menos de 400 kilos. Eran insectos de hierro, que no necesitaban más de 180 caballos de potencia para despegar. Pero el CH-3 de 1973 dio un gran salto en tamaño y peso. Era un pájaro mecánico de hasta 800 kilos, que requería más de 200 caballos para volar.

Por eso, el CH-4 de 1982 volvió a las fuentes. Era un minúsculo helicóptero sin cabina, que volaba con soltura y agilidad: pesaba 135 kilos y tenía sólo 55 caballos de potencia.

Cicaré lleva desarrollados más de 20 modelos de helicópteros y hay uno en particular que le dio muchos dolores de cabeza. Es el CH-14 de 2007, también conocido como “Aguilucho”. Fue creado por Cicaré y su diseñador jefe, Indalecio Sabbioni, a pedido de las Fuerzas Armadas argentinas. Fue un proceso costoso y burocrático que, cuando se completó, nunca recibió el encargo de unidades que había prometido el Gobierno.

El Aguilucho fue el helicóptero más sofisticado en la historia de Cicaré Helicópteros. Pero también el que puso a la empresa de Saladillo al borde de la bancarrota. “Sin embargo, fue el helicóptero que nos permitió convertirnos en lo que somos hoy: una empresa competitiva e innovadora, con reconocimiento internacional”, rescata Sabbioni.

Hoy la planta de Saladillo se encuentra en plena expansión. Se espera duplicar la capacidad de producción actual, que es de doce helicópteros al año. Para ello están construyendo una nueva nave industrial. Y están reasignando tareas.

En estos años de la crisis post-Aguilucho, Pirincho Cicaré dedicó todo su tiempo a mantener la empresa a flote y se abocó por completo a tareas administrativas. Ahora, con la homologación en puerta y la apertura de nuevos mercados de exportación, esta empresa familiar sueña con poner al genio de Pirincho a trabajar en lo que mejor sabe hacer: “Pensar nuevas ideas. Experimentar con nuevos desarrollos”, cuenta Sabbioni.

Pirincho se entusiasma con el plan. Habla de helicópteros de vuelo autónomo, mecanismos automatizados y uso intensivo de materiales compuestos. En la frontera de los 80 años, Pirincho todavía habla como el chico que odiaba a la escuela y soñaba con fabricar helicópteros: “Estoy aprendiendo mucho. Todavía sigo aprendiendo”.

C.C.

Fotos de Luciano Cianni

Galería: Augusto Cicaré, a los 80 años: “Todavía sigo aprendiendo”

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