Texto del Equipo de La Chata Solidaria
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A fines de mayo, un importante sitio de noticias de EE.UU. especializado en autos, publicó un artículo sobre el accionar de La Chata Solidaria en El Impenetrable, cuya repercusión fue muy importante.

Mas allá de que no buscamos reconocimiento, la realidad es que las cartas que nos envían, los comentarios de nuestras publicaciones en las redes, las felicitaciones personales y las demás muestras de cariño y apoyo que recibimos a diario, son mimos que nos ayudan a vencer el cansancio y seguir con constancia y seriedad.

Ahora bien, entre las distintas felicitaciones y agradecimientos a raíz de esta publicación, recibimos una carta de alguien que se mostró realmente conmovido. Esta carta –cuyo remitente nos pidió permanecer en reserva, y así será– llegó desde un lugar impensado. Se trata de una persona muy importante y recibir su carta nos llenó de orgullo.

Esta carta nos tomó por sorpresa justo antes de emprender el viaje, pero cuando llegamos a El Impenetrable a dejar la mercadería, recibimos otra carta... una carta que nos desarmó hasta el punto de romper en llanto y nos obligó a parar porque ya no podíamos seguir manejando en los arenales. Una carta que cerró el círculo, uniendo dos puntas que jamás se tocarían si no fuese por La Chata Solidaria.

Bienvenidos al viaje de Julio 2020. Bienvenidos a la historia de dos cartas. Bienvenidos a La Chata Solidaria, el puente entre dos mundos que jamás se encontrarían.

Históricamente, durante el mes de julio realizamos uno de los dos viajes “grandes” del año. Esos viajes donde vamos con el equipo completo de La Chata Solidaria –logística, salud (física y mental), construcción y comunicación– y montamos hospitales de alta complejidad en las escuelas, recorremos “casa por casa” dejando mercaderías y atendiendo a la gente en sus ranchos, y en la medida de lo posible, aprovechamos para construir Salones de Usos Múltiples, Jardines de Infantes, o alguna ampliación en las escuelas.

En estos viajes, nuestro equipo de salud lleva adelante un programa ejemplar que durante años se mantiene, con historias clínicas de miles de personas en el monte chaqueño. Las personas que atendemos tienen notorias mejorías de salud gracias a poder sostener los planes. Uno de los ejemplos más evidentes de nuestro accionar, es el señor con lepra que –gracias a la atención recibida por el equipo de salud de La Chata Solidaria–, ya está mejor porque le dejamos los elementos para las curaciones, entre otros.

Pero debido al COVID-19, los planes de este 2020 se vieron seriamente trastocados, ya que nuestro equipo de salud esta en sus lugares de origen poniendo el pecho con bravura a esta pandemia mundial. –Aplauso de pie a ellos– No sólo son parte de La Chata Solidaria en los viajes, ellos también representan nuestro espíritu en las actividades que llevan a cabo individualmente.

Lo cierto es que este año teníamos planificado crecer y, además de viajar a El Impenetrable, agregar otra provincia en donde poder empezar a operar con nuestro modelo, junto con otros dos proyectos a largo plazo. Pero este desastre del COVID-19 puso el mundo completo patas para arriba, la humanidad está ante un escenario desconocido. Nadie sabe para dónde correr, ni sabe como seguir… ¡Ni la Organización Mundial de la Salud sabe bien que hacer!

Y nuestro mundo también está patas para arriba… Todos los miembros de La Chata Solidaria tenemos los mismos problemas que ustedes: económicos, emocionales, familiares, etc.

Pero cuando todo está patas para arriba, La Chata Solidaria, maneja por el techo.

Por eso decidimos hacer el viaje de urgencia de mayo y hacer este viaje de julio. Porque mucha gente de El Impenetrable no come, las escuelas están cerradas y además, lamentablemente, también hay COVID-19 en el monte; por eso Chaco sigue en Fase 1 y la situación se esta tornando terrible. Por eso decidimos seguir sosteniendo a estas comunidades y agregar mercadería esencial, no sólo a los parajes en los que operamos habitualmente, sino sumando cada vez más gente. Nos llegan pedidos desesperados, los mensajes a veces son desgarradores.

Sabíamos que en este viaje debíamos llegar a más gente, más adentro, con más mercadería.

Somos así… ante la incertidumbre, ante lo desconocido, ante la adversidad, La Chata Solidaria acelera. Porque contar con el incondicional apoyo de ustedes y las empresas que nos acompañan, hace que seamos mas fuertes que nunca, más allá de cualquier circunstancia.

