El sábado pasado debe haber sido el día de mayor italianidad que recuerde en los últimos tiempos. Para alguien con el apellido Cristófalo, no es un dato menor. Como tenía el Cinquecento descapotable en el garage (ver primera nota), la invité a Lola Tyrrell a almorzar en Italpast, el clásico ristorante de Pedro Piccau, en Campana.
El día estaba ideal para viajar sin techo y veníamos conversando sobre el lugar donde acabábamos de dejar a Vito: la nueva casa de su amigo Santino, una insólita mansión de estilo siciliano, en plena Horqueta de San Isidro.
Cinquecento, Vito, Santino, Italpast y Sicilia.
“¡Qué coincidencia tan itálica!”, decíamos.
Pero la cosa comenzó a volverse realmente extraña cuando, en la Panamericana, nos comenzaron a pasar -como poste- varios clásicos de ese país con forma de Bota: Alfa Romeo 155, Lancia Beta Montecarlo y Maserati Merak.
Al llegar al peaje, nos pusimos a la par de una de las dos coupés 4C de Alfa Romeo que hay en la Argentina. La segunda que llegó, en color Giallo (ver nota aparte).
Ahí recordé que, a esta altura del año, el Club Alfa Romeo Argentina suele celebrar su famoso Raduno Italiano: un encuentro de autos italianos –de cualquier época y estilo-, que viaja en caravana desde Buenos Aires hasta el Sofitel de Cardales. En sus comienzos, era un evento abierto al público. Desde hace unos años, prefieren organizarlo de manera reservada y sin difusión. Termina con un almuerzo en el Italpast de Cardales (que es una variante edulcorada del original de Campana).
En efecto, al llegar al Sofitel, “nuestro” 500C estaba rodeado por varios fratelli di sangue: Alfa, Lancia, Fiat, Abarth, Maserati y Ferrari.
Los exponentes más importantes de este evento fueron una espectacular Ferrari Testarossa de 1985 y las dos 4C: sí, los dos ejemplares de la coupé con motor central de Alfa que hay en la Argentina –Giallo y Rosso, ver otra nota aparte- estaban en ese lugar.
Fue una pena que los autos hayan sido estacionados por orden de llegada. Hubiera sido genial realizar una sesión de fotos con las dos 4C juntas, por primera vez reunidas.
Pero bueno, ni siquiera era mi día de trabajo. Y, cuando los chicos de El Garage TV me hicieron una entrevista de 15 minutos hablando de los autos y un evento al que ni siquiera estaba invitado, Lola empezó a poner esa cara de irlandesa impacientada, que tan bien conozco.
Saqué estas fotos, nos volvimos a subir al Cinquecento y seguimos camino rumbo a lo de Piccau: lasagna nera, sorrentini, affogato di caffe y regreso a Béccar en el descapotable, para dormir la siesta.
El timing fue perfecto: el resto de la tarde del sábado llovió como para salir a pasear en góndola. Béccar parecía Venezia.
C.C.
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