Desde Villa Carlos Paz (Córdoba) – La semana pasada viajé al Rally de Argentina con la misión de contarles a los lectores de Autoblog la carrera desde adentro. El jueves estuve con los Subaru de reconocimiento (ver nota). El viernes vimos (junto a un grupo de lectores) la reconstrucción completa de un Citroën C3 WRC volcado (ver nota). El sábado me subí al Toyota Etios R5 (ver nota). Y el domingo estuve en el podio, junto a legendario Martín Christie (ver nota).

Pero lo que pasó el lunes, después de la carrera, superó a todo lo anterior: fui copiloto por un día de Hayden Paddon. El neocelandés de 30 años, ganador del Rally de Argentina 2016, me llevó en la butaca derecha de su Hyundai i20 WRC, durante un simulacro de carrera en el Parque Temático de Villa Carlos Paz.

La invitación hablaba de “co-driving” y “roadshow”, así que asistí entusiasmado, aunque esperaba lo que ya había visto en otros eventos con esos términos: algunas aceleradas, un par de trompos y nada más. Pero, cuando llegué al tramo del Súper Especial de Carlos Paz, me encontré con una réplica exacta del parque de asistencia. Hyundai Motorsport había llevado a su equipo de mecánicos, a un i20 WRC que corrió en 2016 y al propio Paddon en plan de carrera.

Me entregaron un bolsito y me invitaron a pasar a un vestuario: me puse buzo antiflama, capucha antiflama, camiseta y casco oficial de Hyundai Motorsport, con intercomunicador incluido. Mientras me cambiaba, comencé a escuchar a Paddon haciendo algunas vueltas de precalentamiento en el circuito. Ese i20 WRC no sonaba a roadshow. Sonaba muy real.

Al salir del vestuario me encontré con un mecánico, que le estaba pegando una calco enorme al vidrio trasero del auto: “H. Paddon – New Zealand / C. Cristófalo – Argentina”.

No tuve tiempo ni de ponerme nervioso.

Me abrieron la puerta del acompañante, me escurrí entre la jaula de caños y me senté en la butaca que suele ocupar John Kennard. Hayden me dio la bienvenida. Me ataron el arnés de seis puntos, conectaron el intercomunicador y salimos.

Lo que pasó de ahí en más, lo podés ver en el video de acá abajo.

Lo que no se ve ahí es lo que pasó por mi cabeza. Fueron como estados de ánimo. O, para hablar en términos de rally, etapas.

* INCREDULIDAD: El i20 WRC tiene un motor 1.6 turbo con 360 caballos de potencia y tracción a las cuatro ruedas. Y, para largar en cada tramo, tiene un sistema de Launch Control. Paddon frena con el pie izquierdo, acelera a fondo con el derecho, el tacómetro se clava en 5.500 rpm y me pregunta: “Ready?” Salimos disparados. El i20 WRC acelera de 0 a 100 km/h en 3,5 segundos. Hay deportivos más veloces, pero el Hyundai logra este valor sobre el ripio. Es una compleja maquinaria de potencia, diferenciales, transmisiones, suspensiones y neumáticos que transmiten toda la fuerza al piso, casi sin patinar. La boca y los ojos se me abren. Por el golpe de la fuerza centrífuga. Y porque es imposible asimilar la velocidad a la que el auto sale disparado. Es una explosión.

* PAISAJE EXTERIOR: Todavía no puedo cerrar la boca. Y los ojos me muestran una película en cámara rápida. El cuerpo no siente nada: estoy amarrado, como matambre de hilo grueso, a la butaca. Pero el cerebro no puede procesar tanta velocidad. El auto nunca va derecho. Viaja de costado todo el tiempo, deslizando de un lado al otro. Lo vi miles de veces en los rallyes. Y millones de veces en videos. Pero es así: hay que mirar el camino por las ventanillas laterales. El parabrisas sólo muestra los árboles y taludes al costado del camino.

