“El Trastorno Obsesivo Compulsivo (T.O.C.) es una alteración mental en la cual las personas tienen pensamientos, sentimientos, ideas, sensaciones, obsesiones y comportamientos repetitivos e indeseables que los impulsan a hacer algo una y otra vez”

Entonces, ¡confieso que yo tengo un T.O.C.! ¿Es uno sólo, que concentra a varios otros con igual pulsión e intensidad? ¿O son varios y todos alrededor de ese maravilloso invento llamado "automóvil"?

Tomé la definición de Google y todo cierra con la excepción de una palabra: "indeseable". Consulto con mi analista, sonríe, con la mirada de siempre: profunda y penetrante, en estado de contemplación y sin mediar palabras. Con un agudo silencio me lo dice todo: "Despojate de aquellas obsesiones y experimentarás dos condiciones: libertad y desasosiego".

¿Quién soy yo ahora que me he librado de aquellos pensamientos? He perdido esa pizca de locura que me completa y llena mil espacios, como sentarme ahora a escribirles estas líneas.

Con una palmada en la espalda, mi analista me confirma que hay otras prioridades, que me quede tranquilo que, de esos T.O.C., no nos vamos a ocupar. Siento un gran alivio.

Es la tercera vez que vuelvo al alineador:

-El volante ha quedado torcido.

-¡Que no! ¡Es imposible!

-¡Que sí! Por lo menos un par de grados.

-Listo, ¡fijate!

-Ahora está mejor.

No quedó perfecto, es lo que hay, me digo con resignación. No logro mirar hacia adelante y concentrarme en la ruta, nunca me acostumbraré: el volante ha quedado torcido.

Las butacas de adelante tienen que estar alineadas. ¡Qué necesidad se subirse y toquetear todo, ¡también el respaldo! ¡Por favor! Si te vas a maquillar, mucho cuidado con el rush, ¿no podrías haberlo hecho antes de salir? Cuidado con el espejo y ese parasol que sube y baja una y mil veces. La luz de cortesía, ¡se recalienta el plafón! ¡Limarse las uñas, no! Está todo recién limpio y habrá que aspirarlo nuevamente. Lo peor y absolutamente prohibido: los pies sobre el torpedo, se trata además de una cuestión de seguridad. Sin embargo, siempre es motivo de discusión familiar.

En casa somos muchos. En total, nueve con licencia de conducir.

Algunos de ellos con metro noventa y otros que apenas llagan al metro sesenta. No todos están habilitados a manejar todos y cada uno de los autos de nuestro garage (leer más). Sin embargo, cada uno, y es lo que corresponde, busca la posición de manejo más cómoda y segura. Puedo soportar que regulen el respaldo y la distancia. En cuanto a la altura de la butaca, volante y columna de dirección, ¡por favor, no! Ni hablar: otra batalla perdida.

¿Es necesario estacionarlo en la otra punta y pegado a una columna?. Es imprescindible. Habrá que caminar mucho, hace calor, llueve o están todos muy cansados. Está bien, se bajan acá, yo iré a estacionar. Lejos de carritos de supermercado, yendo y viniendo, siempre con alguno a la deriva. La columna de hormigón quedará protegiendo ese 50% tan mimado, mientras que Dios se ocupará del otro, ahora tan desprotegido.

-Ahí no entra, allá quedaría muy cerca de la esquina.

-¡Pero si aquí no hay ningún garage!

-Lo hay enfrente y la calle es muy angosta, ¿qué tal si el vecino tiene una Ram y no le da el radio de giro?

Nunca se deja detrás de una pick up o de una protuberante rueda de auxilio, obsérvese una Rav4 o una EcoSport. Jamás. Sigo dando vuelta hasta que, por fin, un parking. Pero no: es de los que hay que dejar las llaves. Mejor, sigamos buscando.