Este viaje pudimos organizarlo con más tiempo. Y si existe una palabra para caracterizarlo, es “más”.

RESUMEN

* ¿Qué hicimos mejor?
-Llevamos un poco más de 8 toneladas de alimentos –2 toneladas más–
-Fuimos en 4 chatas: 3 Ford Ranger y volvió la F250 Azul ¬–1 chata más–
-El equipo estuvo integrado por 10 personas –3 integrantes más–
-Llegamos a 4 parajes –2 comunidades más–
-El viaje duró 5 días –2 días más–
-Llevamos trajes especiales, guantes y máscaras nuevos de mejor calidad –más seguridad–

* ¿Qué hicimos igual?
-Ir a los dos parajes de siempre, pero dejamos mucha más mercadería.
-Mantuvimos el protocolo de seguridad, el distanciamiento con terceros fue todavía más estricto, y como mencionamos anteriormente, contamos con elementos de seguridad nuevos.

* ¿Cómo estaban los caminos?
-No había barro, la sequía está haciendo estragos. Recuerden que la gente junta agua de lluvia y ya están los pozos casi secos. Los accesos de entrada estaban bien, pero una vez adentro era un festival de pozos ocultos en los interminables arenales de El Impenetrable. Es terrible el polvo, y además queda suspendido y no baja. Los pozos que no pudimos evitar con las chatas pasaron factura en la Azul, que era la que más peso llevaba.

* ¿Por qué volvió la Azul?
-Porque a pesar de sus 40 años, sigue dando cátedra. Obviamente a su ritmo, pero le tiramos 2.600 kilos arriba, y por capacidad de carga sigue siendo absolutamente insuperable, aún hoy. Entra todo, en todos lados y los kilos la hacen rejuvenecer. No vino a participar, vino a dar el ejemplo. Y terminó dando cátedra, una vez más.

* ¿Cómo está la gente?
-Si bien no tuvimos contacto directo –los pocos que vimos fue a mucha distancia–, la realidad es que hay mucha angustia y mucho miedo. La única esperanza que tienen de no ser olvidados es La Chata Solidaria. Ellos tenían mucho miedo que este año, con la pandemia, no fuéramos. Y cuando nos vieron llegar, a la distancia, los vimos levantar los brazos con el puño cerrado y escuchamos gritos. Miraban hacia arriba, como agradeciendo al cielo nuestra llegada.

Bitácora del viaje

Salimos desde nuestra nueva base en Escobar, gentileza de la empresa PRINA que nos cedió parte de su predio para tener un espacio de última generación, con excelente accesibilidad y seguridad para nuestras actividades. Las cuatro chatas juntas, salieron cargadas totalmente e incluso un poco más –como siempre–.

Con una velocidad promedio de 90 km/h, desandamos los primeros 1.000 kilómetros sin mayores novedades. Nos pararon varias veces en la ruta, e incluso nos hicieron test de temperatura y olfato. Por supuesto, ninguno presentaba síntomas y teníamos los permisos, pero como consecuencia de tantos controles, perdimos mucho tiempo.

Al norte de Santa Fe la ruta está despedazada y te obliga a circular a paso de hombre. Pero ahora, antes de ese tramo, descubrimos un pozo que no teníamos en el radar y la Azul –que venía en punta– se lo comió de lleno… El golpe fue tal que se fisuró un caño de la dirección hidráulica y se quedó sin líquido, por lo cual por el resto del viaje, la dirección quedó sin asistencia.

El tiempo perdido y el cansancio hizo que la primera noche durmiéramos dentro de las chatas en un playón perdido cerca de una comisaría. Hacía mucho frio y como las chatas estaban hiper cargadas hasta los habitáculos, dormimos sentados y todos retorcidos. Realmente la pasamos mal, pero dentro de todo pudimos descansar hasta el amanecer, cuando decidimos seguir viaje.

La mañana siguiente seguimos camino hasta una ciudad grande dónde nos esperaba la gente de Argenmieles, del Grupo San Blás, para donarnos un pallet de miel producida en el Chacho que exporta a todo el mundo.