* PAISAJE INTERIOR: Poco antes de subir, el navegante John Kennard me dijo que Paddon no estaba conforme con el resultado del Rally de Argentina 2017. Sólo ganó dos tramos y quedó sexto, justo en la carrera que hace un año le dio su primera victoria en el Mundial. Ahora me tomo un tiempo para mirarlo. No parece enojado. Sus movimientos ni siquiera reflejan el ritmo frenético al que me está llevando. Se lo ve concentradísimo. Me pidieron que no le hablase mientras maneja. Parece un operario aburrido, en su puesto de comando: pisa pedales, tira palancas y mueve el volante a un ritmo calculado, casi hipnótico. Es como viajar en una montaña rusa, manejada por un psicópata relajado.

* PAVOR: ¿Es que nadie le avisó a este tipo que la carrera terminó ayer? Una cosa es acelerar a fondo y derrapar por espectáculo. Pero este neocelandés está pasando a milímetros de la montaña. Corta las curvas golpeando taludes. Y ya tomó más de tres curvas con dos ruedas en el aire. Aprieto fuerte los pies contra una plancha de acero del piso. Presiono mis dos manos entre los muslos. Ahora comprendo por qué me dijeron que adoptara esta postura mientras dure el superprime: es la posición más segura si llegamos a volcar. Empiezo a sentir que en cualquier momento puede pasar. No me sorprendería para nada.

* NÁUSEAS: Ya llevamos más de dos minutos a este ritmo y comienzo a sentir cierto malestar. Es un mareo que no puedo controlar y que me enoja: “¡Joder, pero si apenas desayuné!” Hasta que entiendo el motivo: hace dos minutos que no respiro. Este kiwi cabrón me cortó el aliento desde que arrancamos. Inhalo. Exhalo. Todo está bien. No, mentira: “¡Oh, carajo: ahí viene el salto!”.

* AIRE PURO: “Según la telemetría, el salto del Parque Temático se hace a unos 120 km/h y el auto permanece 1,3 segundos en el aire. Es decir, vas a viajar volando unos 43 metros. La primera vez, todos nos asustamos”. Los cálculos que sacó John Kennard no ayudaron para nada. No parecen 120 km/h. Parecen 300. No parecen 1,3 segundos, parece una vida. Y no parecen 43 metros. Es la eternidad misma, pero en gravedad cero. El aire se me escapa de los pulmones. Sube por mi garganta y se desliza por mi boca, en la forma precisa de un grito de niña. Sólo al aterrizar se convierte en algo más vergonzante: carcajada histérica. Hayden me pregunta si estoy bien. ¿Qué le voy a responder? “¡Genial!”

* FINAL: Fueron sólo dos vueltas al circuito. Algo más de tres minutos. Cuando por fin Hayden levanta el acelerador, mi alegría es inmensa. Por la experiencia vivida. Y porque, por fin, se terminó. Muchas veces me invitaron a subirme a autos de carrera. Nunca, jamás, me habían llevado a velocidad de carrera, en un auto de categoría internacional y con un piloto profesional de este calibre.

Cuando me bajo, Michel Nandan, jefe del equipo Hyundai Motorsport, me pregunta cómo la pasé. Le digo: “¿Siempre maneja así?”. Me responde: “No, hoy sólo está empujando al 80%. En carrera va bastante más rápido”.

Carlos Cristófalo
Agradecimientos: Hyundai Motorsport y Hyundai Motor Argentina

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Copiloto por un día: crónica a bordo del Hyundai i20 WRC
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El Rally de Argentina terminó ayer, pero Hyundai se toma en serio hasta las exhibiciones.

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Todo listo para salir en el i20 WRC 2016.

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Paso veloz por los vestuarios.

¡Y largamos!

El i20 WRC nunca viaja derecho.

Y hasta sabe volar.

Mucho.

Copiloto por un día: crónica a bordo del Hyundai i20 WRC
"El Grito de C.C.", la nueva obra de Edvard Munch.

¿Alguien le puede decir a Paddon que el Rally de Argentina ya terminó?

Gracias a Hyundai Motorsport y a Hyundai Motor Argentina.

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VIDEO: Autoblog viaja con Hayden Paddon

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— Autoblog Argentina (@Autoblogcomar) 30 de abril de 2017

 

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