Por Federico Kirbus
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Buen momento para un homenaje a los que abrieron en el país la etapa del offroading genuino. Hace ahora alrededor de 50 años que en San Juan se juntó un grupo de amigos con la inquietud de explorar los Andes y llegar a sitios que antes nadie había alcanzado.

Desarrollaron un tipo de vehículo sui generis. Todo elemento que se podía estaba en redundancia, los motores potentes, y el peso reducidísimo: techo de toldo, por capot una lona, butacas de Citroën 2CV, y así por el estilo. En suma: tiro de llanta máximo (torque) con peso mínimo. La fórmula ideal para trepar.

Con las Guanaqueras realizamos algunas excursiones atrevidas. La más audaz seguro fue el Cerro Traviesa en 1998, por la cresta del Tontal. Sin huellas y con nubes amenazantes que, si se cerraban, nos dejaban varados a cuatro mil metros sin escape posible.

Y guarda por dónde se circulaba, porque si uno se apartaba de la cumbrera cualquier acarreo de cascajo chupaba el vehículo en forma irremediable.

Esta aventura la vivimos con el grupo de Coroneles y con Pedro y Flavio. Con las Guanaqueras ya se entremezclaban por entonces algunas chatas comerciales para completar el plantel.

En lo alto del Tontal pasó cualquier cosa: se deshicieron todas las cubiertas, incluso las de auxilio, y se rompió el cardán de una 4x4 que hubo que soldar con la ayuda de tres baterías. Fue una labor de cuatro horas.

Pero por fin alcanzamos el Cerro Pircas (4368 msnm) y bajamos para dormir junto a una ciénaga que al día siguiente logramos atravesar con mucho esfuerzo.

¡Ah!, ¿y por qué Coroneles? Porque, decían, cuando sus máquinas atravesaban la Puna levantando nubarrones de polvo, que parecían las columnas de Montgomery y de Rommel en África.

Medio siglo de Guanaqueras

Sopesando cualidades

De las siete u ocho guanaqueras genuinas que se construyeron, nunca hubo siquiera dos idénticas. Sin embargo, todas muestran una asombrosa similitud mecánica entre sí. Un caso parecido a las celebérrimas Bugatti Royale.

Por regla general se usa un chasis antitorsión, tipo Estanciera o Gladiator. Como propulsores se emplean Torino o Chevrolet seis cilindros, y hasta un Ford V8, aunque la mecánica de los años '60 se complementa a veces con tecnología del Siglo XXI.

La ferretería es simple y fácil de reparar con las herramientas y los repuestos de abordo, aún en pleno desierto de Atacama.

Lo poco que las guanaqueras tienen de carrocería, es de aluminio. Los asientos, muy mullidos, son de género, como los del Citroën 2CV. Y tanto el techo como el capot no pesan nada, sencillamente porque no existen. Una lona cumple esa función.

Todo esto contribuye a bajar aún más el peso y el centro de gravedad. Prácticamente son involcables.

Los motores son robustos, si bien carecen tanto de turbo como de intercooler. Pero aún sin compresor ni enfriador de aire, y con su rendimiento restringido por su limitada capacidad de llenado, los vehículos desarrollan una capacidad de trepada que haría ruborizar a cualquier reluciente y costosa 4x4 de serie.

Este extraordinario potencial de gradiente obedece a dos factores: por un lado, a la pronunciada desmultiplicación total (casi 50 a 1), que excede por lejos la de cualquier 4x4 comercial (salvo una excepción, nunca alcanza 40 a 1). Y, segundo, al exiguo peso, que en orden de marcha no excede en mucho los 1.200 kilos.

Otra ventaja la constituyen los neumáticos, que no son gomas radiales patonas, extremadamente vulnerables por los cortes de piedras filosas y lajas.

Gracias a la reducida masa, las Guanaqueras, de hecho, no resultan propensas a hundirse mucho en los tembladerales, por lo que se usan cubiertas tradicionales, angostas, de tela en diagonal, pero muy resistentes: tipo Campeón de Lujo, de Firestone, o Tragaleguas, de Goodyear, medidas 6.50 o 7.50 x 16.

Una combinación ganadora.

Álbum de la travesía

Medio siglo de Guanaqueras

Mapa. Recorrido del Cerro Traviesa, saliendo desde Barreal (izq.). Hubo que transitar más de 20 kilómetros por la cumbrera desde la Antena hasta
el Cerro Pircas, donde se iniciaba la violenta bajada para retornar a San Juan.

Medio siglo de Guanaqueras

Original 100%. Una de las Guanaqueras genuinas. Existían en un momento alrededor de ocho, algunas con carrocería Estanciera. Un lobo vestido con piel de oveja. Mecánica chacarera, pero invulnerable e indestructible.

Medio siglo de Guanaqueras

Atrapado en la ciénaga. No había forma de rodearla. La única manera era atravesarla y ayudarse mutuamente con la eslinga. Adelante, la Disco de Pedro, atrás la Guanaquera de los Volpi. Al fondo se perfila el Cerro Pircas.

Medio siglo de Guanaqueras

Objetivo alcanzado. En la cima del Cerro Pircas: 4.368 metros sobre el nivel del océano.

Medio siglo de Guanaqueras

En la traicionera Canaleta. Era la única vía para salir. Preparativos
para la trepada sobre la grava suelta. Al final hubo que tomar
envión subiendo con las ruedas traseras en sesgo por la ladera.

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También esto sucedía. Rotura de un palier en la solitaria Laguna Brava y reparación del desperfecto in situ. En el Altiplano, los fierros siempre mandan (y los hombres del mismo modo, cuando se apunan).

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Coche comedor. El Pebi Zimmermann, ideólogo del grupo, poseía incluso esta súper T9. El holgado lugar de carga era para llevar las vituallas y las bebidas.

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24 x 24. Entre los miembros del grupo nunca faltaron apuestas, como este reto aceptado por el genial Volpi con su hijo, dotando a su Guanaquera con cuádruples atrás y duales adelante, para trepar por donde nadie lo había intentado antes. Los premios de estos desafíos eran, invariablemente, varias cajas del mejor vino añejo.

Medio siglo de Guanaqueras

¿Sube? A menudo se llegaba al límite, como en esta trepada por una canaleta pedregosa, donde el grip era igual a cero. Con ingenio y perseverancia al final igual se zafaba.

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