En general, siempre cruzamos El Impenetrable entrando por el norte y saliendo por el sur, o viceversa. Pero nos encontramos con una cruda realidad: para llegar a la base sur, la ruta 16 cruza por Santiago del Estero y no nos iban a dejar pasar. Además, los caminos laterales de ingreso que conocemos fueron zanjeados con máquina y habían construído terraplenes altos para evitar el paso… Tratar de entrar por el sur para subir al norte era demasiado complicado.

Así que fuimos a lo seguro: entramos por el norte, bajamos al sur por adentro y volvimos a salir por el norte, lo que implica hacer casi 1000 kilómetros por caminos –en muchos casos– en pésimo estado. Además, los trayectos son mucho más largos y cansadores.

Pinchamos dos gomas y en un pozo explotó otra. Otro pozo hizo volar el soporte de una de las baterías de la Azul y al saltar le pegó al radiador y se rompió el soporte. Paramos, arreglamos más o menos como podíamos y seguimos viaje. Perdimos mucho tiempo.

Fue por eso que luego de un largo día llegamos de noche a Ojo de Agua, con un frío tremendo y usando la calefacción de las chatas a pleno. No bajamos la mercadería pero si desocupamos los habitáculos, armamos unas carpas y cocinamos tipo campamento. Pusimos las chatas en forma de C para contener el viento y nos fuimos a dormir. Algunos en carpas y otros dentro de las chatas, pero con los habitáculos liberados poder acostarnos.

Al margen, vale la pena señalar que uno de los grandes problemas que se presentan cada vez que vamos a El Impenetrable, es la temperatura. Y en invierno, siempre hace mucho calor de día (30 ºC) y mucho frío de noche (-3 ºC). La amplitud térmica se torna insostenible porque en el mismo día, ¡la temperatura varía más de 30 grados!

Lo cierto es que al día siguiente desayunamos congelados, nos pusimos los trajes especiales según el protocolo de seguridad y comenzamos a descargar la mercadería. Primero la desinfectábamos y después la apilábamos afuera de la escuela, para que cuando nosotros nos hayamos ido la entraran Elder y Mariela, que son quienes tienen la escuela a cargo cuando está cerrada.

A la madrugada, nos habían dejado en un poste unos panes que habían preparado especialmente para nosotros. Uno de ellos estaba en una bolsa verde con una sorpresa que veremos más adelante. En Ojo de Agua dejamos muchos más alimentos que cuando vinimos en mayo.

Luego de terminar y saludar –al doble de distancia de lo recomendado–, seguimos viaje al siguiente paraje, distante a unos 70 kilómetros de Ojo de Agua, hacia el norte y como era de esperarse… nos perdimos. Además, los caminos estaban en muy mal estado por la sequía, los arenales eran interminables, y los pozos que la arena hacía invisibles, hicieron estragos. En más de una oportunidad pensamos que habíamos roto todo, pero sólo un amortiguador de la Azul salió completo –con soporte y todo– del chasis, otro más y van...

Luego de dar vueltas y vueltas, llegamos al nuevo paraje dónde dejamos la carga completa de una de las chatas cabina doble. Repetimos el protocolo de seguridad y nos vestimos para hacer el procedimiento con la gente bien lejos.

En medio de la descarga nos dimos cuenta que, por error, no habíamos dejado una caja de remedios que el equipo de salud mandó específicamente para Ojo de Agua... Somos conscientes de que si esos remedios no llegan, la gente que los necesita no tiene forma de conseguirlos, porque no tienen el dinero, ni tampoco tienen una farmacia, y en el pueblo más cercano –que queda a 80 kilómetros–, la farmacia casi nunca tiene stock. No había dudas que debíamos volver… Así fue que mientras se continuaba con la descarga, Addy y Jero volvieron rápido en la R70 a Ojo de Agua. De esa manera, sólo una chata consumiría gasoil –que es muy necesario cuidar– porque si bien teníamos los tambores llenos, por delante nos quedaban casi 1000 kilómetros de arenales y el consumo es alto. Ya nos pasó estar justos y llegar a la estación del pueblo con cero de autonomía. Una Ranger carga 80 litros y a las nuestras les entraron 82 y 83, llegamos con el olor...

Cuando Addy y Jero llegaron a la escuela, ya no había nadie porque habían terminado de juntar la mercadería, razón por lo cual le dejaron los remedios a Felisa, una señora que vive a 100 metros de la escuela. Cumpliendo el protocolo de seguridad, dejamos la bolsa con los remedios a 20 metros de la puerta de su casa, previa desinfección.

