Texto y fotos: Jason Vogel
Traducción: Diego Speratti
Publicado originalmente en VadeRetro

La escena se repite, una semana sí, la otra no, en el Puerto de Santos, en San Pablo: los “mosquitos” llegan allí cargando decenas de viejas Kombi que son estacionadas en un patio para luego ser amarradas dentro de contenedores. Unas todavía huelen a pintura fresca de su reciente restauración; otras no pueden disimular su cansancio, con las cicatrices de quien acaba de abandonar los trabajos forzados en días de feria. En común, comparten el dato de ser parte de las 426.715 Kombi fabricadas en Brasil entre 1957 y 1975.

Son parte de la generación que ostenta una V sobresaliendo en su frente -por causa de ese pico y de los dos faros que asemejan a dos ojos atentos, fueron bautizadas como “lechucitas” por los fans de Volkswagen en Brasil-. Después de décadas de trabajo sin descanso, ellas son embarcadas hacia Europa, donde llevarán una vida más sosegada en manos de coleccionistas.

Lo que un día fue considerado desecho en Brasil se volvió una moda allá afuera e hizo surgir un nuevo negocio. Hoy, entre comerciantes serios, aventureros y especuladores, hay en el vecino país cerca de 10 exportadores especializados en Kombi antiguas, concentrados entre los estados de San Pablo y Paraná.

“A lo largo de todo el 2015 mandé unas 50 de éstas a Europa. Durante el 2016 embarqué 50 por mes”, revela B., que es considerado el mayor exportador de “lechucitas” en Brasil y prefiere no ser identificado (“no tengo interés en divulgar eso aquí…”).

B. es un belga radicado en San Pablo, que trabajaba en el cuerpo consular y siempre consideró los autos apenas un medio de transporte. En 2014, sin embargo, un amigo le pidió ayuda para enviar una Kombi brasileña a Bélgica. Comenzaba allí una nueva carrera.

Lo que representaba para el país un atraso tecnológico hoy es valorizado. Esas Kombi de primera generación, llamadas T1, fueron fabricadas en Europa hasta el año 1967 y hoy son raras de ver por allá. En Brasil, en cambio, el modelo fue producido hasta muchos años después y aun existe en grandes cantidades. “Es más negocio comprar una aquí”, explica el exportador que ya tiene cuatro empleados que lo ayudan a salvar todos los trámites burocráticos, más allá de los dateros y los remolcadores que ayudan a encontrar y transportar a las “lechucitas”.

Al comienzo, el belga prefería buscar las Kombi (de preferencia en parajes alejados del agua salada como en los estados de Minas Gerais o en Goiás) y restaurarlas antes de ofrecerlas a través de una página web y facebook. Con el tiempo, sin embargo, asumió el papel de despachante: los propios interesados europeos eligen su vehículos en las páginas de venta como OLX o Mercado Libre y le informan a B., quien da su veredicto acerca de la documentación de la Kombi, su compra y supervisa su exportación hasta la entrega en su puerto de destino.

La mayoría de los clientes (¡qué ironía!) provienen de Alemania, el país que dio origen a la Kombi y que la dio a conocer en el año 1950. Por orden de volumen, los encargos llegan luego desde Francia, Reino Unido, Holanda y Bélgica. “Los europeos son muy desconfiados, pero cuando ven mi origen y las respuestas en sus idiomas creen en el negocio”, se jacta el belga al explicar las cantidades exportadas.

Otra razón del éxito es el precio. En los primeros envíos, B. pagaba 5.000 dólares sólo en gastos de regularización del vehículo en Detran (el Departamento de Tránsito brasileño), los costos del despacho en los puertos de Santos y de Europa (Antwerp en Bélgica o Bremen en Alemania), el flete, los impuestos y la liberación en la aduana. Hoy, con la experiencia a cuestas, el gasta ronda los 2.500 dólares por vehículo. “Mi margen de ganancia en cada kombi es pequeño. Gano con la cantidad. Quien cobra caro no vende”, afirma el belga.