Los bolsos al baúl, nada en el cockpit, sólo personas y algún bolso de mano. ¿La mochila? También al baúl. ¿El termo? Mejor, no. Podrán tomar un café, comerse un sándwich o una medialuna cuando paremos. Las paradas, son planificadas acorde a la necesidad de repostar y alguna otra razón higiénica de los ocupantes. Si es necesario y fuera del plan, que sea un ACA, de lo contrario alguna estación de bandera, de las nuevas. La playa y la arena, un karma. El sol, la resina de los pinos o el estacionamiento a 45° grados sobre Bunge, un suplicio. ¿Cómo que el auto no se lava en vacaciones? Por supuesto que sí, al menos una vez y siempre que sea un lavadero amigo, a mano y con buenos productos.

No me molesta usar el auto un día de lluvia, incluso algún clásico. Las escobillas, en cambio, son otro T.O.C.: tienen que estar perfectas. Detesto el ruido y el arrastre cuando están resecas o gastadas. Jamás un badén o una cuneta si creo que el agua acumulada podría “lavar” los bajos. Se espera a que drene o se busca un camino alternativo.

En una oportunidad, tuve una SUV, fue una Santa Fe. Tardé varios meses en descubrir algunas ventajas y permitirme algunas licencias. Gran auto. No volví a una SUV ni a disfrutar de aquellas delicias. 

Disfruto mucho de mis autos, a mi manera y siendo congruente con mi propia locura. No reniego de ella. Puedo soportar y convivir con algunos ruidos, si se trata de un auto de más de 30 años. Tolerancia cero para el daily. Un WD40 salvador, algo de grasa grafitada y si es necesario, el ajuste de algún tornillo o snap. Un parabrisas con una mini estrella fruto de un piedrazo, se soporta. Una rajadura, se reemplaza. El techo corredizo se toca lo mínimo y necesario, mucho más si es eléctrico. Neumáticos siempre inflados y los fluidos a nivel, ni cerca del mínimo ni del máximo: en el medio. El vano motor, limpio, aunque no me gusta mucho que lo manoseen: lo repaso yo y tengo mis propios líquidos para la faena, todos de mi marca favorita, a un precio prohibitivo por estos tiempos de tipo de cambio alto y restricciones para importar. Son oro en polvo y no se prestan.

La lista podría seguir y, a riesgo de aburrirlos, usen su imaginación y complétenla ustedes mismo. Lo asombroso y reconfortante es que siempre hay alguien que nos supera en locura y obsesión. Siempre habrá quien te considere descuidado y despreocupado, hasta imprudente y desamorado. Cuento con algunos amigos a un lado y otro de la “grieta”. Yo al menos ni lo niego ni dejo de reconocer mi condición de raro, exagerado y meticuloso. Tendría que volver a nacer si quisiera erradicar estas mañas. Haber tenido otro padre o haber crecido en otra ciudad y en otros tiempos. Lo he intentado, con poco interés y sin mucho ánimo de reinvención: he fracasado.

Trabajo con el auto, tengo un auto de compañía y para beneplácito de la multinacional que me emplea, no hago ninguna distinción entre el vehículo asignado y el propio. He llagado a lavar autos alquilados y sólo una vez, a cargo de una Suburban en ocasión de un viaje a Disney, he permitido un paso por el Automac haciendo un balance entre mi obsesión y la paz y el humor abordo. Un dilema donde privilegié la integridad de física de los ocupantes en detrimento de mi salud mental.

Luego ya de varios encuentros, de habernos animado a conocernos más, yo con mis notas y ustedes con sus fabulosos comentarios, es tiempo de serles brutalmente honesto.

Lo he intentado todo:  tenis, windsurf, algo de golf y mountain bikes. Sin embargo, nada compite con esta irremediable pasión por lo autos. Tarde o temprano mi agenda de tiempo libre vuelve una y otra vez al garage, a la ruta, a una pista o a un encuentro con amigos.

Todo es tan evidente que tal desnudez ya no sorprende: es que nos conocemos tan bien que ya que ya no hay más secretos que un seudónimo que es parte de este juego y nos divierte.

Yo tengo un T.O.C. y lo defino así: "¡Tendré Otra Coupe!"

Y que sea pronto.

N.N.

La columna de Nico Nikola: “No, el auto no está a tu servicio”

Todas las notas de Nico Nikola en Motor1 Argentina, en esta sección.

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

Enviá tu noticia a novedades@motor1.com