En lo de Felisa estaba Maurito que a los gritos saludaba y se mostraba muy efusivo. El momento fue tremendo porque Maurito quería acercarse a saludarlos y jugar a la pelota, pero –claramente– no podía y a los gritos Jerónimo le dijo: “No están solos, no están solos… Siempre vamos a volver”. Puño levantado y lágrimas mediante, se subieron a la R70 para volver a reunirse con el grupo. En el medio del viaje, Addy abre la bolsa verde que nos habían dejado cuando fuimos a descargar los alimentos: había un pan que nos habían preparado especialmente para nosotros… y una nota. Addy empezó a leerlo y rompió en lágrimas, por lo cual Jero detuvo la camioneta, y Addy sin poder hablar le entregó la carta a Jero.

¿Se acuerdan que al principio de esta nota les contamos que habíamos recibido una carta de Estados Unidos, de alguien muy importante? Ahora la carta era de… ¡Maurito! Sí, Maurito… el niño abandonado que motivó que hiciéramos el jardín, y un emblema, ya que desde bebé estamos encima de ese caso. Vive con su abuelo a 200 metros del colegio en un rancho que no clasifica ni como precario, pero tiene toda la atención de las maestras y de Felisa. Nos ocupamos especialmente que tenga ropa y juguetes. Cuando lo dejaron en el colegio era un bebito flaco, y hoy es un toro salvaje que juega todo el tiempo y se ríe. Terminó el jardín y ahora está cursando segundo grado, come 4 veces por día y es buen alumno, aunque medio liero... Además, todo el tiempo juega con sus amigos al futbol y, atención… es un crack con la pelota. El crecimiento de Maurito es un símbolo para todos nosotros porque implica poder sostener en el tiempo algo que cuesta mucho.

La carta era manuscrita y decía:

“Soy Mauro de la escuela 912. Para La Chata Solidaria, en nombre de mis maestras y compañeros, agradezco a estas personas que con gran sacrificio nos ayudan en estos momentos tan difíciles que está pasando nuestra República. Como yo los conozco a todos les hago llegar estas palabras escritas para todos mis amigos y amigas que hoy no podemos jugar a la pelota. Para Jero mis mejores cariños.” Ojo de Agua 4 de julio de 2020, Mauro Jeremías Villareal

Noten por favor que Maurito, un niño perdido en la inmensidad de El Impenetrable, nos enseña a todos pensando en La República. No piensa en él, piensa en todos. Su corazón pequeño es gigante, y él piensa en todos. Una piña demoledora al ego de los políticos.

Jerónimo no pudo continuar manejando de las lágrimas. En una semana La Chata Solidaria había unido –sin pensarlo– dos puntas que jamás podrían siquiera saber que existen. La Chata Solidaria une, La Chata Solidaria conecta, La Chata Solidaria construye milagros, La Chata Solidaria no se rinde.

Ese día siguió de manera diferente. Addy y Jero se reunieron con el resto del equipo y continuaron al puesto Sol de Mayo, dónde la Agente Sanitaria de la Sala recibió el embarque que estaba en la R70. La Sala es de primer nivel edilicio y la Agente Sanitaria muy seria, pero no había remedios ni mercadería, así que les vino bárbaro el embarque. Otra vez se siguió el protocolo de seguridad para desinfectar todo y se cumplieron todas las normas dictadas por el equipo médico de La Chata Solidaria.

Ya estábamos muy cansados porque era la tercera vez que lo hacíamos en el día y con el calor todo se siente más. El Impenetrable cansa mucho, y el cansancio trae errores involuntarios.

Ya se había hecho de noche y sólo nos quedaban 300 kilómetros hasta el paraje Los Rosales. Pinchamos otra goma más y tuvimos que llenar los tanques en la selva, de noche, porque no llegábamos. Finalmente, cerca de la medianoche, llegamos a destino y nuevamente armamos campamento. A la hora de la cena, hacía un frío terrible y Jerónimo aprovecho para leer y compartir la carta de Maurito con el resto. La emoción de escuchar esas simples palabras a la luz de las estrellas en el medio de la nada es algo único en el mundo, un momento definitorio para el alma.

A la mañana siguiente repetimos el procedimiento de descarga de los alimentos con Verónica, dejando mucha más mercadería que la última vez que habíamos estado allí. La comunidad de Los Rosales está feliz y se nota el cambio desde que llegamos. También nos escribieron una hermosa carta de agradecimiento y un pequeño pedido. Necesitan paneles solares y baterías, pero además algo muy simple que les da salida laboral: una Máquina de coser a pedal. Hay buenas costureras y pueden generar trabajo. Vamos a darles una mano.

