La cita era una de las típicas de cierre de temporada: "Venite al Gálvez y te das una vuelta como copiloto de un auto de STC2000". Un lunes a mediodía en pleno diciembre el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires no es un lugar agradable. Tiene una capacidad increíble para ser un lugar helado en pleno invierno y extremadamente caluroso en verano. Los microclimas son así y no voy a opinar más (porque no entiendo nada de microclimas).

El box que ocupaba el equipo oficial RenaultSport Argentina contaba con 4 portones, uno para cada auto. Allí los autos del team campeón de la temporada 2021 por equipos. Leonel Pernía, Damián Fineschi, Matías Milla y Tomás Cingolani con sus buzos puestos y arriba de los autos. Los motores rugiendo. Gente que entraba y salía del puesto de acompañante cada vez que uno de los pilotos entraba a boxes para el recambio.

Conocido en la jerga como “Sponsor Day”, el equipo agasaja a sus patrocinantes con unas vueltas con invitados a bordo, comida, regalos y la posibilidad de sacarse fotos y charlar con las estrellas: los pilotos. En ese plan llegamos los periodistas. Sólo éramos cuatro esta vez y nos avisaron que se demoraría un poco nuestra salida a pista. Nos obligaron a subir a la carpa instalada en la terraza de boxes para almorzar y un periodista jamás esquiva un sánguche.

Aprovechamos para charlar con distintos representantes del equipo, Pernía incluido, y nos quedó una sensación rara en el aire. “Todavía no está cerrado nada para el año que viene, pero no se puede contar”, me dijo alguien al oído. La verdad es que no me sorprendió. En un país como el nuestro y con la economía tan oscilante, no tener definido el presupuesto y plan del año siguiente en diciembre diría que suena casi lógico. Días después llegó el anuncio oficial: RenaultSport Argentina se retiraba de la competición local.

Apareció Josefina de Renault y nos dijo que había llegado nuestro turno de subirnos a los autos. Bajamos y nos recibieron en boxes con dos órdenes: "Firmen el deslinde de responsabilidad y vístanse de pilotos". Firmé rápido y me di vuelta con cara de: “¿Vos viste el tamaño que tengo para ponerme un buzo antiflama?”. Había varios buzos colgados. Más largos, cortos, finos, anchos. Todos en amarillo y negro. Algunos más amarillos. Otros más negros. Medí y medí y agarré el más grande que había. Me dirigí detrás de unos carteles de Renault que armaban una especie de probador en el box y comencé mi lucha.

Primer error: un periodista amigo que es el 30% de lo que soy yo se lo puso encima de la ropa, yo dije “claro, para qué me voy a desvestir”. Entraron los pies, subimos hasta la cintura y llegó el momento de no alcanzar a terminar de subir las mangas. Ya era tarde para dar marcha atrás y después de varios movimientos dignos del mejor breakdance, terminé de ponerme el buzo. ¿El cierre? O dejaba de respirar por los siguientes 40 minutos o lo dejaba abierto. No había negociación posible. Sí, tengo que bajar de peso, no hace falta que me lo pongan en los comentarios. Mi mamá y mi mujer me lo recuerdan seguido.

Antes de ir al auto me dijeron: “Agarrá un casco de la estantería”. Allí había varios tamaños, todos con la decoración Renault – Castrol Team. Recordé mis épocas en la colimba, donde mi gorro decía “61”. Busqué y no encontré con ese talle, por lo que tomé un 59. Me lo probé, mis orejas sufrieron, pero entró. Me lo volví a sacar para la foto oficial. Cuando la vi “revelada” más que un piloto de STC2000 parecía de un zonal olvidado en una provincia argentina (mis respetos por ellos, el papelón soy yo).

Me puse en la fila para esperar mi turno de subir. Uno de los auxiliares nos indicó que nos pusiéramos los cascos y me miró: “Sacatelo que te vas a morir”, me dijo, mientras gritaba para que le alcanzaran un talle más: “XL-62cm”, dice la etiqueta que alcancé a ver. Me lo puse y mis orejas se acomodaron alegremente. Hice seña de pulgar para arriba (¿los pilotos serios no hacemos así?), y me avisaron que ya podía subir a un Fluence que acababa de entrar.

A BORDO

Mientras los auxiliares del equipo usaban sus ventiladores portátiles para mantener refrigerado el radiador, me abrieron la puerta y... ¿cómo esperaban que metiera mi humanidad entre tanto caño? Creo que me recibí de contorsionista en menos de 30 segundos y, no sin esfuerzo, me senté en la butaca al lado de Matías “Soplete” Milla. Campeón argentino, sudamericano y panamericano de karting varias veces, subcampeón de F-Renault y campeón de TC-2000 en 2013, es uno de los pilotos del equipo Renault Castrol. Sé que va muy rápido y es agresivo y mientras me acomodaban los cinturones me saludó y pensé: “Esto se va a poner bueno”.

Cerraron la puerta del Fluence de mi lado y sentí un ahogo. Sufro mucho el calor y no es precisamente frío lo que hace a bordo. No hay ventilación, apenas un circulito en la ventana plástica de mi lado. El ruido del motor no molesta. Se escucha, pero el casco ayuda a aplacarlo. Nos hicieron señas, Matías puso primera, esquivó el Fluence parado adelante y salimos por la calle de boxes. Me hizo señas de si estaba bien y le respondí con el “pulgar arriba”. Allá vamos.

Dejamos boxes y acelerador a fondo. Los cambios pasan rápido y cuando quise mirar la pista de nuevo estábamos frenando para entrar en la curva que nos lleva al Circuito 6. La velocidad en curva era alta, Milla aceleraba todo y el Fluence despegaba rumbo a la curva de la Confitería. La conozco bien de hacer fotos con el Colo para el Ranking Motor1 y de haber manejado alguna vez en el 6. Tiene una traza bastante especial y hay que esperar para acelerar. Bueno, olvídense de la parte del final. Matías pisaba el acelerador mucho antes de lo que imaginaba y el Fluence empujaba y empujaba. Recta, curva muy veloz a la izquierda y una pequeña recta antes de entrar en "Reutemann". Sabía que veníamos muy lejos de una “vuelta de clasificación”, pero el chasis y las gomas del Fluence lo agarraban al piso de una forma increíble.

Entramos en Ascari y la recta del fondo la hicimos…a fondo. La Horquilla se acerca a toda velocidad y "Soplete" no demuestra ningún gesto de frenar: “Ok, que alguien nos pare en la General Paz”, pensé para mis adentros, pero no. Milla se paró sobre el freno, un rebaje, dos, tres y adentro. Creo que nunca sentí tanta potencia de frenado como en ese momento. Insisto: no estábamos clasificando, pero aún así sorprendía la potencia de esos frenos.

Salimos de la Horquilla y Milla encaró para bóxes. Se terminó la diversión. Vi una GoPro en la base del parabrisas y temí por mis caras mientras girábamos. Debe ser una horrible mezcla de gestos entre “qué divertido”, “me estoy muriendo de calor" y "vomitar no es una opción”.

Bajé mucho más fácil de lo que subí y fui a sacarme el buzo antiflama que debería haber sido antitranspirante. Cuando fui a devolver todo me avisaron que el casco me quedaba de recuerdo por la experiencia. Me fui feliz y le mandé una foto del casco a mi mujer e hijos. Me respondieron con un “¿y para qué querés un casco?”.  No dije más nada. No entenderían que es mi recuerdo del Fluence’s Last Dance.

Gracias, campeón, por esta despedida.

O.C.

Galería: Renault STC2000

 

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