Texto de Carlos Alfredo Pereyra
Sábado frío de otoño a la mañana. Se enciende la tele, el ritual habitual de un día de estos debería ser ver a la Fórmula Uno clasificando en algún circuito europeo (Covid 19 lo impidió); pero ayer la transmisión en vivo fue algo distinta: la esencia fue la misma. Vimos objetos de altísima tecnología que se mueven muy rápido.
Autoblog es un lugar de cita para todos los que nos interesa la movilidad; hace rato que el auto de superficie dejó de ser un objeto único de interés o de alabanza; creo que sirve como pretexto, pero a todos nos gusta ir más allá. Y a los dos sujetos: Douglas Hurley (comandante) y Bob Behnken (piloto); los protagonistas de este fin de semana, seguro que les gustó siempre ir más allá. Ambos son veteranos del espacio, y ya han estado ahí a bordo de los transbordadores espaciales (Hurley fue el último piloto de la misión STS 135 en el Atlantis), los cuales hace ocho años dejaron de volar. Por si fuera poco, están casados con mujeres astronautas (una de ellas Karen Nyberg, esposa del comandante, con nada menos que seis meses de permanencia a bordo de la ISS) por lo que esto es un día de trabajo normal para ambas familias.
Para estar en tema con este sitio de noticias sobre autos diremos que a cierta hora, respetando una secuencia muy estudiada y ensayada, después de calzarse sus trajes de vuelo de nuevo diseño, abordaron un Tesla Model X modificado y equipado con un sistema de enfriamiento y soporte vital para ellos, recorrieron (a 40 millas por hora según el reglamento del KSC, pero que estimamos mucho más rápido), unos kilómetros para enlazar el edificio Neil Armstrong, donde se vistieron de astronautas, hasta llegar a la plataforma 39A (lugar histórico) del Centro Espacial Kennedy KSC, y ascendieron para introducirse en otro producto de la mente de Elon Musk: el Falcon 9, un cohete que lleva en su nariz una cápsula Dragon, cuya misión en este viaje es la de alcanzar la Estación Espacial Internacional (ISS) que orbita a unos 400 km de altitud sobre la Tierra, surcando el cielo a una velocidad de 29 mil km/h.
El Falcon 9 debió darle la aceleración suficiente (9G) a la cápsula y a sus tripulantes, poniéndolos a unos 140 km de altura, con la suficiente velocidad de escape para vencer la atracción terrestre. Una vez en el espacio, en microgravedad, y acompañando el procedimiento de aproximación, demoraron unas 19 horas para hacer una compleja parábola, y orbita de ascenso, para ponerse a tiro del brazo Canadarm, ser “pescados” y atracados a la vieja y noble ISS.
Llegaron, como tantos viajes lo han hecho, a esta longeva y majestuosa instalación espacial. A la ISS primero la construyeron los sucesivos viajes de componentes y tripulantes constructores, utilizando la histórica flota de cinco transbordadores espaciales norteamericanos. En simultáneo, y luego que la flota de shuttles de NASA se desactivara también, las aún más longevas y confiables Soyuz rusas han relevado tripulaciones y abastecimiento (subían ocupantes y vituallas, y se llevaban cosmonautas, astronautas, desechos y laboratorios que habían cumplido su misión), hasta el día de hoy, en que se sumó una nueva modalidad, nueva tecnología y una forma novedosa de administrar el negocio del espacio. En manos de una empresa como SpaceX, otro brazo del pulpo tecnológico Elon Musk.
Si bien hay cargueros japoneses automáticos y no tripulados que también hacen este ascenso, relevo y regreso (siempre complejo y lejos de ser rutinario), la noticia de estos días viene de la mano de la parcial privatización de los negocios que la actividad espacial ofrece, y en esto las empresas de Musk han tomado decididamente la delantera haciendo gala de audacia y desprejuicio, virtudes poco observables en las paquidérmicas administraciones de las tradicionales corporaciones fabricantes de tecnología aeroespacial, lobbystas, recostadas por décadas y mamando de unas aparentemente inagotables ubres del estado.
Los lugares y objetos históricos del Centro Espacial Kennedy en Florida han sido modernizados o sustituidos, en todo predominan nuevos materiales o aspectos (el diseño de todo luce renovado), identificados sí con la tradicional gráfica de NASA, siguiendo los códigos y normas de los manuales de antaño. Así que es claro el mensaje, se renueva, se privatiza, pero siguen siendo fuertes los mensajes simbólicos y patrióticos en este legendario lugar que fue base para las campañas a la luna o los viajes del transbordador.
Por eso en estos días se fueron viendo aquellos vehículos históricos que han servido como medio de traslado a los astronautas, cuando estos se disponen a abordar sus naves, y no quisimos pasarlo por alto.
Entre ellos mencionamos a la primera Astrovan, un furgón de color blanco que permitía mover a tripulaciones de dos o tres astronautas rumbo a la torre de lanzamiento. Fue un símbolo de las misiones Apolo desde 1967 y sobrevivió hasta los primeros viajes del Shuttle (STS 1 al 6), como cuando los astronautas Young y Crippen despegaron como primera tripulación en el estreno de esta nave reutilizable en 1981. Esta era una motorhome Clark-Cortez modificada, que sirvió para llevar a los tripulantes de la Apolo 7, llevó también a los astronautas del histórico encuentro norteamericano-soviético Apolo/Soyuz en el espacio, en 1975. Hoy esta exhibida en el centro de visitantes del KSC.
Durante dos lanzamientos se utilizó un furgón Itasca Suncruiser M-22RB (STS 7 y 8) debido a que las tripulaciones ya eran numerosas. Debían viajar siete astronautas con todo su complejo traje de vuelo y soporte vital.
Luego fue el turno de una motorhome Airstream Exella, una tradición en la NASA ya que otra de estas fue utilizada durante las cuarentenas a bordo de portaaviones en la época de los viajes a la luna. Esta es la más conocida de las Astrovan, que se utilizó desde la STS 9 hasta la última STS 135. Llevó a los tripulantes de las trágicas misiones del Challenger en 1986, y del Columbia en 2003. Es toda una tradición salir vestido de astronautas, y posar al lado de estos transportes antes de emprender el viaje hacia la torre de lanzamiento y abordar. La Airstream también goza de una jubilación tranquila, ya que también se exhibe en el museo del KSC.
Desde octubre 2019 las compañías Boeing y Airstream han dispuesto un nuevo transporte para tripulantes, se trata de un furgón muy conocido por nosotros ya que la base es una Mercedes-Benz Sprinter, solo que para el mercado norteamericano es Freightliner. Esta nueva Astrovan II CST -100 Starliner, producida en el Airstream Jackson Center de Ohio, cuenta con siete butacas, más una para el conductor, y un interior modernizado, adaptado para las actuales necesidades. Este vehículo servirá a las necesidades de los tripulantes de las cápsulas Boeing; no para los de SpaceX.
Una nueva era se observa con el retorno de los viajes tripulados desde Estados Unidos, por lo que veremos nuevos vehículos que servirán para trasladar a las tripulaciones en su último viaje de superficie, antes de surcar el espacio.
C.A.P.
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VIDEO: Historia de la Astrovan
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VIDEO: Tesla Model X