A la tarde, habiendo concluido al descargar, salimos por dónde habíamos entrado. Estábamos cansados por lo cual decidimos manejar hasta la noche y parar dónde sea a dormir. Salimos a la ruta y otra vez, una goma pinchada… Las espinas hacen estragos y perforan todo. Entonces, como ya no teníamos auxilios fue una odisea total encontrar una gomería para reparar las ruedas, porque los pueblos están cerrados con barricadas y no se puede entrar. Las gomerías sobre la ruta también estaban cerradas así que era una tormenta perfecta. Finalmente el equipo se quedó en un playón enorme de una estación de servicio, y una sola chata fue a un pueblo, hablaron con la policía –respetando el distanciamiento–, les explicaron que teníamos 1.500 kilómetros por delante y ningún auxilio, y que era una situación de fuerza mayor. Por suerte, accedieron a dejarnos pasar, pero con custodia policial. El patrullero con agentes los llevó a la gomería dónde –por suerte– repararon, y pudimos seguir viaje. Por supuesto, en todo momento con distanciamiento y medidas de protección.

Esa noche dormimos en un descampado en el norte de Santa Fe, pero sin armar carpas porque llovía. Así que otra vez, dormimos los 10 en las chatas.

Al día siguiente, otra goma pinchada. Ya parecíamos un equipo de Fórmula 1 en las paradas de boxes… Por suerte seguimos viaje y a la tardecita llegamos a la base sin mayores novedades, aunque muy cansados.

El saldo del viaje fue extraordinario. Se cumplieron todas las expectativas. No hubo por suerte sustos en la ruta, llevamos más a los lugares de siempre y llevamos mucho a dos lugares nuevos.

Nos sigue doliendo el alma no poder ver, abrazar y compartir con nuestros amigos. Porque La Chata Solidaria no lleva sólo mercadería básica, alimentos. No llevamos sólo equipo médico de primer nivel. No vamos solamente con equipos para construir obras de infraestructura. La Chata Solidaria lleva algo todavía más importante, mucho más importante: lleva un mensaje cargado de esperanza… “No están solos. Nos importan. Son tan argentinos como nosotros”.

Este mensaje se entrega en forma de palabras, abrazos, un mate o una charla. Pero se entrega en los confines de la patria, dónde nadie llega, dónde el tiempo se detuvo, dónde la oscuridad brilla y el silencio grita. Se entrega a cualquier costo.

Porque La Chata Solidaria no se rinde nunca. Y cuando el mundo está patas para arriba, en cambio de quejarnos, manejamos por el techo.

Prepárense porque esta segunda parte del año vienen novedades impensadas. Prepárense para lo imposible. Prepárense para sorprenderse. Prepárense para estar orgullosos de apoyarnos. Prepárense para más Chata Solidaria que nunca.

Especial para Autoblog

Este viaje, más allá de ser especial por los protocolos y el distanciamiento, para mí fue muy especial porque volvió la mítica Azul, otra vez (una más y van…) con nosotros al Impenetrable.

Cuando decidimos llevarla, Claudio nuestro mecánico le pegó una repasada para que esté bien al día. Le hicimos frenos, aceite y filtros y le cambiamos 2 crucetas que estaban viejas. Engrase total y listo.

De los tacos originales había 2 que ya estaban terminados (tienen más de 15 viajes…) así que llamamos a Pirelli y sin dudarlo nos volvieron a donar 4 tacos Scorpion Mud Terrain. Una aclaración porque sé que son detallistas:

En las fotos verán que la Azul tiene los tacos atrás pero adelante tiene gomas de asfalto. ¿Porque no pusimos los tacos de adelante? Porque solo los usaríamos si había barro, colocándolos antes de entrar. Como no hubo barro, solo terribles arenales, con los de atrás fue suficiente porque no usamos la doble tracción. Los tacos en asfalto se gastan mucho y comerse 3000 kilómetros es al divino botón. De paso hacían las veces de 2 auxilios ya que la llanta de la azul es 8 agujeros y no es compatible con nada.

¿Por qué la llevamos? Porque la azul es un emblema y aún hoy, 40 años después por capacidad de carga y transporte sigue marcando diferencias. La Serie F fue, es y será otra cosa.