Al fin y al cabo, los clientes europeos gastan en promedio entre 10 y 15 mil euros para tener una Kombi en razonable estado de conservación. Los ejemplares restaurados se venden por alrededor de 25 mil euros con los gastos incluidos. El reflejo de todo esto es que las “lechucitas” ya subieron de precio en Brasil. Si cinco años atrás era fácil encontrarlas por valores debajo de los 3.200 dólares, hoy es común ver anuncios de Kombi pre 1975 en buen estado por más de 10.000 dólares.

Si este ritmo de exportaciones se mantiene, ¿por cuánto tiempo más tendremos “corujinhas” en Brasil? “Creo que se van a terminar en dos años. Pero ahí empezaré a exportar Kombi Clipper, los modelos post 1976”, dice el comerciante, sin dejo alguno de remordimiento.

El primer gran vendedor de Kombi brasileñas en Europa fue la empresa británica Beetles UK que, entre la década de los años noventa y el 2014, importó al Reino Unido modelos 0 Km desde Brasil para transformarlos en casas rodantes.

Ahora, el foco está en clientes como Jean-Claude Zaffiro, un electricista de automóviles que vive en las proximidades de París. Fan de los modelos antiguos de VW, estaba buscando una Kombi (o Combi, en francés) de primera generación, una de 15 ventanas. “Oí hablar de que en Brasil era fácil encontrar el modelo que deseaba y, en un sitio de anuncios, encontré una Kombi 1974 restaurada con cierta libertad creativa: pintura hielo con techo bordó, un farol sobre el parabrisas y adhesivos de Hard Rock Café en los laterales. Hay muchas más opciones de Kombi de primera generación en Brasil que en Europa. No tuve complicaciones en el proceso de compra y envío. Apenas tuve que esperar tres semanas, el tiempo de viaje del container”, explica el entusiasta.

Desde mayo del año pasado, el maneja su “lechucita” para salir de viaje o para participar de encuentros de autos antiguos. El detalle es que su Kombi todavía rueda por Francia con su placa original de Mairinque, una ciudad del Estado de San Pablo con sólo 45 mil habitantes y ubicada a 75 km de la capital paulista. “Ella genera simpatía por donde pasa. Me ha hecho tan feliz que resolví importar otra, de 1961”, concluye Jean-Claude.

Quienes no están contentos con la onda de las exportaciones son los brasileños apasionados por los clásicos de VW. “Las agresivas exportaciones fomentadas por el mercado francamente comprador de Europa y Asia están dilapidando nuestro acervo de Kombi a una velocidad muy alta. Es un éxodo de nuestro patrimonio histórico automotriz dentro de una situación de desequilibrio desde el punto de vista del poder económico”, lamenta el ingeniero Alexander Gromow, referencia en temas de Kombi y Fusca en Brasil.

Otro que no ve con buenos ojos estas exportaciones es Fábio Fabrega, dueño de un taller mecánico para Volks refrigerados por aire en la Praça da Bandeira: “Hay un lucro muy bueno para el exportador, pero es triste ver más y más Kombi yéndose para afuera. En poco tiempo quedarán pocas lechucitas”, constata.

Hay, sin embargo, quien pondera esta situación: “Esas Kombi van a parar a manos de coleccionistas o personas que cuidan de ellas. Por aquí lo que vemos son Kombi abandonadas en las calles o basuras rodando por ahí”, dice el “volksmaníaco” carioca Marcelo Weber. “Es bueno estar atento y buscar información con quien ya vendió para el exterior., además de tener referencias del importador. Recibí una oferta equivalente a 27.000 dólares por mi Kombi furgón del año 1972, pero no lo sentí serio y decliné cualquier operación”.

El exportador B. percibe un dejo de exageración en estas cuestiones culturales: "La Kombi no es un patrimonio brasilero, y si del mundo, ya que fue pensada por un holandés y producida por una fábrica alemana. Aparte de eso, ¿vos crees que los italianos lloran cada vez que exportan una Ferrari?”, cuestiona.

Para los sentimentales preocupados con la extinción de las “lechucitas” en el país, el comerciante tiene más noticias: la búsqueda por clásicos brasileños con motor Volkswagen refrigerados por aire sigue en aumento: “Ya mandé Karmann-Ghia, Variant, TL, SP2 y hasta Gurgel. Si no exporto Fusca es porque hay muchos en Europa y no compensa el costo de envío”.

J.V.

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Galería: La Migración de las Lechucitas: Brasil bate récord de exportaciones de Kombis

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