La policía del estado norteamericano de Colorado incautó y remató por 500 dólares un Ford Sierra argentino. El auto había llegado a Estados Unidos con un grupo de viajeros de la localidad bonaerense de San Pedro y, después de haberlo dejado en un aeropuerto, el vehículo fue subastado y comprado por un aventurero irlandés, que completará una travesía con el Sierra hasta Alaska.
La primera parte de esta historia se publicó la semana pasada en Autoblog, con el testimonio del nuevo propietario del Sierra, Jim Magill (leer nota).
Ahora escribió a Autoblog uno de los integrantes de la travesía “Integración Americana”, que llevó el Sierra hasta Estado Unidos. En el siguiente texto, David “Corbata” Acevedo asegura que su intención no fue abandonar el auto y que planea un reencuentro con el Sierra –apodado “La Lancha”- en Europa.
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“Les escribo para contarles cómo fue realmente la historia de nuestro querido Ford Sierra LX 2.3 (1992), que apodamos cariñosamente “La Lancha”. Espero no aburrirlos, voy a hacer hincapié en el auto.
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“Nuestra aventura comenzó el 5 de marzo de 2014, los integrantes éramos cuatro: Carolina Rolfo, Julian Rolfo, Pablo Tapia y quien escribe, David Acevedo. En ese momento nombramos a nuestro proyecto “Integración Americana”.
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“Mi suegro les regaló a Caro y Juli el auto meses antes de salir de viaje. Estuvimos a punto de venderlo para comprar un vehículo más confortable, pero optamos por quedárnoslo, ya que estaba en muy buenas condiciones mecánicas y con muy pocos kilómetros: 23 mil, para ser exacto. Le adaptamos un portaequipajes que hicimos nosotros con la estructura de un bidón de mil litros. Y partimos desde San Pedro (Buenos Aires) con la idea de llegar a México, objetivo que logramos a principios del 2016, luego de haber atravesado 14 países y la cordillera de los Andes cinco veces, llegando a alcanzar casi los 6 mil metros sobre el nivel del mar, sin que nuestra Lancha lo sintiera. Sólo tuvimos un problema en el Paso de Jama, al regresar de Chile: una avería en el carburador complicó el ascenso. Finalmente fue reparado al llegar a Tupiza, Bolivia”.
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“En Colombia tuvimos que cambiar la cruceta y al enterarse de nuestra aventura, el dueño del taller se negó a cobrarnos y nos invitó a pasar un día festivo con su familia y una banda callejera a la gorra. Durante la víspera de Año Nuevo se estila que vayan tocando su música taller por taller, en negocios o en cualquier establecimiento donde haya reunión de personas”.
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“Cruzamos a Panamá desde Colombia embarcándonos en un ferry, ya que el famoso “Tapón del Darien” impide hacerlo por vía terrestre. En el Istmo se dañó uno de los resortes del amortiguador y lo reparamos nosotros mismos, pero al no encontrar el repuesto (desde Argentina hasta USA predominan los autos asiáticos) adaptamos un resorte de Daihatsu, que aún sigue en el auto”.
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“Una vez en Costa Rica, se gastaron los carbones de encendido y al no encontrar repuestos adaptamos una moneda de 10 colones como suplemento. Estuvo en el auto hasta EEUU, en donde cambiamos el burro de arranque completo. Desde ahí sólo tuvimos que hacer mantenimiento básico: cambio de aceite y filtro, ruedas y limpiaparabrisas.
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“Al llegar a México y con ganas de continuar viajando (Pablo y Julián siguieron rumbos diferentes) Caro, la Lancha y yo decidimos seguir hacia el Norte, con la intención de llegar hasta Alaska. Luego de recorrer parte de la legendaria Ruta 66 de Este a Oeste, intentamos tramitar la visa de Canadá en Los Ángeles. La misma fue denegada por no tener los suficientes vínculos con nuestro país de origen, por haber estado tanto tiempo en el exterior”.
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“Continuamos viaje por EEUU conociendo ocho estados en total. Una vez en Colorado, dejamos la Lancha al cuidado de una familia amiga en Lafayette y volamos a Europa, para concretar una travesía en bicicleta que nos llevó desde Barcelona hasta Roma y posteriormente a Bulgaria y Grecia”.
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“Luego viajamos a Argentina y regresamos a Colorado para continuar viaje, pero por la salud de mi suegro nos vimos obligados a interrumpir nuevamente la travesía. Esta vez decidimos dejar a la Lancha en un estacionamiento cercano al Aeropuerto de Denver, con tres meses pagos y con la posibilidad de abonarlo vía internet. Dicha renovación no pudo concretarse porque el estacionamiento no nos permitió pagarlo desde Argentina. Intentamos resolverlo lo antes posible, pero a los pocos días la policía de Colorado había secuestrado nuestro vehículo y la multa superaba ampliamente el valor del auto. Iba aumentando día tras día y sólo teníamos la opción de que el propietario lo retirara”.
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“Al cabo de un mes nos enteramos de que la Lancha fue rematada y adquirida por Jim Magill, quien se puso en contacto con nosotros al ver los stickers. Estuvimos conversando sobre su idea de viaje, dándole detalles de la mecánica y mantenimiento de nuestro automóvil. Realmente nos alegra que continúe en ruta y por eso, decidimos ponerlo en contacto con nuestro amigo en Boulder para facilitarle la llave. Aunque la noticia del embargo haya sido un baldazo de agua fría nos alegra saber que está en manos de Jim, con quien compartimos un estilo de vida aventurero”.
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“Jim nos manifestó su intención de viajar hasta Alaska con la Lancha y luego llevarla a una exposición de autos clásicos, en Birmingham (Inglaterra), la más grande de Europa. Albergamos la esperanza de reencontrarnos con ella y su nuevo dueño en el Viejo Continente.
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“Sé que me he extendido demasiado pero no quería omitir detalle alguno respecto al funcionamiento del protagonista de la nota, que fue para nosotros el quinto integrante y resaltar su fortaleza a pesar de sus 27 años. Aunque en principio tuvimos intenciones de venderlo no nos hemos arrepentido nunca de haber iniciado esta travesía en un Ford Sierra”.
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