La chata fue la que más peso llevó, es decir que nada de ir a cuidarla o que vaya a participar.

Si va es con carga máxima a no perdonarle nada. No ser brutos y romperla pero si a plena capacidad. Y así fue… dio cátedra una vez mas.

Salvo por los enormes pozos que se esconden en los terribles arenales que facturaron partes, la chata fue y volvió sin mosquearse. Por los pozos se pinchó un caño de la hidráulica y estaba durísima, la batería se salió del soporte y le pegó al radiador rompiendo el soporte del mismo, y un amortiguador salió con soporte y todo del chasis. Nada de esto impidió que cumpla su función con creces y la ventaja de ser simple al extremo hizo que podamos volver sin problemas aunque al no tener dirección asistida es una fiaca total manejarla.

Los arenales eran tan ásperos y tenían tantos pozos que filmamos un video para que los que saben y gustan vean algo extraordinario. Se ve el TTB, Twin Traction Beam (hermano 4x4 del Twin I Beam, el, a mi criterio, mejor sistema de suspensión delantero de chatas de la historia) funcionar a pleno y hacer tope de recorrido una y otra vez sin cesar al punto que el elástico, que tiene 40, años, parece que se va a partir pero… ni se inmuta. Ese video demuestra porque la Serie F es incuestionable para mí ya que 40 años después con más de 2500 kilos arriba, sin perdonarle nada de nada en los arenales, se devora el camino.

Señores, volvió la Azul. No tenía nada que probar, volvió a dar cátedra y lo hizo con creces. Cada chata de cualquier marca que se fabrica en Argentina debería aprender de ella.

Ahora a descansar y hacer un trabajo de pintura y chapa más a fondo junto con el cambio de aros del Perkinsei para que tire otro millón de kms.

Sobre la utilidad de las chatas cabina simple, este viaje además de la azul llevamos una Ranger 2.2 4x4 CS. La verdad es que para laburar fuera de camino las cabina simple con caja larga siguen siendo espectaculares. Entra todo, nunca falta lugar. A la Ranger le tiramos 2000 y los llevó de sobra, solo que el 2.2 en los arenales hay que envueltarlo sinó muere. La diferencia con el 3.2 es notable cuando la tarea es pesada. Y el consumo, como siempre digo, en esas condiciones es más alto en el 2.2 porque el 3.2 pasea a 1200/1600 vueltas.

Solo Ford, Toyota y Chevy mantienen oferta de cabina simple. El resto ni ofrece pero insisto que son necesarias para gran parte de Argentina que las demanda. Las cajas de ahora de las medianas son de 2.50 de largo por lo cual son hiper prácticas. Lo que para mí las mató es que necesitan “Registro de Moyano” y RUTA, secando la plaza de cabina simple porque comprar una para uso particular implica tener que registrase como empresa de transporte aunque uno no lo sea. Una pena y otra muestra como la política se mete a destruir algo que estaba perfecto y era necesario.

Un viaje más. Una solución urgente más que llega en las chatas de nuestra ONG.

Porque llegamos.

Con calor. Con frio. Con pozos. Con arenales. Con pandemia. Con cuarentena.

Llevando la carga más pesada que llevan la Azul y las Rangers. No, no es la mercadería.

Lo más pesado que llevamos es la responsabilidad. La de llegar a cualquier costo y cumplir con la palabra dada desde hace más de 10 años.

Somos LCS. Y, como la Azul, no nos rendimos nunca.

Equipo de La Chata Solidaria

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AGRADECIMIENTOS

-Ford Argentina
-YPF
-Autoblog
-Zschocke Motorsport
-Fundación Marolio
-Grupo San Blás
-Diego Di Vitta
-Victorio Podesta
-Grupo Coria
-Pirelli
-Simone Automotores Concesionario Oficial Ford
-Del Sol Automotores Concesionario Oficial Ford
-Tregar
-Cristophe Krywonis
-Cañossilen
-Pirelli
-Yerba La Tranquera
-Molino El Carhué
-Prina Argentina
-Brenda Gimenez
-Materia Hermanos
-Pampa Rice
-Mercado 3 de Febrero El Nene Ruiz
-Marcelo Hernández

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VIDEO: La Chata Solidaria – Viaje Julio 2020

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VIDEO: Ford F-250 (1981) en El Impenetrable – Suspensión delantera

Galería: La Chata Solidaria: dos cartas y un viaje

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