Este será un proyecto cooperativo, no menos entretenido y desafiante que uno personal; sin embargo el camino del consenso está sembrado de buenas intenciones, riesgosas y necesarias tensiones ¡Aquí vamos!
Nos encontramos el domingo temprano en el galpón: café y facturas sobre una mesa improvisada a falta de un capot bien dispuesto. Todos conocíamos el auto, unos más, otros menos. Se trata del vehículo del Club Fiat Clásicos (CFC), una 125 Familiar que se utiliza normalmente como auto soporte de eventos, transporte de conos, banners y otros materiales necesarios para la promoción y organización de carreras de regularidad, pruebas de endurance o estáticas ¡Que decir el auto! Tiene un “buen lejos”, original, buen casco, interiores aceptables y una mecánica noble. Hasta aquí; ¡Todo bien!
Desde 2019 se la ha usado regularmente y mostró una performance correcta pese a que, y gracias al conocimiento y buena voluntad de socios conocedores, se le ha debido meter mano en más de una oportunidad. Hasta aquí y ahora, el vehículo ha honrado al club y cumplido con creces su cometido, pero sucedió lo previsible: "¿Y si lo restauramos?"
"Bueno", dijo uno, una pasada en limpio. "Yo dono la mano de obra de la pintura", aseguró otro de los socios y rápidamente un tercero se comprometió en hacer la instalación eléctrica. ¡Yo tengo algunos repuestos! ¡Yo consigo la pintura! Y así fue como nos vimos inmersos en una escalada imparable, hasta el pasado domingo en que el mismo objeto en cuestión nos puso de narices en otra realidad.
Fuimos llegando al lugar de a uno y sólo cuando estuvimos todos, nos dispusimos a quitarle la funda. Obviamente no arrancó, luego sí lo hizo por obra y arte de un visitante ilustre originalmente no convocado; hasta ese momento primó la rebeldía. Eso apresuró la tertulia y el desayuno de rigor que, además, había sumado riquísimos sándwiches de miga. ¡Que feo está el vano motor! Y esta fue la primera frase disparadora de nuestro deporte favorito, el “yaqueísmo”.
"Hay que sacar el motor y ya que está, lo hacemos", disparó uno de los socios. "Pero si suena lindo y no fuma", dijo otro que conoce muy bien al auto. "Tiene una recalentada, mejor desarmar y ver". Dos de los socios, dispuestos a hacer la mecánica, no tardan en confirmar el desarme no sólo del bloque y la tapa, sino también de los subsistemas. Hecho, pongamos fecha.
Arranca y lo corremos a la luz. El interior amerita un repaso, volarle la consola y conseguir la original y también los cuatro paneles de puerta, los cuales y por suerte, los hay de “aftermarket”. El tapizado de asientos y techo esta perfecto y esto nos entusiasma aún más. La lineal está muy bien, laterales derechos y el portón trasero esta impecable y perfectamente encuadrado. ¿Los paragolpes?, al cromador y las gomas protectoras piden a gritos un recambio.
El “yaqueísmo” no para y uno de nosotros tira sobre la mesa la idea de cambiar el color, la misma por suerte no prospera. En mi caso, soy un enemigo de esta faena. Además, el blanco tiza que la viste, habla de toda una época de pasteles distintivos, mejor no tocarla. Las ruedas requieren un repaso, están todas las tazas, aunque las llantas ameritan una pintada, en breve alguno va a sugerir meterle las del potenciado, veneradas y codiciadas por los amantes del 125, me incluyo. Nadie lo hace hasta ahora.
La mañana avanza y el entusiasmo también hasta que uno de nosotros llama a la realidad; ¿Como nos fondeamos?, por suerte no se trata de un negocio, de ganar dinero o de poner en valor una pieza de colección cuya cotización está en alza, a nadie le importa otra cosa que el proyecto y el hacer algo por el club, que además hace mucho por preservar el patrimonio histórico de la marca.
Miembros de la comisión aseguran que hay algunos ahorros, una reserva de la cual se podrán disponer de algunos recursos. Donaciones, en especies y en tiempo y mano de obra, el pago de alguna cuota extraordinaria y algún evento con interés especial como una subasta.
Aquí comienza el “manomenometro” y las cifras van de un millón a doscientos cincuenta mil, sin mediar un sólo cálculo ni tener una sola cotización. Un par de horas mas tarde, y con el entusiasmo intacto nos disponemos a regresar a nuestros hogares, el almuerzo dominical nos aguarda y más tarde seguimos encendidos en el chat del grupo, compartiendo ideas, polemizando y trazando el plan cuya siguiente etapa es el desarme que haremos nosotros y que comenzará en un par de semanas.
También la clasificación de piezas que celosamente guardadas serán conservadas hasta el ensamble post pintura. El objetivo es Autoclásica 2023, parece razonable, aunque sólo con la inercia de este domingo llegamos cómodos a 2022. Autoclásica ya tiene fechas confirmadas para este año y la información se puede ver en esta nota.
Llegué a mi casa y no pude esperar zambullirme en mi stock de repuestos encontrando con satisfacción algunos que serán de utilidad, ya que están separados para un nuevo próximo proyecto. Por obra y gracia del destino, no fueron dispuestos a la basura, muy pesar el interés familiar en hacer espacio.
Queridos lectores, ahora también ustedes son parte. La aventura, otra más que comienza y la excitación de dar riendas sueltas a un nuevo proyecto energiza. Este será un proyecto colectivo, entre amigos que compartimos una misma afición, un mismo propósito que es dar una oportunidad más a un auto que, si bien en servicio, tendrá ahora la chance de una segunda vida.
La merece por nobleza y tenacidad. No es sólo un conjunto mecánico y una carrocería, es mucho más. Es imagen, es historia, es cultura. Es linda e ideal para el uso que se piensa darle. Recuerdo, en una oportunidad en el entorno de las Mille Miglia, pude ver que el equipo de Alfa Romeo tenia como vehículo de apoyo una rural Guilia blanca divina convertida en auxilio mecánico y esa imagen sigue inspirando mi propia fantasía acerca de este proyecto. Cada uno de mis colegas tendrá la suya y cada una de especial validez, esa fue la mía.
Un emblema para un club, una razón de orgullo y una excusa para soñar y concretar una tarea bien hecha. Serán meses encuentros y desencuentros, de aceleraciones y frenadas violentas. La decisión férrea de llegar hasta el final no se discute, ya hemos dejado la línea de largada.
N.N.